México tiene un futbol tan pobre, que en toda la historia no nos ha dado un solo ídolo impoluto. ¿Y Hugo Sánchez? Pues sí, penta pichichi en España, una leyenda en Europa, pero cuando le tocó tirar un penal en México 86 lo entregó a las manos del arquero.
Luego se hizo un tipo tan nefasto que no lo aguantaron ni en los Pumas, a pesar del bicampeonato. Como comentarista la cosa es peor, pues el ego lo invade a la menor provocación.
¿Y Rafa Márquez? Más o menos lo mismo, campeón con Mónaco, Barcelona y León, pero con el Tri es más recordado por sus polémicas expulsiones que por tantos partidos y mundiales defendiendo los colores patrios (bueno, los colores de la Federación Mexicana de Futbol).
De ahí en fuera, hay un montón de futbolistas que han tenido su momento de gloria para luego ser desechados por una afición olvidadiza y ojete, pues desde la comodidad de su red social favorita condena a deportistas por ser unos “fracasados” o “pendejos”, como si el que juzga fuera un destacado premio Nobel de Física.
Todo esto viene a colación por el héroe del momento: Paco Memo Ochoa, el arquero que ahora, dicen, ya busca el mismísimo Barcelona. Luego de sus grandes atajadas a Neymar y compañía, Ochoa es el futbolista de moda, el rey de los memes, el más guapo para las mujeres y el más chingón para los hombres.
¿Cuánto le durará la querencia del respetable azteca? A lo mejor unos cuantos días, pues bastará con que la Selección pierda ante Croacia para que toda la fanaticada se le voltee a Francois y vuelva con la cantaleta de que los mexicanos no servimos para nada.
Ya antes hemos construido ídolos al vapor y los hemos hecho pedazos con la misma facilidad. Lo fue Kikín Fonseca en Alemania 2006 y Chicharito Hernández en Sudáfrica. El primero fue devorado por la fama, metió un miserable gol en el Benfica de Portugal y hoy juega en un equipo de Costa Rica, porque el Atlante ya no lo quiso ni gratis. Lo de Hernández es muy distinto; con todo y que casi no juega en su Manchester, lleva 60 goles en distintos torneos a cuatro años de su llegada, mientras que con el Tricolor la ha metido en 35 ocasiones, lo que lo acerca a Jared Borgetti, el histórico rompe redes con 46.
Sin embargo, el todopoderoso aficionado promedio mexicano no baja al egresado en Chivas de “tronco”, “cazagoles” o “suertudo”, y se lleva las manos a la cabeza cuando el técnico nacional decide ingresarlo al terreno de juego. Los mexicanos, tan chingones en todo lo que hacemos, no perdonamos que un delantero como él sea banca en su equipo, y nos da mucha risa que varios de sus 60 goles en la Premier League los haya anotado con la quijada, con el hombro o con el culo. Él ya pasó de moda, ya no lo queremos porque ahora está el Hermoso Peralta y claro, Paco Memo, el bendecido.
En nuestro futbol no tenemos un Ronaldo, un Zidane, un Maldini o un Maradona. Nuestros ídolos son una moda tan efímera, que basta con que jueguen mal un partido para echarlos a la basura, para hacerles un meme burlón y entonces buscar refugio en cualquier otro entretenimiento.