Una carretera cubierta de neblina, en medio de la nada, así termina el documental Vivos, de Ai Weiwei. Un escenario que puede ser cualquier parte de México, cualquier estado, cualquier rincón. Un escenario que se repite en todo el país: la desaparición forzada de personas.
Ai weiwei recopila en este documental una serie de testimonios de las familias de los 43 estudiantes de Ayotzinapa, desaparecidos en septiembre del 2014, después de ser atacados por la policía y un grupo de narcotraficantes, según versiones oficiales.
El también activista y artista contemporáneo muestra una serie de relatos intimistas, capturados dentro de una de las zonas marginadas del país, en uno de los estados con mayor índice de pobreza. A lo largo del documental nos vemos inmersos en diálogos profundos y simples a la vez, charlas con los familiares de las víctimas, a partir de la eterna pregunta: ¿dónde están?. A la par que dejan en claro que mientras no tengan un cuerpo al cual llorar, seguirán guardando la esperanza de que siguen vivos.
Imágenes de una cotidianidad que duele, silencios que cortan el aire, la pesadez de continuar sin una certeza, miradas tristes, mojadas en llanto, de preocupación. La sobrevivencia en medio de una tristeza difícil de explicar, pero arraigada a una memoria que les sigue uniendo a sus seres queridos como si nunca se hubieran ausentado.
Los testimonios de los expertos y reporteros que también se reúnen en esta película, se dirigen hacia la evidente violación de los derechos humanos de las víctimas y sus familiares. Lo mismo que la sordera que el gobierno en turno tuvo hacia ellos, pero sobre todo el cinismo de haber presentado un circo montado como una verdad histórica.
Junto con grandes colaboradores como Ernesto Pardo, Carlos F. Rossini, Bruno Santamaría Razo y Ma Yan, el director chino logró un gran trabajo audiovisual, donde se involucraron investigadores, periodistas y fotógrafos que acompañaron hombro a hombro este rodaje.
Vivos nos recuerda que detrás de cada retrato, de cada desaparecido, hay otros cientos de rostros que siguen exigiendo respuestas, que siguen recordando una y otra vez sus historias, como si tuvieran una deuda con ellos o hubiera una promesa implícita de no olvidarlos.
Ayotzinapa también se nombra a todas las injusticias de este México tan distraído de su pasado. Cada día se acumulan más desapariciones de hombres y mujeres, con rostro, con historia, con familia. Se siguen llenando de ausencias las casas, los lugares de trabajo, las escuelas, mientras las respuestas permanecen en el limbo.
Al tiempo que se estrena este documental dentro de Ambulante en Casa, el gobierno federal ha anunciado un acuerdo para reinstalar el GIEI (Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes), quienes brindarán asistencia en las investigaciones para resolver este caso. ¿Será que por fin estas familias encuentren una luz al final de túnel?
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