CARTELERA RETROSPECTIVA
La combinación de la literatura de Thomas Pynchon y la cinematografía de Paul Thomas Anderson parecían dar como resultado un filme grande y taquillero, sin embargo, la taquilla y la crítica han dicho otra cosa.
Thomas Pynchon (Nueva York, 1937) es uno de los escritores estadounidense más celebrados en la actualidad. De su vida personal es poco es lo que se sabe: solo que es un poco sociable habitante de la ciudad de los rascacielos y que sus últimas fotografías conocidas datan de finales de los años cincuenta.
En parte por deseos del autor y en parte por su laberíntica prosa, ninguna de sus obras había sido antes llevada al cine. Paul Thomas Anderson, un fan declarado del autor, cuenta que previamente había intentado hacer adaptaciones de Mason & Dixon, así como de Vineland, dos reconocidas novelas del elusivo escritor, pero que al poco tiempo decidió que era imposible trasladarlas a la pantalla grande. Un mes antes de la publicación de Vicio propio (en 2009), Anderson se enteró que de los derechos estaban a la venta, por lo que decidió tomar el riesgo de llevarla al cine aún sin conocerla.
Vicio propio (editada en español por Tusquets), es considerada como una de las novelas más accesibles de Pynchon debido a su narrativa más o menos lineal, aunque eso no significa que sea una lectura sencilla. Ambientada en la California de los años setenta, la obra nos presenta a Doc Sportello, un excéntrico detective privado que un buen día recibe la visita de Shasta, una antigua ex novia con aires de femme fatale, que solicita su ayuda para investigar una supuesta confabulación para dañar a un anciano y adinerado hombre de negocios que es su amante en turno.
A partir de ese momento, la historia principal se desarrolla como la típica novela negra, aderezada en todo momento con simpáticas alusiones a la corrupción policial, lo mismo que a pandillas de neonazis, extrañas organizaciones criminales de dentistas, exuberantes chicas en minifaldas y por supuesto, montones de drogas (casi en cada escena Doc se encuentra liando un cigarrillo de marihuana).
La llamativa combinación de un escritor tan reconocido con un director de la talla de Paul Thomas Anderson, es por sí misma sugestiva. Si a esto añadimos un elenco sumamente interesante (hay que destacar el gran desempeño de Joaquin Phoenix), además de un tráiler verdaderamente llamativo (en el cual desafortunadamente se incluyeron escenas descartadas para el corte final), todo lo anterior se traduce en una expectativa verdaderamente mayúscula.
Es indudable que el filme tiene varios puntos altos: la peculiar caricatura de la policía angelina, cada una de las escenas en donde Doc recibe extraños personajes en su consultorio-despacho, así como su hilarante habilidad para obtener información sin decir ni una sola palabra. Es todo un viaje a una ajena y divertida visión de la California de los años setenta, así como una artificiosa película coral. Pero a pesar de sus aciertos se siente como si algo faltara…
Tal vez sean sus casi dos horas y treinta minutos de duración, quizás sea su aire de costosa producción hollywoodense, pero Vicio propio no termina de ser una película redonda. La obsesión de Anderson por recrear de la manera más fidedigna la obra de Pynchon puede haber obrado en su contra debido al estilo rebuscado y a veces realmente difícil del escritor estadounidense.
Hasta el momento, la cinta ha resultado un fracaso tras su corrida comercial en la tierra del Tío Sam, a pesar de recibir dos nominaciones a los premios Oscar (comúnmente un aliciente taquillero). Interesante pero no complaciente, la disfrutarán ante todo los seguidores de Pynchon y no tanto los de Anderson, quien ha entregado mejores trabajos como Boogie nights (1997), Petróleo sangriento (There will be blood, 2007) y la extraordinaria Magnolia (1999). Como sea, la obra tiene defensores y detractores por igual, se presta a la discusión y eso en sí mismo, ya es bueno.