La referencia la encontré en Algarabía, esa excelente publicación de literatura ociosa que se encarga de forjar anécdotas en base a los datos más estrambóticos e irrelevantes, lo cual, sin duda, es una virtud más que un defecto.
Ello comprueba la antigua hipótesis de que quienes escriben lo hacen por una especie de felicidad intrínseca al acto de escribir por lo que no se dejan abatir fácilmente por el aburrimiento… Caso contrario de los que viven en matrimonio bostoniano, tópico que podrá parecer muy gracioso a simple vista, pero que no ha de ser tan agradable experimentar:
En su novela The Bostonians, publicada en 1886, el escritor britanicoestadounidense Henry James, acuña este concepto y le otorga vida propia al presentar a dos bostonianas librepensadoras y protofeministas que viven juntas: Olive Chancellor y Verena Tarrant. Así, durante el siglo XIX se conoció como matrimonio bostoniano al arreglo entre dos mujeres que vivían juntas sin tener lazos de pareja o sexuales, y sin depender de ningún hombre para su manutención, expresa María del Pilar Montes de Oca Sicilia. Sin embargo, la autora refiere que el término ha ido evolucionando a través del tiempo y que el matrimonio bostoniano ya no sólo alude a dos viejecitas viudas o abandonadas que un día empezaron a acompañarse por necesidad:
Hoy, el término designa a toda unión de dos personas adultas —hermanas, hermanos, madre e hija, madre e hijo, primos, y amigos o amigas— que viven juntas por mucho tiempo, pero no son pareja, y se consideran matrimonio, porque son relaciones muy cercanas en las que cada uno de los miembros tiene asignadas ciertas funciones, pero también comparten la toma de decisiones, los planes diarios y las vicisitudes…
Personas que saben más de lo que deberían saber sobre aquel otro con quien conviven. Acuden a mi mente Lenny y Carl, de Los simpsons (espero que no sean homosexuales como el mago barbudo de Harry Potter), Mulder y Scully, de Los expedientes secretos X, y Michael Jordan y Scottie Pippen, de los Chicago Bulls. ¿Quién no conoce la anécdota en la que este último le comenta a Jordan que su nuevo auto deportivo está poca madre y Jordan le responde diciéndole: “¿te gusta?, te lo regalo”, mientras le extiende las llaves, según cuenta una leyenda urbana.
Muchos son los personajes que a lo largo de la historia han vivido en matrimonio bostoniano y, aunque sería más bien ocioso señalarlos a todos, no podemos dejar de lado nuestro intereses investigativos y dejar de preguntarnos ¿qué es lo que obliga a dos individuos a tal situación? Montes de Oca Sicilia afirma:
Se vive con otra persona, muchas veces, porque hay un proyecto de vida en común, como en el matrimonio institucional, pero también hay otras razones: las muertes de los padres, las desventuras amorosas, el apego al núcleo familiar, el miedo a crecer, la desidia o simplemente la mera coincidencia… También son la comodidad, la negligencia o simplemente el «somos pocos y nos conocemos mucho».
Es decir, la soledad. De la misma forma, la autora señala que en “los matrimonios bostonianos, como en cualquier otro, suele haber pleitos, hartazgo ante la cotidianeidad, escena del sofá, rituales compartidos, celos y complicidad”.
Esto lo redacto después que el domingo pasara por el Jardín de las Rosas y me encontrara a dos conocidos en el café, quienes, ante mis saludos y los de F, respondiendo un tanto apáticamente, sólo se lanzaron una mirada pícara mientras se sonreían uno al otro. Ni el hecho de que los hubiera visto una vez ebrios bailando danzón me hizo sospechar, aunque, bueno, a la sazón les dije que tenía que retirarme porque al otro día había cosas que hacer muy temprano. Con todo, fueron las palabras de F diciéndome: “parecen pareja, ¿no?”, las que me hicieron darme cuenta. Lo demás, ya lo han leído en este texto.