“No hay nada que se pueda hacer, solo esperar la muerte”. Es la sentencia que recita un anciano purépecha a su joven interlocutor. La amenaza, que involucra a una vieja leyenda del lago de Pátzcuaro, parece referirse no solo al cuerpo acuático que está desde hace décadas en franca decadencia, sino también al tejido social que lo rodea.
Un cuento de pescadores (2024) es el segundo largometraje de Edgar Nito. La película se estrenó en la pasada edición del Sitges, probablemente el punto de encuentro más importante del cine de género, para posteriormente pasar a la selección oficial del FICM y luego al Feratum. Tomando como punto de partida la leyenda de la Miringua, Nito y compañía enlazan una serie de historias de jóvenes lugareños, que con sus desquiciadas decisiones parecen confirmar la profecía del anciano.
¿Qué es la Miringua? De acuerdo a una tradición de la región lacustre, es un ser sobrenatural que busca a sus víctimas por las noches, generalmente hombres solos, ejerciendo sobre ellos una fascinación tal, que los obliga a adentrarse a las profundidades del lago. Este mito parece tener su origen en los antiguos sacrificios humanos que se realizaban en el lugar, con la intención de calmar a los dioses o asegurar la continuidad de los ciclos naturales. Posteriormente, a la Miringua se le adjudicó una función admonitoria, como una advertencia a los bebedores, que tras caer en un estado de inconsciencia, podrían encontrar la muerte en las turbias aguas.
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Y efectivamente, en una de las escenas, la matriarca advierte a sus hijos sobre los peligros de beber, recordando la trágica muerte de un familiar. Pero esta vocación espectral y ubicua, permite al relato divagar en la ambigüedad. Vemos a la Miringua como un ser con características femeninas que desgarra con sus afilados dientes y en otras ahoga a sus víctimas; también se presenta en forma de una bella joven que seduce a los incautos.
En cualquiera de sus presentaciones no hay escapatoria posible, pero tampoco hay un patrón, ni un sentido en sus acciones, lo mismo ataca a un borracho, a un joven enamorado o a un pescador enamoradizo y solitario. Claro, se puede alegar que un ser sobrenatural, al no estar sujeto a las leyes terrenales, puede actuar como le dé su regalada gana.
Ya existen cortometrajes michoacanos que apelan a la leyenda, sin perderse en vaguedades, dotando de sentido a las acciones del personaje. Naná Mirinkua (nótese el cambio en la grafía), que fue elaborado por niños de las comunidades indígenas y Mirinkua, dirigido por Regina Murguía y Ximena Xolalpa, que a pesar de sus limitantes, logra hacer una actualización coherente del mito. Ambos trabajos formaron parte de la programación del Animal Film Fest.
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Mientras que en los cortometrajes mencionados el personaje está incrustado en la narrativa, en la película de Edgar Nito, la Miringua es solo un accesorio que se mueve en la periferia de las maldades y desatinos de los ribereños.
De hecho, dos de las historias podrían contarse sin la necesidad de un ser sobrenatural, es el caso del pleito entre dos muchachas que termina en el asesinato de una inocente (con todo y máscara de viejito), así como el relato de dos enamoradas, que en plena boda de una de ellas, se fugan para terminar en un festín de muerte con cuchillo cebollero incluido. Y es que como mencionamos anteriormente, en la cinta de Nito no hay salvación posible y todo desemboca en una serie de muertes apresuradas y absurdas.
Pero la cinta no es del todo prescindible, recordemos lo difícil que es hacer cine de género en México. Hay que reconocer que los actores cumplen y que el director logra una buena recreación de la fiesta pueblerina (sin que falten las caguamas banqueteras), eso sí, cumpliendo con el trámite de incluir la famosa Danza del pescado, para los amantes del folclor. Además, es todo un reto encontrar los encuadres adecuados para que parezca desolada la sobrepoblada ribera del lago.
En la cuenca lacustre imaginaria de Un cuento de pescadores, el terror no proviene de los levantones ni de las balaceras, ni siquiera del espectro que a la menor oportunidad llena de cadáveres sus aguas. El verdadero terror aparece cuando un par de jóvenes se baña y hasta traga un poco de agua, mientras alguien entre el público de la sala señala: “¡qué asco! ¿Cómo puede alguien meterse a nadar en el lago de Pátzcuaro?”.