Como cuando se te sube el muerto: no tenía el control de ningún músculo y sobre todo no podía hablar. Quería decir una palabra que no tiene significado, pero empieza con una zeta seguida de una a. ZA. El resto de la palabra no lo recuerdo. No es relevante. Mi cerebro le ordenó a mis dientes que se juntaran para iniciar el sonido de la zeta. La orden se paralizaba apenas se formulaba. La zeta, de por sí, es de la consonantes que más vibran. Sin embargo, una zeta paralizada vibra con una fuerza capaz de desorbitar los ojos y retorcer los dedos. Necesitaba pronunciar esa palabra imposible. Sabía que enunciarla me devolvería el control de mis músculos.
Por medio de su sonido rompería al muerto, o lo que fuera que estaba doblegando mi voluntad. Lo raro es que no yacía acostado en una cama, flotaba rígido en posición vertical como arrastrado por el viento apenas perceptible que se mueve dentro de un pasillo con todas las puertas cerradas. En un arranque de desesperación sobrehumana logré hacer que emergiera una sola fuerza para enunciar una zeta seguida de una a.
ZA.
Ahora estaba en mi cama, despierto, sudando, agitado, un poco mareado.
2:47 am. Viernes 30 de Noviembre. 22° C temperatura ambiente. 38° C temperatura corporal. Fiebre causada por exceso de cobijas. Días anteriores había pegado el frente frío número once, haciendo bajar la temperatura hasta ocho grados abajo de lo normal. Días anteriores había estado durmiendo con tres cobijas y dormía bien, pero ese día no hacía frío y las cobijas sobraron.
Hasta aquí todo irrelevante, de no ser porque un par de días después, en medio de una plática trivial, me dice una amiga: “Wei, tuve una pesadilla bien fea. Soñé que el SAT me volvía a cobrar el dinero que le acabo de pagar. Desperté sudando bien feo.” Al preguntarle sobre la fecha, resultó que fue el mismo día y más o menos por las mismas razones. Ella se durmió con sudadera esperando que hiciera frío y no fue así. Hubiera realizado una encuesta informal, pero ya habían pasado más días de los convenientes para sondear la calidad de sueño de mis conocidos según el manual para encuestas de La Universidad de Chicago. De cualquier forma puedo enunciar una hipótesis. No pierdo nada, solo mi tiempo y el de ustedes.
“Las noches en las que la temperatura sube más de 5°C respecto a la noche anterior, las personas se abrigarán esperando un frío que no sucederá y mientras duermen, su temperatura corporal alcanzará los niveles de la fiebre, desencadenando la parasomnia conocida como pesadilla.”
Supongamos que dicho cambio de temperatura no afectó así a toda la población. Vayámonos con una cifra baja: el 5% de la población de México, es decir: 6.5 millones de habitantes. Hagamos un esfuerzo por imaginar a 6.5 millones de personas acostadas, en distintas partes de la república, teniendo pesadillas al mismo tiempo; creando, por medio de reacciones neuronales atípicas, realidades llenas de dolor, miedo, desesperación, tristeza, estrés y absurdos existenciales.
En la mayoría de los casos un sueño, mientras sucede, constituye una realidad incuestionable para quien lo tiene. Es decir, al menos esa noche, 6.5 millones de seres humanos experimentaron abandono, llegaron tarde a alguna cita importante, fueron despedidos del trabajo, recibieron citatorios para pagar sus impuestos, corrieron a toda velocidad sin avanzar ni un milímetro, se encontraron desnudos en medio de una multitud vestida, se les cayeron todos los dientes, tuvieron apariciones de demonios, se refugiaron en una cueva llena de serpientes, vieron morir a algún ser querido, murieron ellos mismos o flotaron sin tener control de nada.
Un cambio de temperatura desató un infierno en nuestras tierras y nadie se dio cuenta.
Solo quería mencionarlo. Saludos Cordiales.
http://revesonline.com/2018/12/02/mi-peor-pesadilla-es-la-sonrisa-de-katy-perry/