Pocas veces a alguien se le ocurre pedir alguna clase de permiso al autor de unas cuantas líneas que hay en la Internet para poder transcribirlas.
Ocurre en la academia con libros, nos hemos dado cuenta en los últimos tiempos; ocurre sobre todo con las tareas en la escuela; cómo no iba a ocurrir en algo tan inmediato como las noticias y los medios de comunicación.
Uno: eres reportero, pero ya no vas a los actos ni a los acontecimientos que debes cubrir y de los cuales surge lo que escribes y lo que hablas en radio.
Dos: tienes un teléfono conectado a la Internet, en el que los compañeros del periódico suben la información del sitio en el que están.
Tres: trabajas también para otro portal de noticias y necesitas información de actos a los que no vas y acontecimientos que debes cubrir.
Cuatro: decides tomar sin decirlo la información de los compañeros del periódico sobre el sitio en el que están y transcribirla.
Cinco: uno de tus compañeros del periódico, quienes suben información a un teléfono conectado a Internet del sitio en el que están, tiene un amigo que trabaja en el portal de noticias en el que también trabajas.
Seis: el amigo le muestra a uno de tus compañeros del periódico la información de los compañeros sobre el sitio en el que están y has transcrito.
Siete: el compañero le cuenta a tu jefe que transcribes para el portal de noticias la información de los compañeros del periódico sobre los actos a los que no vas y los acontecimientos que no cubres.
Ocho: tenías tanto cansancio y te habías habituado a tu forma de operar, que no reparaste en los cabos sueltos que dejabas al transcribir la información del teléfono conectado a Internet al otro teléfono conectado a Internet, que daba al portal de noticias. Incluso, copiaste información de uno de tus compañeros del periódico y la copiaste dentro del teléfono conectado a Internet que daba al propio periódico, lo que sólo notaron cuatro personas, aunque una de ellas fingió no notarlo.
Nueve: yo voy a decirle al jefe del portal de noticias lo que haces, pero primero te aviso para que estés al tanto, te comento a solas que me he dado cuenta de lo que haces, y primero me amenazas y luego me pides suplicante que no diga nada.
Diez: hay una junta con los compañeros del portal de noticias, les diré lo que pasa contigo, pero el primer punto que toca el jefe es que un compañero que tiene un amigo en un periódico en el cual trabajas, le dijo que copiabas información del teléfono conectado a Internet que daba a ese periódico y ha decidido rescindirte el contrato.
Estoy en un acto del gobierno, hay varios funcionarios, pero a mí me toca cubrir a un funcionario de medio pelo. Cuando se acaba el acto todos corren, como si fueran a ayudar a un familiar moribundo que necesitara primeros auxilios. Se arremolinan en torno al funcionario de más rango y dejan solo al funcionario de medio pelo, pero teóricamente todos deberían estar entrevistándolo. No aprendí nunca a entrevistar, pero le hago un par de preguntas, que se vuelven dos más.
Por la tarde, luego de que termino el trabajo, me escribe por un teléfono conectado a Internet una compañera de otro periódico; quiere que le dé mi consentimiento para utilizar la entrevista “que le hiciste” al funcionario de medio pelo. “Es del dominio público”, le digo, “en teoría, debían haber estado todos”, pero se fueron con el funcionario de mayor rango.
Antes de dormir caigo en la cuenta de los contrastes: tú transcribiste la información de los compañeros del periódico sobre el sitio en el que están; ella pide permiso para usar unas palabras que no eran de nadie.
Y decido escribir este texto.