Por Claudia Pedraza
@funkyclaus
“¡Yo sí lo compro!” exclamó uno de los hombres de mi casa (que la cortesía obliga a decir que también es suya) cuando vimos en un noticiero deportivo que un grupo de integrantes del equipo olímpico de Gran Bretaña había posado en ropa interior de la firma Nichole de Carle London para un calendario del 2012, realizado con fines benéficos. Ingenuamente, le pregunté si sabía el nombre de alguna de las deportistas. “No, no conozco a ninguna. Pero no importa. ¡Salen en lencería!”
Y así, después de casi un siglo del movimiento deportivo femenil, nos damos cuenta que una mujer puede usar unos guantes de box, patear un balón o manejar un auto en las pistas, pero a la otra mitad de la humanidad sólo le sigue importando que “salga en lencería”.
No voy a discutir si el fin (una donación benéfica) justifica el medio (posar en lencería para un calendario). Lo que realmente preocupa es que el fenómeno del sporno (las imágenes de deportistas con poca ropa) es cada vez más común.
El deporte ha sido, desde siempre, un espacio masculino. Los deportistas que se ven en medios son hombres. Los jefes de las principales asociaciones deportivas mundiales son hombres. Los comentaristas deportivos que acaparan la mayor parte de los noticiosos son hombres. Las mujeres difícilmente tienen cabida en este espacio…a menos, claro, que muestren algo de piel.
De acuerdo al Monitoreo Global de Medios del 2010, las mujeres están presentes en menos del 10 % de las noticias deportivas que se generan en todo el mundo, una total incoherencia si se considera que la participación femenina en los últimos Juegos Olímpicos alcanzó un índice del 43 %. La mayoría de los espacios deportivos, ya sea en prensa, radio o televisión, están dedicados al deporte varonil, mientras que la información del deporte femenil se le subordina: si sobra tiempo y espacio, se habla de las mujeres, aun cuando el esfuerzo y el resultado sea el mismo (o lo supere): los éxitos deportivos de las mujeres no tienen ni remotamente la misma resonancia que aquellos de los hombres. En nuestro país, una mujer tuvo que ganar una medalla olímpica de oro para merecer, por primera vez en la historia, la portada de la prensa deportiva (Soraya Jiménez, Sídney 2000). Antes que ella, cualquier futbolista mediocre, cualquier director técnico polémico, cualquier marchista eliminado de una competencia tuvo ese honor.
¿En qué sección de la prensa deportiva sí están mujeres? En espacios titulados: “Las Bellas del Deporte”, “Las Diosas de la Cancha” y otros tantos que sólo destacan el cuerpo y rostro de las mujeres, sean deportistas, novias de deportistas o simples aficionadas. Lo deportivo es lo de menos. El principal mérito de estas mujeres es ser bellas.
Lo anterior ha provocado que el ideal de una deportista lo constituya una mujer que además de (o aun sin) méritos deportivos, tenga también buena presencia, un cuerpo escultural, un rostro agradable y el indispensable “carisma” para modelar unos zapatos, aparecer en la portada de alguna revista para caballeros o estar en un calendario de lencería. Hagan lo que hagan, las mujeres en el deporte deben verse “lindas”. Los casos más notorios se han dado en disciplinas como el tenis o el voleibol, en los que se ha impuesto un vestuario más “atractivo” (ceñido al cuerpo) para los fines mediáticos. No hace mucho, el “cerebro” de la FIFA, Joseph Battler, dijo que para hacer más atractivo el futbol femenil, las jugadoras podrían usar “pantalones más ajustados”. En el futbol americano no se complicaron y mejor quitaron la ropa para lanzar la LNFL, una liga femenil que juega en lencería. Sólo así.
Detrás, está la idea de que los deportes son sólo para el público masculino. En tanto haya piel a la vista, las deportistas venden. Y como “la que no enseña no vende”, muchas atletas tienen que ingresar en esta dinámica: enseñar se convierte en el recurso más eficaz para conseguir la atención, los patrocinios, los espacios mediáticos que de otra forma no tendrían. Como chicas sensuales, porristas o modelos de bikini, las imágenes de mujeres en el deporte abundan; pero como deportistas, se mantienen ausentes. En la lista de los cien deportistas mejor pagados del mundo no hay ninguna mujer; en la lista de las cien mujeres más sexys del planeta, hay más de veinte. Así de disparejo es este mundo.
Así que, como le dije a ese hombre de mi casa, no me salgan con que lo importante es que el calendario es para un fin benéfico. Si así fuera, comprarían igual un calendario de las deportistas más bellas de Inglaterra que los deportistas más famosos de México. Ya los quiero ver, muy atentos al mes de enero, con la foto de Cuauhtémoc Blanco en bikini.