Por Adán Echeverría
La poesía, toda, la que se produce en México es una poesía de altibajos, que mucho habla de la vanidad de los autores, y de el hecho real de vivir en un país en el que uno no puede cómodamente detenerse años a escribir poesía nada más, carajo hay que luchar para comer todos los días.
Leer poesía es una tarea que requiere cierto entrenamiento.
Mario Bojórquez
Justificar los malos textos pensando que el otro, el lector, no tuvo la capacidad ni el entrenamiento suficiente para poder acceder a las obras crípticas de las que nos jactamos, es de una total candidez. Es así como muchos autores van por el mundo, con una currícula de premios y publicaciones influenciando en la límpida mente de jovencitos y jovencitas que buscan adentrarse en el mundo de las letras vía la clase o el taller y son engañados.
En verdad que uno quiere pensar que aquello de “cierto entrenamiento” que señala el epígrafe de arriba tendría que estar referido al: dime lo que lees, dime cuánto has leído y discutamos, pero igual es muy falso. Todo escritor que se precie de querer serlo tendría que estar conciente de que se escribe con la simple idea de comunicar. Por supuesto que si tu currícula de premios y publicaciones la has logrado con esa capacidad de engaña-bobos que tan bien se aprende en el cinismo de la vida, se te antojará rodearte de pequeños escritorcillos en ciernes, a los que educarás en tus propias aguas, para volverlos tus alegres compadres, a quienes dar palmaditas, que luego retornarán como aplausos y el círculo se cerrará a través de las ideas literarias que se comparten.
Los presupuestos ay, los presupuestos. He ahí uno de los grandes males que tiene la literatura. De todo libro se aprende algo, y me sostengo, hasta de la mala poesía se puede aprender, se aprende de mirar los errores que los demás cometen, pero ¿qué es mejor, estimado lector, mirar la paja en el poema ajeno, o la viga en el propio?
Nadie tiene la suficiente capacidad, ni jamás la conseguirá, para poder decir: esto es o no es poesía, jamás podrá decirlo como la última palabra; pero goza de todo el derecho a decirlo si al final agrega: para mí.
La poesía, toda, la que se produce en México es una poesía de altibajos, que mucho habla de la vanidad de los autores, y de el hecho real de vivir en un país en el que uno no puede cómodamente detenerse años a escribir poesía nada más, carajo hay que luchar para comer todos los días.
De ahí que surjan las ideas de querer apropiarse una beca: alaba a tu maestro tallerista, cuando sea tutor del Fonca, seguro te dará una beca, tus 7 o 12 mil pesos mensuales, seguro te brindarán un poco más de tiempo para pensar en descalificar al otro.
Así la crítica literaria es para sacar posibles competidores del camino. Si yo soy becario o tutor del Fonca, maestro o alumno tallerista de la fundación de letras mexicanas, tengo un portal de Internet que critica poesía, seguro que, para los bobos burócratas, seré un maestro con currícula avezada que me permitirá decir y desdecir de quién es o no poeta. Pero cuando la crítica resulta ser: yo y mis amiguitos nos reíamos cuando leías tus poemuchos en el encuentro de escritores, ¿de qué estamos hablando? ¿Cómo pretendemos que eso sea crítica de literatura? Entonces la descalificación del otro poeta es con en el fin de quitar competidores que luchen contra mi por esos presupuestos, ay los presupuestos.
Las diversas estructuras metodológicas para el análisis literario, cualesquiera que sean usadas para hablar de una u otra obra, siempre estarán cargadas de un enorme subjetivismo. Al final, la principal crítica es: para mí. Para mí, esto no es poesía, para mí esto si es poesía, por eso y por eso otro.
Me encanta la cara que pone el autor cuando el presentador habla de su obra, la cara siempre es de: yo jamás pensé en todo eso que dice, pero qué padre que lo diga, para que al siguiente acto, yo mismo me crea que en verdad pensé en todo eso que el presentador dijo, a la hora de explicar la gestación de mi obra al periodista, mucho más si el periodista ni siquiera sabe de literatura sino asiste a cubrir una nota porque hay una lana de por medio, y una cuota de notas al día que le permitan hacerse de un salario.
Es una realidad que tu bagaje de conocimientos de libros y literatura te hará tener las herramientas para poder disfrutar, para ti, de un poema o de una obra. Pero, si el entrenamiento que dicen que tiene que tenerse para leer poesía fuera una necesidad intrínseca para poder acercarse a un libro de poesía, a un poema, entonces, para qué pensar en programas de Salas de Lectura y de Fomento ala Lectura, si los personajes neófitos jamás podrán leer poesía porque no cuentan con ese entrenamiento.
En verdad que esa postura del entrenamiento no es más que un pretexto para ocultar las propias carencias, para justificar los pocos lectores a tu obra. A mí me queda claro, necesario es escribir pensando en un lector mucho más audaz que nosotros, un lector al que no se busque educar, sino con el que se busque compartir.
Imagen: The Guardian Pictures