El Centro Cultural Clavijero en conjunto con Núcleo, Artes y Letras y la Galería Hilario Galguera han hecho posible que se presente la exposición Los Caprichos y Disparates, dos series del artista español Francisco Goya. Si quieres conocer a fondo estas obras y un contexto de su autor, te invitamos a leer.
Por Erandi Avalos
Pocos artistas han tenido una vida tan comprometida siendo testigos de los cambios históricos de su momento como Francisco de Goya. Sus vivencias lo llevaron a conocer a profundidad y complejidad el alma humana, y a plasmarla sin disimulos en su prolífica obra. Fue cercano a todos los estratos sociales, y vivió en carne propia situaciones tan diversas como la vida bucólica y modesta de su natal Fuendetodos, hasta el íntimo roce con la realeza y la aristocracia española (a los cuales seguramente tanto amó como detestó).
Goya se nutre de la estética del Barroco tardío, el Rococó, Neoclasicismo, sienta las bases del Romanticismo y el Expresionismo, imprime en su obra destellos de Surrealismo (no es casualidad que Dalí, dos siglos después, haya reinterpretado Los Caprichos), y utiliza lo grotesco como una categoría estética. Incluso se ha mencionado que en una de sus últimas pinturas, La Lechera de Burdeos, apunta hacia el Impresionismo, y a pesar de que esa pieza también ha sido atribuida por la historiadora del arte Juliet Wilson a la ahijada del artista (posiblemente su hija) Rosarito Weiss; lo incuestionable es que su genialidad lo impulsará a crear hasta su muerte con una originalidad tremenda y que su gran influencia en el arte moderno y contemporáneo es indiscutible. Cabe mencionar que Rosarito llegará a ser la maestra de dibujo de Isabel II, y que ella, junto a su madre Leocadia Weiss endulzarán los años de vejez del pintor.
La creatividad y talento de Lucientes se despliegan en las variadas técnicas que domina: dibujo (álbumes), pintura mural y de caballete, aguatinta, aguafuerte, y trabajando la litografía en los últimos años de su vida. La temática va desde las escenas costumbristas de sus cartones para tapices reales, los múltiples retratos (en los que destaca el reflejo de la psicología de personaje y el trabajo de las expresiones, así como un tratamiento minucioso de la vestimenta), las obras religiosas, cuadros de historia, temas brujeriles, de crítica mordaz social y religiosa, tauromaquia, escenas de guerra y carnaval. Como bien dice el inglés Neil Glendinning sobre la variedad tanto en la técnica como en la temática; pareciera que hay muchos Goyas en uno.
Claro que el llegar a la madurez artística no fue cosa de un día. La disciplina y tenacidad, el entrenamiento de la mirada, el trazo y la pincelada; devendrían en un dominio absoluto de la composición pictórica, el manejo de la luz y la paleta (que si bien en sus últimas obras será parca y oscura, no deja de ser magistral).
Si el cinematógrafo hubiese existido, posiblemente Goya sería también un maestro del cine, ya que en su obra existe una narrativa cercana a la cinematografía. Podemos ver, por ejemplo en la serie Fray Pedro de Zaldivia y el bandido Maragato, un esbozo de arte secuencial, cercano al story board. Su influencia en el cine ha sido ampliamente estudiada y curiosamente uno de sus mayores admiradores será otro español, sordo como él: Luis Buñuel. La vida y obra de Lucientes han sido plasmadas en varias ocasiones en el séptimo arte internacional.
Goya se casó con María Josefa Bayeu, quien muere en 1812. De su matrimonio con Josefa, sobrevivió únicamente uno de sus ocho hijos; Francisco Javier, quien será su heredero. Ella fue hermana de los pintores Francisco, Manuel y Ramón Bayeu. Francisco protegerá a su cuñado y lo acomodará en los círculos más elevados de la aristocracia y realeza española; llegando a convertirse en pintor del rey Carlos III en 1785 y en 1799 en pintor de cámara del rey Carlos IV. En 1792 enferma gravemente. No está claro de qué, pero se cree que pudo ser saturnismo, que es intoxicación por plomo y que fue común entre los pintores durante mucho tiempo por la presencia de este elemento en los pigmentos. El plomo, entre los alquimistas representaba a Saturno; hecho que si se relaciona con la pintura mural Saturno devorando a un hijo, puede dar pie a interpretaciones sobre la enfermedad que lo dejó sordo de por vida.
Después de la muerte de Francisco Bayeu en 1795, Goya se convierte en Director de Pintura en la Academia de San Fernando, donde ya trabajaba como profesor. Poco después renunciará al cargo quedando como director honorario. Al parecer no fue un profesor dedicado, pero incluso en las cuestiones pedagógicas, Goya defenderá fervientemente la libertad creativa. Se inclina por el avance personalizado de los pupilos, e impulsa la inspiración directa de la naturaleza. Arturo Anzón, de la Universidad de Zaragoza ha realizado una excelente investigación sobre los discípulos de Goya, tema todavía poco explorado, y menciona a los principales como Mariano Ponzano, Vicente Calderón de la Barca e Ignacio de Uranga.
También en 1795 conoce a los Duques de Alba, y bien sabido es que Doña Cayetana, la duquesa, tuvo un lugar importante en la vida de Goya. Mucho se ha especulado sobre si es ella la modelo de La Maja Desnuda, La Maja Vestida y otras obras de la serie de Los Caprichos.
Fundador del modernismo, lúcido, políticamente incorrecto, irónico y liberal sorprende que se haya librado de la Inquisición, que en 1815 lo cuestionó sobre La maja desnuda y La maja vestida, obscenas ante los ojos de los inquisidores. Sorprende su diplomacia y astucia para atravesar por momentos álgidos de la Guerra de Independencia Española (1808-1814), conservando su puesto de pintor de la corte para José I Bonaparte (también conocido como Pepe Botella) y finalmente, de nuevo para Fernando VII, quien incluso le otorga los beneficios adecuados para su jubilación, seguramente más por consideración a su servicio a la realeza por tantos años que por simpatía personal, ya que eran bien conocidas las tendencias ideológicas de Don Francisco. Pinta entonces obras tan importantes como El 2 de mayo y Los fusilamientos del 3 de mayo y la serie de grabados de Los desastres de la guerra, testimonios que se adelantan al documental bélico. Después de Goya, será Vicente López Portaña el pintor de la corte. Portraña retratará a su colega en el famoso Retrato del pintor Francisco de Goya, quien por cierto, gustó de autorretratarse constantemente.
En 1819, Lucientes compra una propiedad ubicada a las afueras de Madrid, a donde se muda en compañía de Leocadia y Rosarito Weiss. Curiosamente, el nombre de la finca; La Quinta del Sordo, no es debido a Goya, sino a su anterior dueño Pedro Marcelino Blanco, sordo también. Conocidas como Las Pinturas Negras, esta serie de catorce murales de gran tamaño pintadas al óleo, con tonos marrones, grises y negros serán las grandes obras maestras del pintor. En 1873 se trasladaron a lienzo por encargo del entonces dueño de la finca, el barón francés d´ Erlanger, quien las dona al Museo del Prado en 1881.
Para 1824 se traslada con Leocadia y Rosarito a Burdeos, Francia, en donde se reencuentra con su amigo exiliado Leandro Fernández de Moratín y otros con los que empataba ideológicamente. En esta ciudad Goya fallece en abril de 1828, a los 82 años. Fue enterrado en el cementerio de Chartreuse esa ciudad hasta que en 1880 el entonces cónsul español en Burdeos comenzó los trámites para la exhumación y traslado de los restos mortales del genio. Sin embargo, no fue hasta 1919 (y con el misterio de que el cráneo del aragonés había desaparecido, o tal vez se había enterrado ya sin cabeza) que sus restos se trasladaron a Madrid, a la ermita de San Antonio de la Florida en la que 121 años antes pintara sus famosos frescos.
Su obra en el Centro Cultural Clavijero
El Centro Cultural Clavijero, a través de la Galería Hilario Galguera, se honra en presentar una exhibición que reúne dos importantes series de este artista: Los Caprichos y Los Disparates.
Los Caprichos constan de 80 piezas, cuya primera edición se realizó en 1799, saliendo a la venta en Madrid, para pocos días después ser retirada por el mismo artista seguramente previendo problemas con la Inquisición. Mucho se ha escrito sobre esta serie desde la estética, la política, la historia del arte y la psicología; y mucho se seguirá dilucidando, ya que su contenido está lleno de lecturas diversas, y a pesar de que encierra significados muy concretos, como la filosa e inteligente crítica a personajes reales –literalmente-, también abre la posibilidad de trasladar esa observación y juicio a cualquier tiempo y geografía. Ahí reside su actualidad. Son obras que están vivas y continúan hablando, acusando, provocando.
Sin tener un orden lógico, se muestran temas predominantes: el amor y el matrimonio; la educación, las injusticias sociales, el carnaval, las brujas y seres demoniacos, los personajes religiosos mostrando conductas inadecuadas. Destaca el uso de la figura animal (asnos, monos) como alegoría de ciertas condiciones humanas, a la manera de la fábula.
De la serie de Los Disparates, también conocida como Los Proverbios o Caprichos Fantásticos, no se conoce la fecha exacta de realización, pero se data entre los años 1815 a 1823 aunque no fueron impresas hasta 1864 por la Academia de Bellas Artes de San Fernando. Tampoco se conoce la secuencia que Goya les dio -si es que tuvieron alguna- ya que en pruebas de estado encontradas posteriormente se identificaron dos numeraciones, que no coincidían entre sí y que llegaban al número 25, por lo que tal vez la serie constaba originalmente de 25 piezas de las cuales se conocen 22 y son 18 las que se muestran en esta exhibición.
Las series están realizadas al aguatinta, aguafuerte y bruñidor. La combinación magistral de estas técnicas gráficas le permitirán obtener obras tan logradas: mediante el aguafuerte un trazo dinámico y definido, con el aguatinta fuertes contrastes de luces y sombras, y con la punta seca matizar.
Está claro que la pintura de Goya es cumbre en todos los sentidos, pero su obra gráfica contiene un poder no todas sus obras pictóricas tienen: la libertad y contundencia con la que el genio expresó sus más íntimas reflexiones sobre los acontecimientos de la época en la que vivió, haciéndolo con tal sinceridad y maestría, que llegó a la profundidad de lo humano, por ende universalizó su visión y eso es lo que plasmó. Es por eso que todavía hoy su obra nos llega como un golpe en el estómago; porque estamos frente al lado oscuro y retorcido del alma, ese que intentamos ocultar ante nosotros mismos y ante los demás; estamos ante el conflicto de la dualidad eterna que significa estar vivos y decidir cómo actuamos; con honor o con horror.
Por eso el carnaval, la magia oscura y lo onírico son el pretexto ideal para realizar estos retratos anónimo-colectivos, porque son momentos de descarga inconsciente, sin pudor ante lo que generalmente está contenido, sale a presión esa parte en la que los bajos instintos, los conflictos de género, la rebeldía ante el orden establecido, el cuestionamiento hacia la autoridad educativa, social y religiosa se transportan a un primer plano. De hecho, compositivamente los personajes en primeros planos, al borde de la obra, nos colocan frente a frente; obligándonos a ser espectadores cercanos.
Si bien ambas series están rodeadas por un halo de misterio, lo que está muy claro es que son joyas del arte universal, que su influencia en el arte permanece vigente hasta nuestros días y que independientemente de las múltiples teorías y análisis realizados sobre estas series, cada uno las recibiremos e interpretaremos según nuestro propio bagaje y sensibilidad.
Disfrutemos pues de la experiencia estética que resulta de la combinación entre un espacio arquitectónico majestuoso como es Palacio Clavijero y las 98 obras maestras de Goya que temporalmente aquí se exponen.
EXPOSICIÓN
Francisco Goya
Los Caprichos y Disparates
Centro Cultural Clavijero. Sala 9.
Nigromante 29, Centro Histórico. Morelia.
Hasta el 26 de octubre