Por Raúl Mejía
Alexandra Sapovalova nació en plena Segunda Guerra Mundial. Es la niña cuyos orígenes familiares, documentados en las cartas encontradas (2018) en un baúl bajo la cama de su hermana Tatiana, dan cuenta de las tribulaciones de sus padres entre 1936 y 1972.
Esas añejas misivas Alexandra las ordenó y convirtió en un libro titulado Cartas del baúl, con comentarios iniciales a cargo de Irena Medina (hija menor de Alexandra y Fausto); una contextualización histórica del epistolario por cuenta de Antonio Ruiz Caballero y notas adicionales de Alexandra que conectan con las historias de las familias Sapovalov y Vojacek.
De esa forma nos enteramos de los periplos y tribulaciones de sus abuelos paternos y maternos (más los segundos que los primeros) durante los años finales de la Rusia zarista, el triunfo de la revolución bolchevique, las dos guerras mundiales, la llegada al poder del Partido Comunista de Checoslovaquia (1948). Los “años felices” en la década de los sesenta del siglo pasado y la excepcional actividad cultural gracias a la distensión política generada en el periodo de Nikita Jruschov luego de la etapa estalinista; la efímera puesta en práctica del “socialismo con rostro humano” promovida por Alexander Dubcek, dirigente del país. El resultado de ese experimento, como todos lo sabemos, es conocido como “El fin de la primavera de Praga”.
Alejandra trae consigo una historia rica, pesada, asimilada y conciliada que se siente en el trato amable y fino que la caracteriza. Para quienes la queremos es un motivo de alegría ser parte de sus amigos y amigas. Espero a través de esta breve entrevista el número de quienes la aprecian se incremente. Sin más rollo, pasamos a la entrevista.
Sostiene Alexandra:
A partir de los años treinta mi papá se va a vivir a Moravia del sur después de haber hecho su servicio social como médico en Uzhorod (que actualmente forma parte de Ucrania). Ahí conoce a mi mamá en 1933. Ella tenía diecinueve años y él cuarenta. La edad entre ambos fue un problema que nunca terminó de resolverse. Para mis abuelos ese hombre que pretendía a su hija estaba muy viejo… y además era ruso. En realidad, mis abuelos maternos nunca lo aceptaron del todo, pero en estos casos, como pasa siempre, mi mamá les informó su decisión: si no aceptaban el matrimonio, entonces se iría de la casa.
Finalmente se casaron en 1934 y me han contado que mis abuelos no asistieron a la boda. Mi papá consiguió un puesto de médico en un pueblo cercano a Bzenec llamado Blatnice. Ahí mi papá puso su consultorio y empezaron su vida matrimonial. En 1936 nació mi hermana Tatiana. Fue una etapa muy buena porque siendo doctor le iba bien… hasta 1939, cuando empezó la guerra: de hecho, las cosas cambiaron en 1938 con la ocupación de Checoslovaquia.
Más tarde, en 1945, el frente ruso pasó por todo Checoslovaquia empujando a los alemanes al Occidente y hubo muchos muertos, bombardeos, batallas. Este tipo de acontecimientos afectaron muchísimo a mi mamá, los vivió aterrada. Vivíamos muy precariamente. Todo se tenía que adquirir a través de cupones de racionamiento. Un año fue muy complicado para la familia.
Cuando nací (en 1943), mi madre cayó en una profunda depresión post parto y no me pudo atender como quería. Fue mi papá quien se hizo cargo de nosotras con la ayuda de mis abuelos maternos. Me contaron después que faltaba de todo y nos alimentaban con avena y cualquier cosa que se pudiera hacer con eso. Mis abuelos estuvieron muy cerca de nosotras, pero básicamente quien nos sacó adelante fue mi papá. Mi madre pasaba mucho tiempo en el hospital. Iba y venía, pero su salud no mejoraba y todo le afectaba de manera muy grave y ocurrió que, en 1945, un vecino acusó a mi padre de ser “colaborador de los alemanes”.
Este tipo de denuncias era muy común… creo lo siguen siendo en las disputas actuales porque le gente termina por “simpatizar” con quienes son vencedores en un conflicto. Este tipo de denuncias fue muy común cuando la guerra recién había terminado y por esa denuncia encarcelaron a mi papá por tres meses hasta que se aclaró todo, pero mi mamá resultó muy afectada.
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Muchos años después (2014) con mi hermana fuimos a Blatnice. Yo no me acordaba de ese lugar. Mi hermana me enseñó la casa donde vivíamos, el consultorio de papá y la casa de los gitanos, quienes fueron los únicos personas que ayudaron a mi familia durante ese año angustioso. Caminando por el pueblo apareció una señora mayor y nos gritó: “¿Y ustedes, de quién son?”. Le dijimos el nombre de mi papá y quedó muy sorprendida. “¿El doctor Sapovalov? ¡Él me salvó la vida!”. Imagínate nuestra emoción al escuchar eso.
Mi mamá cada vez empeoraba en su salud. Los acontecimientos la superaban: la huida de los partisanos, los alemanes, los bombardeos. Ella no aguantó eso. No tenía la fuerza que nosotras heredamos de mi padre. A partir de ahí sus estancias en el hospital se hicieron más frecuentes, pero le pedía a mi papá que por favor nosotras nos quedáramos bajo el cuidado de sus papás (mis abuelos maternos).
Eso complicaba mucho las cosas porque la animadversión hacia mi padre nunca cesó. No digo que nos hablasen mal de él, pero como niña uno “siente” esas cosas y pasábamos mucho tiempo con los abuelos. Nos dábamos cuenta. Yo creo que, en algún momento, mi papá pensó que podía “perdernos” y cuando yo cursaba el segundo año de primaria nos llevó a vivir a su casa de manera definitiva. A partir de ahí, sólo pasábamos las vacaciones con los abuelos.
Luego nos mudamos a la frontera con Polonia… más o menos en 1947, porque en esa zona se necesitaban muchos doctores, ingenieros, mineros y otros trabajadores. Así tuvimos una nueva casa y vivimos una etapa muy feliz en Stary Bohumin. Volví algunas veces a ese pueblo y sigue teniendo el mismo número de habitantes; unos cinco mil. Aclaremos: no es un pueblo. Tiene la categoría de ciudad… pero bueno, la casa la han modificado mucho. En 1968 la convirtieron en una estación de policía.
En ese pueblo/ciudad, mi papá empezó a trabajar como médico, pero a partir de 1948, cuando gana las elecciones el partido comunista, se prohíben todas las prácticas profesionales privadas. ¿Cómo fue que ganó un partido comunista las elecciones? Se explica, de manera sencilla, “porque nos liberaron los rusos” y era natural ese triunfo. Fue un triunfo lógico y tuvo el apoyo de la mayoría.
Por esa época mi madre ya tenía dificultades para relacionarse incluso con nosotras y empezó a tener ideas suicidas; finalmente las hizo realidad en 1957… en la distancia, pienso que fue una liberación para ella, para mi padre, para mis abuelos.
Mi hermana y yo tratamos de emparejar a mi papá, pero nunca lo logramos. Ninguna candidata era de su agrado. Todas las candidatas tenían algún defecto y nunca volvió a tener una pareja.
Yo siempre creí lo que se difundía la propaganda soviética entre 1948 y 1968. En las escuelas era obligatorio hablar en ruso a partir del cuarto grado de primaria. Si a eso le sumas la influencia de mi papá… mmh… creo esto no te lo mencioné: mi papá siempre se asumió como ruso e incluso hablaba el checo con un fuerte acento ruso. Nos enseñó muchas canciones que ni los rusos actuales se saben. Yo sí. Hasta la fecha me las sé. De alguna manera me siento rusa también… pero volviendo al tema, las vacaciones las pasaba en los campamentos de pioneros. Ser pionera era una cosa muy importante y significativa. Lo conseguías a partir del cuarto año de primaria. Hasta la fecha guardo mi “pañoleta roja de pionera”. Ya en la universidad, me afilié al Partido Comunista. Fui “la comunista más joven de la Facultad de Pedagogía”.
Ya desde los quince años pasábamos a formar parte de las Juventudes Checas Socialistas y usábamos camisas azules, sin la pañoleta. Sí, participábamos en “la construcción del socialismo”. Pienso que todos creímos sinceramente que ese camino era el mejor. Éramos parte de la construcción de algo nuevo. Siendo niños y niñas íbamos felices a los campos a recoger papas. Seguro en Occidente decían “pobres niños” pero no es cierto. Lo hacíamos muy contentos. Yo sí creí que era el mejor sistema y que el mundo debía ser socialista. Todo lo que hacíamos era necesario para construir ese “mundo nuevo”, se trataba de levantar al país de la destrucción causada por la guerra.
Los sesenta fueron una etapa maravillosa a pesar de la Guerra Fría. Fue con la llegada al poder -en la URSS- de Nikita Jruschov cuando se dio una enorme efervescencia en la música, literatura, teatro. Recuerdo que con mi amiga Maruska estábamos inscritas en la ópera, en la orquesta sinfónica, en teatro. Eso fue en Ostrava. Tres veces por semana íbamos a algún evento y sí, tuve una educación de mucha calidad y era para todos. No importaba el estrato social. Todos tuvimos acceso a esa educación esmerada.
En 1960 fui por primera vez a la URSS. Fui sola y a través de una amiga que me recibió en su casa. Fue inolvidable. Era uno de mis sueños: San Petersburgo, Moscú, las noches blancas de Leningrado. Años después, en 1965, volví, pero esta vez en grupo. La cultura rusa, como te lo he dicho, me resulta muy cercana y aun hoy, cuando lavo los trastes, escucho música rusa. Siempre.
Cuando fui a visitar a esa amiga me di cuenta de las diferencias en la forma de vivir en ese sistema. Ella vivía en un departamento de dos cuartos. En uno, ella y su abuela; en el otro, sus padres. En ese aspecto, el de la vivienda, los checos vivíamos mejor. La etapa de Alexander Dubcek como Primer Secretario del Partido Comunista de Checoslovaquia, es muy grata de recordar. Él pretendía un “socialismo con rostro humano” y tenía el apoyo de todo el país. Nunca se habló de abandonar el socialismo ni distanciarse de la URSS. La invasión de 1968 fue un error de los soviéticos.
Lo malo de ese sistema en que viví, es que la iniciativa de las personas no importaba. En ese sistema eras libre sólo si pensabas como socialista, eras libre si escuchabas la radio del Estado y si no coincidías con esas ideas, no lo podías expresar.
Lo que pasó después de 1968 no lo viví directamente porque me vine a México, pero supe que las cosas se deterioraron mucho entre ese año y 1989. Mi hermana o mi cuñado, por ejemplo, no podían hablar con libertad cuando los veía o nos llamábamos por teléfono. A un lado de su departamento vivía un vecino que era “oreja del gobierno” y todos lo sabían. Luego de 1989, con los cambios tan radicales que se sucedieron, el gobierno pretendió sacar la “lista de orejas”… pero desistieron porque más de la mitad de los habitantes era oreja. Ser ese tipo de espías (porque eso eran) era muy común y rendía beneficios que se traducían en oportunidades diversas, como poder enviar a los hijos a tal o cual universidad. Ser oreja, en realidad, no era algo voluntario. Las circunstancias obligaban a serlo.
No padecí ningún “shock cultural” al venir a y vivir en México. Rusia tiene mucho de latino: van de la extrema alegría a la tristeza profunda. Eso pasa en México y los checos no caen en esos estados de ánimo tan fácilmente. Los checos somos herméticos, sobre todo los de Moravia, pero cuando los conoces y te abren el corazón, puedes estar seguro que tendrás una amistad para toda la vida y estarán a tu lado cuando los necesites. Los rusos son muy generosos y los checos muy medidos. Son más occidentales.
Yo sabía de México. Estudié español y leía mucho sobre el país. Le debo mucho a Elena (Poniatowska) en eso de conocerlo. Sus entrevistas compiladas en Todo México me ayudaron muchísimo a entender una buena parte de lo que este país. Se lo he dicho muchas veces.
Cuando veo videos o me entero por noticias de lo que pasa en Rusia actualmente, tengo la impresión de que no están muy enterados más allá de ellos mismos… o no les importa. Parecen felices en ese capitalismo ruso en que les tocó vivir y creo que Putin tiene el apoyo de la mayoría de los rusos porque es un hombre fuerte y los rusos siempre han necesitado ese tipo de líderes para vivir. Putin conoce como pocos el carácter y el alma rusa y supo construir su camino al poder desde hace treinta años. Él no es socialista, ni comunista ni demócrata: Putin es un imperialista.
Respecto a lo que pasa en Ucrania las cosas me resultan muy confusas. La parte oriental de Ucrania es esencialmente rusa. Se habla en ese idioma. Mi papá es de esa zona y, como te lo dije antes, siempre se asumió como ruso. Parece que una de las “justificaciones” para la invasión fue la amenaza de la OTAN de poner bases militares cerca de Ucrania, y el interés de los ucranianos por ser parte de la Comunidad Europea.
No tengo una opinión enterada sobre ese asunto. Es muy complicado.
Dos de mis hijas viven bien en Chequia. Tamara se fue de México hace muchos años e Irena lo hizo hace seis. Su caso es muy interesante porque ella y su marido han sabido aprovechar las oportunidades que mi país les ha brindado. Su situación en Morelia era muy precaria. En México, si no tienes influencias, si no estás conectado a alguien “que te pueda ayudar” es muy difícil que te vaya bien.
Mi hija Kalina vive en Morelia y vive como vivimos muchos en esta ciudad.
Mi balance de vivir en México es de agradecimiento.
México me dio la libertad de un trabajo que disfruté mucho; me dio amigos entrañables y la posibilidad de disfrutar estos años como jubilados sin apremios mayores.
Me siento también mexicana. La mayor parte de mi vida la he pasado en este país con mi esposo y mis hijas… y ahora, de vez en vez visito a mis nietos que viven en Chequia, en Inglaterra y en Morelia.
Foto superior: Primavera de Praga. Fuente: Wikipedia