Para continuar con las actividades de la sección de Largometrajes Mexicanos en competencia del Festival Internacional de Cine de Morelia (FICM), se presentó Yo (2015), tercer largometraje que firma Matías Meyer. El cineasta es un viejo conocido del certamen moreliano, sus dos largometrajes anteriores El calambre (2009), al igual que el drama histórico Los últimos cristeros (2011), han tenido cabida en sus secciones oficiales.
Yo es un hombre adulto con una discapacidad mental, vive con su madre que atiende un restaurante al borde de la autopista y se caracteriza por su enorme fuerza. Su existencia transcurre en una monótona rutina hasta que conoce a una serie de personas que van abriéndole las puertas de otras posibilidades de vida.
El guión coescrito por el propio Matías Meyer está basado en un relato incluido en la compilación Histoire du pied et autres fantaisies (aún sin editarse en español), del escritor francés J. M. G. Le Clézio, ganador del Premio Nobel de Literatura en 2008. La amistad familiar con el famoso literato le permitió a Matías acceder a los derechos de adaptación del pequeño relato sin mayor dificultad, incluso le pidió que no fuera fiel a su texto sino que creara algo nuevo a partir de él. Con esto en mente, el joven director decidió cambiar la estructura del cuento para darle una forma más lineal.
Meyer afirma que quiso cambiar el registro de lo que había venido haciendo, algo que siempre se agradece y que es evidente en el discurso narrativo que divide en tres actos, cada uno de ellos encabezado por un personaje femenino: el planteamiento de una vida inmóvil con la madre sobreprotectora, el despertar emocional con la niña de once años hasta llegar a una liberación moral y sexual a partir de su encuentro con una prostituta.
La cinta juega con los contrastes, vemos en una de las imágenes iniciales un campo de labor mientras se escucha de fondo el ruido de la autopista; para resaltar la altura y fuerza del protagonista todos los que lo rodean son de baja estatura, mientras que la locación principal, el restaurante de la madre está rodeado de estructuras metálicas, evidenciando una protección que es a la vez encierro.
Es una constante en los trabajos del director la utilización de actores no profesionales y gusta aprovechar el bagaje personal de cada uno de ellos para utilizarlo en el filme. En esta ocasión, Raúl García confesó haber sufrido discriminación debido a una ligera discapacidad, en tanto que Elizabeth Mendoza, quien interpreta a la madre, afirma que vivió muchos años una situación similar a la que se aprecia en la pantalla. Mención aparte merece el caso de Melody Petite, quien es actriz profesional, pero en el mundo de la pornografía. Al respecto, Matías comentó: “Me la recomendó la persona que me estaba haciendo el casting… ella tenía intenciones de actuar en una película y yo necesitaba a alguien que se sintiera cómoda estando desnuda. Fue una escena muy importante ya que es ahí en donde al protagonista le empieza a ir bien”.
Yo no es una obra fácil de seguir, pero al menos debemos resaltar la búsqueda de nuevas formas de expresión del cineasta. Es difícil entrar al juego de la película, ignorar sus insinuaciones sobre los caminos que puede tomar (la revancha sobre el “padrastro” abusivo, los aires de curandero de Yo), pero cuando por fin entra en una dinámica abierta a múltiples posibilidades, se precipita (literal) a una previsible tragedia, tan irreal y tan poco creíble como las ensoñaciones del protagonista.