Después de una prolongada serie de fracasos, M. Night Shyamalan dio señales de vida cuando su thriller estilo found footage La visita (The visit, 2015), recaudó poco más de sesenta millones de dólares en la taquilla estadounidense (nada mal para un filme que costó apenas cinco millones). El director de origen indio decidió repetir la fórmula de bajos costos para Fragmentado (Split, 2016), el noveno largometraje de su carrera, que en apenas un mes en la cartelera local llevó a sus arcas más de ciento veinte millones de billetes verdes. Pero ¿es justificado el entusiasmo?
La historia comienza cuando tres chicas son secuestradas al salir de un restaurante, el responsable es un feroz individuo que padece síndrome de personalidad múltiple. Lideradas por Casey, una adolescente con pasado trágico, el trío de jóvenes intentará escapar no solo de su prisión, sino de cada una de las veintitrés personalidades distintas (y las que faltan) del enajenado sujeto.
Aunque el guion es original del propio Shyamalan (como es habitual en cada una de sus producciones), parece estar basado en algunos aspectos de la vida de Billy Milligan, quien en la década de los setenta fue arrestado por violar a tres mujeres en la Universidad de Ohio. Debido a las particularidades del caso, Milligan fue diagnosticado con el polémico síndrome de personalidad múltiple, culpó a dos de sus veinticuatro personalidades de llevar a cabo el crimen y pudo salir en libertad después de pasar diez años en instituciones mentales.
El filme se divide en tres líneas argumentales: la principal que sigue al secuestrador con las tres chicas, la que rememora el pasado de abuso de Casey y por último la que tiene como protagonista a la doctora Karen Fletcher, una psiquiatra experta en el tema de la personalidad múltiple que está convencida del potencial empoderamiento de quienes padecen el controvertido trastorno.
El relato ofrece una mayor solidez de la que normalmente ofrece el director, ofrece además un aspecto visual frío y claustrofóbico, el cual se ve reforzado no por la presencia de James McAvoy, (quien debió reemplazar a Joaquin Phoenix en el papel principal), sino por la joven Anya Taylor-Joy, quien hace un par de años brilló en el éxito independiente La bruja (The VVitch, 2015), y ahora se convierte en una heroína del género.
Si bien el desarrollo del relato en su mayor parte es ágil y ameno, no consigue convencer en su descabellado tramo final. Aunque ciertos apuntes son necesarios para comprender los giros del relato, lo cierto es que hay minutos en los que sale sobrando el tono aleccionador sobre el trastorno que multiplica la personalidad del siniestro protagonista. Tampoco es sobresaliente la actuación de McAvoy, quien apenas esboza cinco o seis personalidades de las tantas que registra su personaje.
Fragmentado pone de nuevo a Shyamalan en la mira de las grandes audiencias, pero eso no significa que haya refrescado de manera importante su manera de hacer cine. Incluso sigue apareciendo en pequeños papeles y conserva sus acostumbrados giros dramáticos finales, aunque en esta ocasión la última vuelta de tuerca difícilmente será comprendida por aquellos que no hayan seguido desde hace años la carrera del director, es más bien un guiño a sus seguidores… si los hay.