Por Lenin Cardozo
Mi hermana Surena es un año mayor que yo y nació con una discapacidad, lo que la convierte en mi más segura y bienvenida herencia, una vez que mi mamá ya no esté en condiciones físicas para atenderla. Es decir, por ser yo el hermano inmediato, seré quien asumirá su custodia y el garante de que disfrute la última etapa de su existencia con la mayor calidad de vida que esté en mis manos brindarle.
Es un ser indefenso, que debo cuidar y proteger hasta el último día que mi cuerpo sea capaz de vivir. Pero paradójicamente su minusvalidez le permitió desarrollar una sabiduría de existir, no para la vida práctica por cuanto es una sabiduría espiritual. Aprender a valorar lo que significa mi hermana como un ser especial, me ha permitido valorar la vida.
El ambiente es como mi hermana Surena: está indefenso y necesita protección. También es minusválido, porque ya no puede valerse por sí mismo. La mayoría de sus ecosistemas perdieron su capacidad de autoregenerarse.
No sé en qué momento pasó, pero perdimos nuestra sentido de pertenencia para con el planeta. El afecto por la naturaleza se nos ha hecho incomprensible. Castramos nuestra capacidad de amar, y ahora apenas nos alcanza para dar un poco de afecto a los más cercanos de nuestra especie.
El ambiente no es un espacio lleno de caminos o carreteras, campos o ciudades, vientos, lluvias o días soleados. Alguna que otra montaña, cerros o colinas, cordilleras, ríos, lagos o mares. Unos árboles o follajes silvestres. Perros callejeros y fortuitos pájaros revoloteando. También algo de calor o frio. Para muchos, no es más que eso.
Para los antiguos griegos Theá Gea (la Tierra) era una diosa, el dramaturgo Sófocles la define como la más sublime de las diosas en su obra titulada Antígona.
El ambiente o la naturaleza o la Tierra, “el Planeta Azul”, es el mayor de los privilegios al servicio de todo ser viviente. En él se da el principio de cada transitar, su posterior recorrido y el final del ciclo. En tiempos que pueden durar años o minutos. Es lo más esencial e incondicional que hayamos tenido. Trasciende a nuestra propia existencia y nos cruza con otras vidas. Condiciones tan perfectas que en él se da la creación. Valorar todo lo que representa el ambiente es vivir merecidamente.
Proteger a la sabia naturaleza al igual que mi hermana fortalece mi sentido por la vida. Es la guía de mis esfuerzos, que son tal vez pocos, cotidianos e insuficientes para esta gran tarea ambientalista. Pero seguramente como usted, algo sumamos al bien y por el bien de todos los que respiramos en este planeta.