*No es un libro de narcoliteratura, señala la ganadora del Premio Nacional de Periodismo 2010
Morelia, Mich., 23 de octubre del 2011.- El nuevo libro de Magali Tercero, “Cuando llegaron los bárbaros”, es una crónica que parte de la visión de la gente común, la gente que no está directamente relacionada con el fenómeno del narcotráfico pero que vive con miedo, la gente de a pie o “de a troca”, como ella los llama.
Se trata de un mosaico de voces, entre ellas la de su propio abuelo, un campesino asesinado arteramente por cultivar amapola. Es, a decir de la misma autora, “un retrato de un momento de transición en México en los usos y costumbres de la gente.” La idea de este libro nació de un reportaje para la revista Letras Libres -por el cual ganó el Premio Nacional de Periodismo Cultural Fernando Benítez 2010- “Culiacán, el lugar equivocado”, que trata sobre la vida cotidiana en dicha ciudad a partir de que se desató la violencia de la llamada guerra del narcotráfico.
“No es un libro de denuncia” resalta la escritora, “no quisiera ver mi libro metido con calzador en el nicho de la narcoliteratura”. Destaca que los testimonios de los que parte su crónica no son de las víctimas directas, sino de todas aquellos que viven dentro de este ámbito de violencia, que retratan un miedo más sutil, que con tristeza pueden darse cuenta –o a veces ni siquiera lo notan- que se han acostumbrado a vivir dentro de la violencia. El objeto que persigue su crónica es precisamente sensibilizar a todos aquellos que aún no se encuentran inmersos en esta realidad.
Al cuestionársele sobre las mitologías urbanas en torno a estos temas que atemorizan y fascinan a la población, respondió que a lo largo de su investigación pudo detectar gran cantidad de leyendas urbanas en donde se logra detectar una ambivalencia moral, pero que se puede concluir con precisión que parten de una base real y que la manera de estos “testigos” de comunicar su miedo o hacerlo patente es apropiándose de estas historias y adaptándolas a su ciudad natal o apropiándose de los personajes principales, diciendo que conocen o son parientes de alguno de los protagonistas de la narración en cuestión.
Al cuestionársele sobre el papel de la narcoliteratura, declaró que se ha potencializado porque es un tema actual y que sólo el tiempo dirá si prevalece o no, aunque considera que la literatura de la frontera es mucho más que narcoliteratura y que a los escritores fronterizos, en su camino de transformar y formar un nuevo lenguaje como habían venido haciendo desde hace años, “se les atravesó” el tema del narcotráfico y que “a ver cómo salen de este tropezón” porque se encuentran ante un tema “de moda.”
“Me interesa más entrevistar a un sicario que al Chapo” afirmó la autora de “San Judas Tadeo, santería y narcotráfico” con toda seguridad; ya que, para ella, entrevistar a un político es enfrentarse a alguien que tiene un discurso prefabricado, que se dirige a un público en particular y que pretende obtener algún tipo de beneficio con sus palabras. En cambio, los testimonios que conforman su libro, fueron proferidos sin intención de convencer, de lucirse ni de obtener beneficio. “Hablan de otra manera, con una emoción palpable.” Y esto es precisamente lo que busca la crónica: “a la crónica le interesa el corazón del hombre” que es, a su modo de ver, lo que necesita en estos momentos un país lastimado como el nuestro, “tomar la ruta de las emociones.”