El tema de moda en materia educativa en México es desde luego el referente a los libros de texto gratuitos para el periodo 2023-2024. Pero en realidad la actual polémica no es tan actual. Les dejo por aquí una breve historia de los conflictos por los que los libros de texto gratuitos han pasado en la historia de México.
- De en uno en uno sí puedo (1834)
- Una historia confusa
- Si se educan ya no se reproducen (1921)
- Todo lo arruinan esos comunistas (1959)
- Estúpido y sensual libro de texto (1972)
- La modernización educativa (1992-1993)
- Algunas historias diferentes (2008-2014)
- ¿Y ahorita? (delirantes años veinte)
De en uno en uno sí puedo (1834)
Podríamos marcar el inicio de estos libros con el presidente suplente Valentín Gómez Farías. Ese hombre adelantado a su tiempo propuso no solo que las escuelas estuvieran a disposición del pueblo en general de forma gratuita, sino que también propuso la creación de libros de texto. Creó la Dirección General de Instrucción Pública para el Distrito y Territorios de la Federación. También decretó la ley conocida como Leyes expedidas para el arreglo de la instrucción pública, en el Distrito Federal (1834), que en su artículo diez decía:
Designará los libros elementales de enseñanza proporcionando ejemplares de ellos por todos los medios que estime conducentes.
¿Funcionó? Por supuesto que no. ¿Libros y educación gratuita? ¿De qué estás hablando, Valentín? Lo que en realidad ocurrió fue que se ató una soga muy bien apretada en su cuello, y no solo por esa reforma, sino también por destituir a miembros del ejército, limitar los diezmos… pelearse con todos, pues.
Con el tiempo la reforma de Valentín se olvidó. Vinieron guerras, invasiones, más guerras y más invasiones. Por ahí un batallón de irlandeses muy mono que nos apoyó contra Estados Unidos. Y la historia de estos libros se retomó hasta la llegada de otro personaje: Ignacio “El Nigromante” Ramírez (¿apoco no suena mejor así?).
Una historia confusa
Según cuenta Emilio Arellano en su libro Ignacio Ramírez, el Nigromante: Memorias prohibidas, Ramírez inició con la redacción del libro de texto gratuito, incluso su tataranieto acusa de plagio intelectual a Gabino Barreda. El diario Excélsior, en 2015, retomó una conferencia del propio Arellano donde se cuenta una historia curiosa.
De acuerdo a Emilio, Ignacio recibió un reloj de su padre, nada fuera de lo normal, si no fuera porque su padre era el vicegobernador de Querétaro, y que el reloj de bolsillo le había pertenecido a Miguel Hidalgo.
Fuera de lo que podría pensarse el reloj no se utilizó para ufanarse entre los círculos privilegiados, sino que se empeñó, y con el dinero Ignacio compró una prensa de segunda mano, pero evitó ser despedido (vendió un regalo, qué mal gusto el suyo) porque con esa prensa imprimió lo que serían los libros de texto que se distribuirían más adelante.
Lo que resulta comprobable es que en efecto, Ignacio Ramírez redactó, aunque muchos años después de lo que cuenta Arellano, los tomos de Libros Rudimental y Progresivo para la Enseñanza Primaria, el cual se utilizó como manual para el maestro.
El autor Fernando Cruz se salta estos eventos y va hasta 1891, cuando Justo Sierra dictaminó que los libros de texto debían ser no solo gratuitos, sino también obligatorios. Una premisa interesante, pero difícil de ejecutar, pues a pesar del crecimiento gradual en la economía mexicana, la desigualdad y falta de vigilancia provocaba una distribución deficiente.
De nuevo todo se quedó en los discursos y las buenas intenciones.
Si se educan ya no se reproducen (1921)
En 1921, luego de la Revolución, un joven diplomático y con una pizca de pensamiento eugenista, José Vasconcelos, creó la SEP, y de ahí un proyecto interesantísimo: el Departamento de Bibliotecas.
Quizá por la premisa expuesta en su libro La raza cósmica: “Las razas inferiores, al educarse, se harían menos prolíficas”, o quizá por continuar con la pacificación del país (¿cómo saberlo?), inició una campaña de alfabetización, usando términos bélicos: “ejército infantil”, por ejemplo, para declarar abiertamente la guerra contra la ignorancia. Parte de esa lucha trajo materiales de lectura ideologizados, lo que no sorprendió a nadie, pues era bien sabido que también se buscaba dar el punto de vista de los últimos victoriosos (si los hubo) de la Revolución mexicana.
Dos problemas marcaron esta etapa: la falta de recursos y logística para la distribución de estos libros, y los altos índices de analfabetismo.
Todo lo arruinan esos comunistas (1959)
De entre las consecuencias buenas que dejó Vasconcelos, estaba un muchacho muy inteligente que fue su secretario particular, y luego secretario de educación, y luego director de la UNESCO, y luego otra vez secretario de educación: Jaime Torres Bodet.
Las condiciones en que Bodet regresó a la SEP en 1959 no son relevantes para este texto, pero las acciones realizadas sí. Gracias a Torres Bodet se creó en febrero de 1959 la Conaliteg (Comisión Nacional de Libros de Texto Gratuitos). Aquella institución, cuyo logo fácilmente se puede confundir con el de una marca de sueros orales, fue principalmente dirigida por un novelista de la Revolución: Martín Luis Guzmán.
Pero el contexto era complicado, tal como se explica en el libro Historia Mínima: la educación en México:
(…) la declaración de López Mateos en relación con la orientación ideológica de su gobierno —de “extrema izquierda” dentro de la Constitución—, vino a exacerbar los ánimos y a vincular los textos gratuitos con una supuesta injerencia comunista en el medio educativo.
¡¿Qué?! ¿Dijo la palabra con “c”?: ¿comunista?… ¿El PRI comunista? Pues sí, esas eran acusaciones hacia el sistema educativo en 1959.
Pero la polémica con los libros de texto no se limitaba al miedo a que aquellas infancias se convirtieran en rojillos revoltosos, sino que también había intereses pecuniarios.
Tal como afirma Elizer Ixba Alejos “La originalidad, y punto de discordia de la iniciativa, se localiza en la tríada gratuito-único-obligatorio”, el problema no era tanto un nuevo libro, sino que este libro fuera único, o sea, estandarizado para toda la República. Era un entorno en que editoriales privadas habían acaparado la venta y distribución de libros de texto, llegando al punto de que autores vivieran únicamente de la escritura de estos libros, y que el principal mercado de las editoriales fueran las escuelas. Sin embargo, el costo de producción era elevado, y para que las editoriales tuvieran ganancias, los precios incrementaban. Dejando incluso a la arbitrariedad de editoriales y libreros para la asignación de los precios de libros necesarios para la educación. Evidentemente eso generaba una brecha entre los que podían pagar los libros y los que no tenían acceso a ellos.
Pero para eso estaba el Estado, para reclutar empresarios innovadores:
José García Valseca, dueño de una cadena de periódicos y uno de los zares de la industria de la historieta mexicana, también exploró alternativas para producir libros a bajo costo. A principios de los cincuenta compró en Europa una rotativa especial y produjo más de cuarenta mil libros de lectura, I y II, a tres tintas, con un costo de 20 centavos para los escolares.
Las editoriales no podían competir contra esos precios, por lo que las protestas se incrementaron.
La discusión logró atenuarse agregando unos toques de consideración para los negociantes:
Los libros eran obligatorios pero no exclusivos. Por tanto, los maestros podían recomendar, sin carácter obligatorio, textos complementarios y de consulta.
Inmediatamente los libros rojillos diseñados por perversas mentes seguidoras de Marx dejaron de verse tan comunistas como antes.
Estúpido y sensual libro de texto (1972)
Por un tiempo la aceptación de los libros se consiguió, pero luego llegó Echeverría y su secretario de Educación Víctor Bravo a querer pervertir a los niños (?), pues a la Comisión de Libros de Texto se le ocurrió agregar educación sexual en el área de Ciencias. Sucede que en ese momento se tomaron más en serio el contenido de los libros para la infancia mexicana, por lo que llamaron a expertos para la redacción de estos documentos. En el caso de ciencias, el Instituto Politécnico Nacional se encargaría de su redacción, para Español y Ciencias Sociales, sería el Colegio de México.
Sin embargo, eran tantas las quejas que se podrían dividir en tres grupos:
- Las organizaciones conservadoras criticaban la educación sexual para los niños.
- Los intelectuales mexicanos argumentaban la falta de nacionalismo en los contenidos de historia.
- Grupos docentes se quejaban de no ser convocados para participar en la creación de estos contenidos.
Si se hace una revisión hoy, sobre el libro de Ciencias Naturales de sexto año, parece bastante lógico, y también necesario, que se le agregara esa parte (se llamaba “Cómo nos desarrollamos”) al libro de texto, pues se trataba de enseñar a los preadolescentes los cambios que tendrían ya que entraban a esa etapa tan detestable que lleva por título “adolescencia”. Inmediatamente después de ese apartado, se agregó otro dedicado a la evolución. Esos académicos no se miden, ¿verdad?. Sin importar críticas, los libros se publicaron y además se mantuvieron por años.
La modernización educativa (1992-1993)
En 1992 se firmó el Acuerdo para la Modernización de la Educación Básica. El entonces secretario de educación, Ernesto Zedillo, presentó un documento basado en tres “erre”, que nada tiene que ver con la ecología, se trataba en cambio de reestructurar el sistema educativo, reformular el contenido educativo, y revalorar a los docentes. Así, al momento de reformular, se pretendía la creación de una nueva Ley de educación, y también la actualización de los libros de texto gratuitos. Se acercaba el Y2K y los niños del futuro no podrían enfrentarse así a las máquinas (?).
Los cambios consistieron, entre otras cosas, en agregar de nuevo Historia Patria a los libros, y un movimiento que ya se había convertido en sello de ese periodo presidencial: la intervención de una empresa privada. La editorial Santillana presentó un texto carísimo y con varias erratas. Pero el principal conflicto fue que a este libro se le agregaban sucesos lúgubres de la historia mexicana como lo fue la noche de Tlatelolco (pero responsabilizando directamente al ejército, claro), y de paso se le quitaron mitos históricos: El pípila y los Niños Héroes.
No se preocupen, esos libros fueron retirados y se crearon otros para 1993, en los cuales ya no aparece la noche de Tlatelolco, se presenta a los Niños Héroes de nuevo, y las causas míticas de la Guerra de los Pasteles se reafirmaban.
Algunas historias diferentes (2008-2014)
Para 2008 salieron nuevos libros que enfatizaban el bicentenario de la Independencia y el centenario de la Revolución, y los libros evidentemente sufrieron unos ligeros cambios, por ejemplo, la figura de Valentín Gómez Farías fue olvidada, misma que no volvería; en 2011 el diseño de los libros fue más didáctico y edulcorada para una generación visual, en 2014 por fin se presentó el tema de la matanza de 1968. Sin embargo, el problema con estos últimos libros, fueron la cantidad de errores detectados por la propia SEP.
Los errores iban desde faltas de ortografía, como escribir “exijen” en lugar de “exigen”, hasta faltas de actualización en normas ortográficas como escribir “Procurador General” con mayúsculas.
En realidad eran errores dispensables para cualquier institución, excepto para la SEP. Habitualmente, aquellos sujetos de rendimiento que son explotados para la creación de estos libros pudieron estar cansados al redactarlos, lo que no justifica que se careciera de filtros editoriales.
El problema se complicó porque ya se habían mandado a imprimir los libros, por lo que una corrección inmediata era imposible. Se optó por una fe de erratas.
¿Y ahorita? (delirantes años veinte)
Doy un salto hasta los próximos libros de texto, espero no se me acuse de pertenecer a alguna ideología política, lo hago solo porque ya me extendí demasiado.
Gracias a la polarización actual, cualquier cosa que haga un bando, será ridiculizado por el otro. Afortunada, y desafortunadamente, la “verdad” ya no corresponde a pruebas que sustenten tu postura, sino a la cantidad de seguidores que tengas.
Veamos entonces comentarios que han dicho las personas con el número suficiente de seguidores en redes como para tener una voz relevante en estos delirantes años veinte del siglo XXI:
Chumel Torres (comediante y presentador de noticias):
Pasa una cosa muy extraña con la 4T, antes de este gobierno, nunca habíamos hablado de la SEP como estamos hablando; nunca habíamos pelado a los jueces de la Suprema Corte, nunca habían sido populares, ¿por qué? Porque no se había necesitado. (…) aguas, porque el tema va a ser que ahorita en la educación pública ya viene mal… o sea ni siquiera es culpa del maestro, ya viene mal desde el libro.
Adrián Chávez (lingüista y escritor):
El problema no son los libros, el problema es la perspectiva desde la cual los están juzgando, simplemente no entienden. Los libros no dicen que lo que está mal está bien ni viceversa, lo que hace es abandonar esa dicotomía de hablar bien y hablar mal, que es algo que la lingüística hizo hace más de cien años, pero que el sistema educativo, por alguna razón, no se había enterado.
Aurelio Asiain (editor y escritor):
No voy a opinar por lo pronto sobre la naturaleza propagandística de los libros. Me parece, como editor, que son una mierda.
Alma Maldonado (investigadora del Cinvestav):
No solo hay problemas de contenido, sino también empezamos a detectar ya problemas de plagio. En la infografía que presentó Pepe, el texto es un texto citado de un artículo de la UNAM, de divulgación, pero no se cita la fuente, ¿no? Hablando de temas de plagio que han estado presentes, entonces a la mejor es el primero de varios. Hay por ahí otros elementos que toman los libros sin citar la fuente adecuada. Este no es problema menor.
Dan Sumatoria (creador de contenido y profesor universitario):
Los matemáticos siempre hemos dicho que las matemáticas no son de repetir un montón de cosas, hacer operaciones una y otra vez, sino de pensar (…) por ejemplo aquí explican qué es un fractal, una idea compleja, pero en palabras muy sencillas.
Javier Alatorre (presentador de noticias):
El virus comunista, su resurgimiento está en la educación comunista que la Secretaría de Educación Pública busca imponer a las niñas y a los niños de México. Estamos ante una conspiración fraguada por comunistas trasnochados.
Al parecer los problemas con los libros de texto son como un ouroboros que se muerde la cola hasta el fin de los tiempos, y menos mal que se abra la discusión cuando ocurren este tipos de sucesos que revelan quién dirige la educación en nuestro país.