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Mi nombre era Eileen: un drama decepcionante

Eileen

Hace algunos años, el inglés William Oldroyd debutó como director con Lady Macbeth (2016). Se trata de un drama de época, basado en la novela del escritor y periodista ruso Nikolai Leskov, Lady Macbeth de Mtsensk, publicada en 1865. La protagonista es una joven mujer, casada sin amor para satisfacer las necesidades económicas de su familia, pero que decide revelarse contra las tradiciones iniciando un tórrido romance con uno de sus empleados. El resultado es una película intensa y sensual, que llevó al estrellato a Florence Pugh, quien en ese entonces era una desconocida actriz de reparto.

Con la pandemia de por medio, Oldroyd decidió incursionar nuevamente en la dirección con la adaptación de otra obra literaria. La elegida fue Mi nombre era Eileen de la autora estadounidense Ottessa Moshfegh, reeditada por Alfaguara. La obra, cuando se publicó en 2015, tuvo una muy buena recepción y desde ese entonces, otros cuatro libros de la escritora han sido traducidos a la lengua de Cervantes.

La historia está ambientada en el Massachusetts de principios de los años sesenta, durante el inicio de la temporada invernal. La joven Eileen Dunlop (Thomasin McKenzie), trabaja como ayudante en un centro de detención de delincuentes juveniles. Su vida transcurre entre un trabajo rutinario y los cuidados que prodiga a su padre, un expolicía alcohólico y abusivo. Pero todo da un vuelco con la llegada de una nueva psicóloga a la prisión, elegante, bella y segura de sí misma, Rebecca (Anne Hathaway), que además tiene un interés genuino en la joven, o al menos eso parece.

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Las primeras escenas de la película nos muestran el carácter de la protagonista. Detenida en su viejo auto, en un mirador durante una helada tarde invernal, parece fijar la vista en el mar, pero un movimiento de la cámara nos muestra su verdadero objetivo, una pareja de amantes en un auto cercano. Por un instante, Eileen da rienda suelta a sus fantasías, hasta que decide aplacarlas con un puño de nieve dentro de su ropa interior. Con ese gesto, la desaliñada joven vuelve a su realidad: una vieja casa que comparte con un padre que la menosprecia.

Conforme avanza el metraje vamos descubriendo el entorno familiar de la protagonista: una hermana mayor que detesta a su padre y una progenitora que ha muerto con las secuelas de alguna enfermedad mental. La cámara nos muestra las obsesiones de Eileen, que van de cometer pequeños hurtos en tiendas y usar la ropa de su madre, hasta fantasías sexuales y disparatadas agresiones con un arma de fuego.

En un segundo acto, el guion firmado por la propia autora de la novela nos muestra la espectacular llegada de Rebecca, quien ajena a las tradiciones del lugar, reparte su atención entre la joven ayudante y uno de los jóvenes a su cargo. La aparición de esta mujer actúa como catalizador en la vida de Eileen, quien ahora pone más cuidado en su apariencia y ejecuta pequeños actos de rebeldía antes de llevar a la práctica una de sus más peligrosas fantasías.

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Hasta ese momento la narrativa es sobria y sólidamente estructurada, tanto el trabajo de fotografía, como el diseño de producción crean una adecuada atmósfera de época y mediante primeros planos, logramos intuir en el rostro de la protagonista sus reacciones ante cada acontecimiento. En ese momento el interés se centra en el desenlace que tendrá la relación que se va formando entre las dos mujeres. Para ello, el guion ha ido sembrando algunos elementos que aparentemente formarán parte del desenlace: un arma, un padre alcohólico y un adolescente que purga condena en el centro de detención.

Sin embargo, para el último tramo, la película da un giro inesperado y absurdo. Se revela una gran manipulación y un desengaño, las dos mujeres terminan siendo cómplices de un crimen. ¿Cómo llegamos a esto? De un enamoramiento que comienza a ser obsesivo a una mujer desconocida atada en el sótano, hay muchos más pasos de los que vemos en la pantalla. La tensión que la narrativa había construido hasta ese momento, se diluye en una secuencia intensa pero incongruente. Es verdad que este tercer acto también forma parte de la obra original, no se inventó para la adaptación cinematográfica, pero no por ello deja de ser una resolución truculenta. Es un golpe de efecto que deja de lado el desarrollo de los personajes para convertirse en un thriller poco convincente y hasta cierto punto, decepcionante.

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