Por Rogelio Laguna
Gran alegría entre los fieles ha suscitado el anuncio de que Juan Pablo II será canonizado en próximas fechas y en tiempo record para un proceso de canonización- ¿Se le otorgará el Guiness?-. El papa más famoso de todos los tiempos, inspiración de multitudes y, ahora, operador de milagros, se volverá santo este 2011.
Todos nosotros seremos testigos de cómo el expapa empieza a ser venerado en las catedrales y en miles de iglesias que en todo el mundo buscan aprovecharse de su “carisma”. Junto con Juan Pablo II sube a la santificación su proyecto eclesiástico: el odio al socialismo y el trabajo a favor de los grandes capitales y los bancos (del Vaticano), su empeño en pronunciarse a favor de la “familia tradicional” y por tanto rechazar las uniones homosexuales y el aborto, o cualquier intento de planificación familiar. No olvidemos su rechazo al uso del condón, el cese de los obispos teólogos de la liberación en Latinoamérica y el encubrimiento de prácticas poco “ortodoxas” de curas en todo el mundo.
Sorprende, sin embargo, el silencio al respecto de esta canonización por parte de los artistas, escritores, generalmente lejanos de las cuestiones religiosas, tal vez a excepción del budismo como lo ejemplificaron los Beatles. Gran error se ha cometido, sin embargo, al alejarse tan de prisa de los dogmas de fe. Más se habría conseguido, si sabiendo jugar las reglas del juego, tuviéramos ahora un San Ciorán, Santa Concha Urquiza, Santa María Zambrano, San Miguel Hernández, etc.
Por mi parte no renuncio aun al proyecto de canonizar a algunos de los grandes de la literatura, la música, la pintura, etc., quienes con menos artimañas que Juan Pablo II, a veces con más, han inspirado a millones de almas “perdidas”, han hecho cambiar la vida de miles de lectores y continúan iluminando, o tal vez oscureciendo, con una Voz que no puede ser sino la de las musas, diosas vírgenes por antonomasia, el camino de la creación.
Anuncio a todos que pronto comenzaré a recabar información para lograr la santificación de Sor Juana, la mejor escritora y seguramente “la peor mujer” de la época virreinal (para efectos de las morales en turno). No sé a ustedes, pero a mí ya van varias veces que (santa) Sor Juana me hace “el milagrito”.