Los días de octubre han estado salpicados de Morelia: de su cine, sus libros y sus artistas. Hace una semana viajé a esas tierras abordo de una camioneta con el grupo cumbianchero Los Kinkones del Ritmo. ¿El motivo? Los quince años de la revista Revés, publicación digital en la cual tengo el privilegio de colaborar con crónicas cardencheras o textos alegres y procaces como este. Francisco Valenzuela, editor en jefe de la Revés, junto con su presidenta Alejandra Quintero, tuvieron el buen detalle de invitarme a celebrar con ellos. No pude negarme a la fiesta. Por cierto, lo de Revés fue por el disco “Revés/Yo soy” de Café Tacuba, aunque quince años después Valenzuela lo niegue.
En el evento celebratorio me encontré a varias estrellas de la cultura michoacana. Ahí estaba Darío Zalapa, poeta del pueblo que fabrica las mejores guitarras del mundo: Paracho, aunque ese viernes los periódicos no lo recuerdan por sus instrumentos de madera fina, sino por el asesinato de su alcalde Stalin Sánchez González. Ese escritor de historias sangrientas y turbias me dice, al sonar una canción de OV7, que Ari Borovoy es un gran productor. Yo le digo que Kalimba me parece el más destacado de esa banda. Continuamos brindando por los quince de Revés.
Ahí también estrecho la mano y converso fugazmente con el cineasta Adrián G. Camargo, quien al igual que Zalapa es un destacado poeta. Me vienen a la mente algunos versos de su inspiración que me sé de memoria de su Todavía es mañana, de la Editorial toluqueño Diablura, y aquí van:
“envidio la paz de la cafetera cuando se queda sola en la estufa / envidio el sonido que se escapa de la tetera / cuando nieve el agua / envidio la suavidad del pan que hacía mi madre / envidio las canas de mi padre”.
Yo en cambio envidio la lucidez de Adrián, no envidio el tinte de cabello de Francisco Valenzuela y digo salud de nuevo con Darío Zalapa.
Entre varias celebridades, los Kinkones arrancan su show casi a la media noche con sus éxitos musicales tales como Terrícola infiel, La Vecina, Buena onda y la melodía estelar: Tus quince. El baile comenzó en ese lugar perdido en el centro de Morelia con el nombre de Tezla. A las tres de la madrugada, antes de bailar con el set musical de un DJ tapatío llamado El chico del apartamento 5-12, nos fuimos por fin a La Burbuja. Continué brindando con Darío Zalapa y ahora también con Casandra, uno de sus rubios amores michoacanos.
Regresé a la Ciudad de México y volví a encontrarme a Darío Zalapa en la presentación de su libro Perro de ataque la tarde del jueves 12 de octubre en la Feria del Zócalo. Una novela que no he leído pero que cuenta él que está situada en el tiempo de Felipe Calderón, a la mitad de su sexenio, cuando “el periodista se convierte a una figura de poder” porque es un periodista de nota roja, que tiene 30 años de oficio, que consume cocaína y que tiene contactos en el gobierno y en el crimen organizado. Zalapa, quien dice que la noche lo estimula para escribir, porque la noche tiene relieves que no tiene el día, advierte que escribió esta novela negra porque “tenía una deuda con esta ciudad”, con Morelia. De ahí el mote de “El escritor de la guitarra negra michoacana”, por aquello de que nació hace 27 años en Paracho.
Con un pie en Morelia, por su festival de cine, volví a encontrarme a Zalapa, una vez más en la FIL del Zócalo, pero ahora presentando la novela Un camello en el ojo de la aguja, de Imanol Caneyada, que por cuestiones administrativas con la Universidad de Guadalajara quedó sin distribuirse y 15 años después el editor Ricardo Lugo le dio vida en su sello joven e independiente que comenzó como una revista literaria con el sugerente nombre de Los Bastardos de la Uva.
La presentación del libro que se centra en la venganza y redención, hizo que incluso el comandante F. Solano, hombre con pistola en la cintura y que cuida los eventos de esa feria, se comprara por 70 pesos un ejemplar de eso que dijo el autor, nacido en España y quien vive desde hace 28 años en Sonora, que para “escribir tiene que ser un canalla”.
Han sido pues quince años de que se fundó la revista Revés, quince años de que nació una novela olvidada, también quince años del Festival Internacional de Cine de Morelia donde escribo estas líneas. Ya iré contando los fracasos y los triunfos desde el lugar de la charanda, las corundas y el Buki. Sólo agregar que hemos visto poco cine por falta de boletos, pues además de que mi gafete de prensa es el de más baja categoría es complicado encontrar boletos en la taquilla del remodelado Cinépolis Centro, para mirar alguna obra maestra o un bodrio soporífero mexicano o internacional. Ya andamos pues bailando con las quinceañeras de Morelia en este mes de octubre y haciendo muchos Facebook Live para esta prestigiosa revista.