HOTEL BARTLEBY
Por Moisés Ramírez
Esta mañana he leído la ficción crítica Chet Baker piensa en su arte, del libro homónimo de Vila-Matas. Me ha entusiasmado tanto que por poco no pude contener el deseo de ampliar el texto, pero no el texto, su personalidad. En cualquier caso, mi tentación no era otra que la de copiar, hacer del plagio estimulante una ficción de mí mismo.
De manera que, invadido por el aire Bartleby que aquí abunda, cambié de idea, y, como se habrá sospechado, preferí no hacerlo. Sin embargo, ahora que lo pienso, este mundo Bartleby que voy esbozando con frases de otros responde, más que a la pura negligencia, a la vigilancia obsesiva que me permite hallar en la copia lo que prefiero no decir yo, pero que suscribo como si fuera mío; lo que, a fin de cuentas, se vuelve mío.
Esta cuestión la explicaría más o menos de la siguiente manera, pensando, además, en una idea que me da vueltas en la cabeza desde que comencé a leer el texto: todo artista contemporáneo, o mejor, hipermoderno, es él mismo su propia obra; lo que en este caso se comprueba con la lectura de Chet Baker piensa en su arte y con la comprensión —tan urgente hoy— de las diferencias entre el realismo Hire y el Finnegans. Y es que, en el caso de Vila-Matas, como en el de todo escritor que lo sea verdaderamente, su manera de escribir a veces consiste en meter la cabeza en una jaula.
Dicho de otro modo: El realismo Hire vive en un imaginario barrio de gente normal y buena, rayando en la santidad, donde la práctica de la virtud (respetabilidad, piedad) realza la vida cotidiana. Es un realismo que tiene premios y es vitoreado por críticos tarugos y por lectores gandules. Por el contrario, el realismo Finnegans tira más hacia el monte y suele vivir en la noche y a la intemperie y en gran convivencia con la bárbara verdad de fondo, con la verdad patibularia del mundo. Hay una cierta incomprensión hacia el realismo Finnegans, pues de entrada no es visto ni tan siquiera como realismo cuando, de hecho, es lo más próximo que existe a la realidad muda y clamorosamente no narrativa del mundo, es decir, lo más próximo que existe a la verdad que nos ofrece la realidad misma. Y hay también una cierta falta de información, escasean las facilidades para que el lector medio tenga la oportunidad de recobrar su primer recuerdo de esta vida, el recuerdo de la primera impresión que tuvo ante el mundo: una dura realidad, bárbara y muda.
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