Desde el comienzo de Rusia 2018, hemos publicado un intercambio de cartas entre el mexicano Adrián González Camargo y el argentino Roberto Jáuregui. Sus esperanzas mundialistas han sido derribadas, pero su amistad no la destruye ni el mejor delantero del mundo.
Querido Adrián:
Dentro de un rato salgo para Arica, en la frontera chileno-peruana. Estoy feliz por ello, no por dejar Chile, sino por estar un poco más cerca de México y de Morelia. ¿Alguna vez sentiste que no sabías bien dónde estaba tu hogar? Yo creo que el mío sigue siendo Mar del Plata, allá, al lado del frío Océano Atlántico; pero en este momento siento añoranza de Morelia y eso me hace pensar no poco en esa trillada expresión «Ser un ciudadano del mundo».
Esa misma duda tuve hace tiempo, luego de pasar seis años viviendo en los Estados Unidos (recuerdo que me preguntaste si alguna vez había sentido en carne propia la discriminación; y sí, la respuesta fue en ese bendito país que tanto tiene de bueno como de detestable); cuando decidí regresar a Argentina pensé en cómo iba a sentirme ante ese cambio y, la verdad sea dicha, no fue para tanto, ya que no sentí pesar alguno por dejar el estado de la Florida de manera definitiva. Lo que sí recuerdo bien de aquel viaje fue que, si bien me sentí feliz de volver a mi país, mayor fue la alegría al pisar el suelo de mi ciudad.
Soy argentino, sin duda, pero más que nada soy marplatense. Fue en ese momento cuando tomé plena consciencia de ese detalle tan pequeño pero tan profundo: «Ésa es mi tierra», me dije; y está bien que así sea. Argentina es un ente demasiado grande como para quererlo todo al mismo tiempo. ¿Y ahora, qué sucederá con mi regreso a Morelia? Chi lo sa. Tengo algunas ligeras ideas, pero no me adelantaré a exponerlas, ya que es bien sabido que los sentimientos tienen razones que la mente no entiende y no es cuestión de andar dándoles argumentos para que después anden mofándose de nosotros de esa manera tajante y directa que tan bien manejan.
Perdón, che, me estoy yendo por las ramas otra vez y todavía no empecé a responder a tu última carta. Algo te dije el otro día con respecto a no tomar las cosas demasiado en serio, menos una cuestión deportiva como la que estamos tratando de tanto en tanto. Será que yo no me tomo en serio ni siquiera a la vida misma (¡Gol de Schopenhauer! ¡Y qué gol, carajo! Si hasta dan ganas de salir a abrazarlo aun cuando sea del equipo contrario y hayan quedado afuera de la copa. Por cierto ¿Te acordás del partido entre Alemania y Grecia de la mano de Monty Python? Qué obra maestra, señor… otro lujo aparte). Sigo. Eso de que los estallidos en Latinoamérica son cada vez más esporádicos me parece totalmente cierto; en ese sentido es muy acertado tu punto de vista.
También coincido con vos en el punto de que los medios están cada vez más precisos y efectivos a la hora de generar un nuevo escándalo para tapar a las verdaderas cuestiones de importancia; pero yo creo que eso no es algo que se circunscriba a Latinoamérica; creo que la manipulación es global y que la gente compra basura sin importar sin están en América, en Europa o en Asia. Voy a ser sincero aun a pesar de que corro el riesgo de pasar por elitista, pero sé que vos me entendés y que sabés bien que mi idea está lejos de querer sentirme parte de un grupo de elegidos, pero la cosa es bastante simple: la gente no entiende el ochenta por ciento de lo que ven o leen, así que no deberíamos tener muchas esperanzas en ese tipo de «revolución». Las revoluciones nunca fueron pacíficas y eso de andar esperando que con «educación» se solucione todo me parece un quimera más o menos infantil (¿Te has fijado que cuando la gente dice «Aquí lo que hace falta es educación» en general quieren decir «Aquí lo que hace falta es gente que piense como yo»? El ego es el gran monstruo de la actualidad. Y no olvidemos que el ego es fascista).
Qué gran imagen es la que me compartiste con eso de la fotografía a finales del siglo XIX. De inmediato pensé, claro, en Cartier-Bresson (Aunque es de mediados del siglo XX, déjame pasar la incongruencia) y esos magníficos claroscuros suyos. Sí, de acuerdo, como dijo Jean-Luc Goddard: «Toda edición es una mentira»; en ese sentido, el mundo de hoy es una edición constante. Hasta la misma realidad se ha convertido en una pantalla, así que ahora las tijeras ya no la tienen los censores, como hasta no hace poco; ahora las tienen los mismos usuarios y cualquiera es un Catón en ciernes (o, lo que es peor, lo es de manera constante de su propia realidad). ¿Pesimismo? Naaa… sólo optimismo bien informado. Fundido a negro.
Man, quisiera seguir pero ya sale el autobús. Sé que me quedan cosas en el tintero, pero eso no deja de ser bueno, que queden cosas para después me van a brindar algunas puntas para empezar a escribir en cuanto llegue al hotel en Arica, si es que alguna neurona quedó en su sitio después de cuarenta horas de ruta.
Te mando un fuerte abrazo y estamos en contacto. No recuerdo cuándo juegan contra Brasil pero, cuando lo hagan, gánenle como lo hicieron contra Alemania. Si pudieron una vez van a poder dos. Échenle ganas. No es que importe demasiado, pero en estos días que corren, toda alegría es bienvenida.
Un fuerte abrazo.
Roberto.
Valparaíso – Santiago de Chile. 29 de junio de 2018
Imagen: Flikr