Por Mar Proud
Se cerró el telón. Y los miles de turistas que llegaron a Londres para presenciar el evento deportivo más famoso del mundo, regresaron a sus países de origen. Y los cientos de voluntarios -que con todo su esfuerzo hicieron de los Juegos Olímpicos todo un éxito- regresaron a sus trabajos habituales.
No cabe duda que Londres 2012 fue EL evento. La ceremonia de apertura fue todo menos lo que se esperaba de los Británicos. El mundo estaba frente a su televisor seguro de ver una ceremonia que marchara contra reloj (la famosa puntualidad británica), un tanto cuadrada y solemne.
Para sorpresa de todos, resultó todo menos solemne y cuadrada. Los Británicos tuvieron a bien reírse de sí mismos y celebrar su historia de una manera divertida, relajada y moderna. Lo mejor sin duda, fue ver a la nueva «chica Bond» saltar desde un helicóptero para bajar al estadio principal del parque Olímpico en Stratford.
Los juegos corrieron sin ningún contratiempo, la seguridad estaba a tope. Era impresionante caminar por las calles Londinenses, ¡había policías literalmente hasta dentro de los baños públicos! Y muy frecuentemente se les escuchaba gritar ¡señores cuídense los traseros, los carteristas van por ellos!
Olas de personas de todas las nacionalidades, colores, estaturas y edades caminaban por las calles portando banderas y jerseys de sus países. La vibra fue increíble. Como habría dicho Sue Barker (comentarista deportiva de la BBC) «miles de seres humanos reunidos en un mismo punto, en paz y armonía y en pro del deporte».
La verdad es que me parece increíble la capacidad que tenemos los seres humanos de poder comportarnos como seres educados en todos los sentidos cuando la situación así lo requiere. ¿Por qué no comportarnos así siempre? Definitivamente, viviríamos en un mundo mejor y más productivo si en lugar de estarnos insultando unos a otros nos ayudáramos.
Los Londinenses estuvieron de lo más encantadores, más que lo normal que es ya mucho decir, ya que son personas sumamente amables y ayudan casi sin pedírselos. Daban direcciones a cuanto turista se las pedía y procuraban tener una sonrisa en los labios en todo momento.
Medallas de oro, plata y bronce, ramos de flores, besos, abrazos, felicitaciones y muchas pero muchas lágrimas por parte de los campeones olímpicos y del público que presenció sus triunfos también. Yo me sumo entre ellos. Confieso que más de una lágrima me corrió por las mejillas al ver por ejemplo a Sir Chris Hoy ganar su sexto oro, al saber que México había ganado el oro en futbol o cuando Stephen Kiprotich, de Uganda, al ganar el oro en la maratón dijo: «Antes era un don nadie, ahora soy un Ugandés grandioso».
¡Y es que esas emociones son tan contagiosas! Ahora que ya todo terminó, siento nostalgia olímpica. De verdad que extraño la vibra que le inyectaron los visitantes a Londres, extraño los eventos y extraño la emoción de las competencias.
Londres 2012 ha dejado una huella imborrable en millones de personas. Un legado deportivo enorme y será difícil superar lo que hicieron durante estas dos semanas de Olimpiadas. Sin duda, Río de Janeiro tendrá que trabajar fortísimo estos 4 años para poder sobrepasar lo que Londres logró hacer este año.
Reunir a estrellas como Paul McCartney, Spice Girls, Madness, Annie Lenox, por mencionar algunos; lograr una escenografía tan majestuosa y llena de significado histórico y emocional; mantener a millones de personas en control y en calma, no debió ser tarea fácil pero Gran Bretaña lo logró y nos dejó recuerdos que contaremos a nuestros hijos y nietos. Una experiencia que guardaremos en el corazón para toda la vida.
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