CARTELERA RETROSPECTIVA
Con una larga trayectoria como actor a cuestas, el neozelandés Russell Crowe decidió que era el momento de subirse a la silla de director. Promesa de vida (The water diviner, 2014) es su largometraje debut, un drama de época rodado entre Australia y Turquía que fue ampliamente reconocido en la más reciente entrega de los premios que otorga el Australian Film Institute.
Sin embargo, su estreno en los Estados Unidos ha pasado con más pena que gloria, mientras que en México, en su segunda semana en cartelera, ha registrado números más bien modestos, ayudada un poco por la ausencia de opciones atractivas para un público adulto.
La batalla de Galípoli fue un cruento enfrentamiento bélico que tuvo lugar entre febrero de 1915 y enero de 1916 en Turquía, en el marco de la Primera Guerra Mundial. Ingleses y franceses, apoyados por una gran cantidad de inexpertos soldados australianos y neozelandeses enfrentaron en condiciones desventajosas a un gran contingente de efectivos turcos apoyados por oficiales y suministros alemanes.
El resultado inmediato fue más de medio millón de muertos y desaparecidos así como la penosa retirada de los ejércitos aliados. Pero a mediano plazo, el fracaso de la maniobra militar tuvo consecuencias inesperadas: favoreció las condiciones para la revolución bolchevique en la Rusia zarista y consolidó la unidad nacional de Australia y Nueva Zelanda.
Dicho lo anterior, es en ese complejo contexto en donde se desarrolla la historia de Promesa de vida. Un tozudo granjero australiano con talento de rabdomante (de ahí el título en inglés de la película), decide emprender un viaje a Turquía para localizar a sus tres hijos desparecidos tras la batalla de Galípoli. Ya en Estambul, el angustiado padre debe aguantar no solo los embates de las autoridades británicas y turcas, sino también los de una joven y atractiva viuda muy necesitada de cariño.
Ante la complejidad del contexto, la ópera prima de Russell Crowe al menos intenta equilibrar los diferentes puntos de vista del conflicto, aunque lo hace de una manera superficial. Pero sus buenas intenciones no son suficientes para darle buen rumbo a un relato al que le sobran muchas cosas, la más notable de ellas sería su meloso romance metido con calzador. Bien podría aplicar en este caso aquello de: “el que mucho abarca, poco aprieta”.
Promesa de vida apenas raya la medianía, es un drama bienintencionado pero inofensivo, ofrece algunas secuencias que pretenden ser trágicas, pero su fotografía preciosista las envuelve con un insufrible tono azucarado.
A esto debemos sumar el desarrollo caprichoso con tintes sobrenaturales del filme (la extraña capacidad del protagonista no solo para encontrar agua sino casi cualquier cosa que se proponga), pero lo peor es quizás el manejo del talento infantil: el típico niño que quiere caerle bien a todos pero que resulta absolutamente irritante. El largometraje debut de Russell Crowe podría resultar incluso pasable si no se tiene nada mejor que hacer, pero ¿por qué mejor no leer un libro o alquilar una buena película?