Mamacitas y mamacitos, ya estoy de vuelta aquí en nuestra sala virtual cachonda. Me alegra que nos encontremos nuevamente, mi cama es su cama, mis sábanas suyas y mis recuerdos su humedad.
En esta ocasión quisiera agradecer al mamacito sabroso Raúl González Mendoza por apoyarme con la edición de este audio. Millones de gracias a Revés Online por este espacio y a ustedes, que me prestan sus ojos, oídos e imaginación, para trasladarles a ese rincón íntimo de mis recuerdos.
Este día en sus #HistoriasHúmedas semanales, les presento “Sobre la mesa de Póker”, espero les guste.
Aquí la continuación de la antesala de esta serie de relatos
Una nueva etapa en mi vida estaba comenzando, yo en definitiva me sentía un tanto enfadada y temerosa de iniciar una relación ‘seria’, justo en el momento que disfrutaba más de mi soltería y mi libertad; pero había algo que me llamaba, algo que me hacía querer estar ahí, ya por su acento sensual, por sus bellos ojos almendrados, por su boca adictiva…
Él se esmeraba cada día en enamorarme, en hacerme sentir la mujer más hermosa, más deseada, más perfecta; y yo hasta cierto punto me lo permitía. Finalmente ese era el trato: enamorarme y enamorarse.
Pasados dos meses aproximadamente, me citó en su apartamento, nos sentamos a la mesa y lo noté extraño, sus dedos golpeteaban nerviosamente la mesa y su mirada enfocaba algún punto perdido en el piso.
De pronto respiró profundamente y lo dijo: -Lo he intentado, de verdad, pero no puedo enamorarme. Eres maravillosa y me encanta estar contigo, pero no, no puedo, no voy a enamorarme nunca.
Yo para ese tiempo, sentía algo en mi pecho, si era amor o ‘enculamiento’ no sé, pero era algo que me apretaba fuerte, presionaba desde mis ojos y me producía escalofríos por todo el cuerpo. Me sentía incrédula de lo que escuchaba, enojada, engañada…todo, todo junto. Le dije que creía que era muy poco tiempo para poder saber si puedes enamorarte, que me permitiera un poco más para intentarlo, pero al parecer su decisión era definitiva.
Me fui, con la cola entre las patas, con el pecho apretado y lágrimas en los ojos. En mi cabeza rolaban miles de ideas, de momentos de dos meses tan intensos, tan apasionados, tan exquisitamente deliciosos.
Llegué a casa y me di una ducha, mientras lo pensaba, mientras recordaba cada momento intenso que vivimos, cada beso, cada caricia, cada mensaje. Salí, me sequé el cabello y el rastro de agua de mi cuerpo y me tiré desnuda sobre la cama, ahí escribí, 4 historias, 4 recuerdos, 4 momentos intensos, 4 días que marcaron mi experiencia de vida con él…
Y ¿saben algo? La historia ahí no termina…
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Con amor, Escarlata.