Apenas hace unas semanas anunciaban lo que habría en la Muestra Internacional de Cine con Perspectiva de Género (MICGénero) y este miércoles 2 de agosto ya comenzó en el teatro de la Ciudad de México Esperanza Iris. Llama mi atención que durante su inauguración las nueve personas que están en el escenario, que vienen de diversas instituciones como de la Comisión Nacional para Prevenir y Erradicar la Violencia contra las Mujeres (Conavim) o de la Secretaría de Cultura del Gobierno del Estado de Guerrero, por mencionar sólo dos, son mujeres. Ellas mismas en algún momento se percatan de ello y se sorprenden.
Ahí pudimos ver una película llamada Pojkarna (Suecia, 2015) la historia de tres chicas que están definiendo si les gustan los hombres, la mujeres o ambos, mismas que sufren de agresiones de sus compañeros porque les incomoda su manera de vestir y ser, pero una flor negra que lagrimea vainilla, como espinacas a Popeye, las transforma en jovencitos apuestos. La película en algún momento sufre de extravío y sí, coincido con algunos asistentes que en realidad este tipo de películas son como para televisión pero con un toque de perspectiva de género, de una visión más amplia, que las hace por diferentes interesantes.
Más tarde la celebración viaja a unas cuadras del teatro. DJ Panchita nos sumerge por ritmos cumbiancheros con toques electrónicos y otros sonidos en el bar El Pasagüero, que nos hace mover el cuerpo.
En el MIC Género volví a ver el documental Discolocos, que ya había visto el 2 de junio en el Festival Mix. Discolocos es sobre el movimiento musical High Energy (Hi-NRG) en nuestro país. Es un estilo de música proveniente del Reino Unido y sin embargo dicen que México es su capital mundial, porque hay un gran número de seguidores que han adoptado esa música que da alegría. El Hi-NRG fue un emblema para la Comunidad LGBT en los años ochenta y en la última marcha de Orgullo Gay, Los Discolocos anduvieron danzando por el Paseo de la Reforma.
De la proyección del filme en Cinépolis Plaza Universidad, nos fuimos al centro de Coyoacán con Pascal Languirand y su director-guardián David Dávila. Pascal es uno de los fundadores de ese movimiento y autor de esa canción ochentera Living on video, del grupo Trans-X, que tal vez hasta sonó en el programa Papá Soltero producido por Luis de Llano, donde el cantante César Costa es el padre de tres pubertos, por lo menos ese es uno de los recuerdos inconscientes que tiene el creador de este documental sobre el High Energy en su niñez —también de la mía. Yo incluso recuerdo al chofer de César Costa, un tal Pocholo. Es que si algo nos hace mexicanos es Televisa, el narco, la Virgencita de Guadalupe, aunque muchas veces no nos guste, me recuerda David Dávila.
Hay un parte en el documental que atrapó mi atención, que fue la anécdota de cuando Divine, ese magnifico y escatológico Drag Queen encarnado por el actor y cantante Harris Glenn Milstead, personaje emblemático de las películas del cineasta John Waters, vino a México al Patrick Miller, ese antro donde el High Energy suena hasta nuestro días y el cual ni David ni Pascal pueden entrar por conflictos relacionados con la realización de este documental que algunos amantes de esta música piensan que David no debió filmar por ser alguien relativamente externo a este movimiento, aunque él es documentalista egresado de la Universidad Iberoamericana y su trabajo es contar historias.
Durante esa visita en 1984, Divine también estuvo en el programa del periodista Ricardo Rocha, el trasnochado En Vivo. Testimonios encontrados en la red relatan que se presentó en el Hotel de México y aproximadamente a las 3:30 de la madrugada empezó con su Shoot your shot, para luego ir con tras canciones como Shake it up y al final Love reaction. Terminando de cantar pide a Rocha un camerino para cambiarse y avisa que regresará a charlar con ellos después de unos comerciales. Pero regresando el conductor pide una disculpa porque al salir Divine del camerino para entrar al foro no lo querían dejar pasar, no sabían que era un Drag Queen. Aunque en el documental no está el testimonio del propio Rocha, ni el video del programa, sí están los recuerdos de la gente como este narrado aquí.
Pascal, de origen canadiense, vive en México actualmente. En el lugar donde estamos sentados en Coyoacán se acerca un grupo de jóvenes; una argentina, una chica de Tijuana y otro chico también mexicano piensan que Pascal viene de visita y creen que no habla español, pero Pascal lo habla perfectamente, porque además de vivir aquí también estuvo en sitios como Barcelona. Pero Pascal me comenta que está aquí por destino y porque las energías prehispánicas, así como el peyote, lo trajeron de vuelta a México. Lo salvaron del suicidio, después de haberse retachado a su ciudad de origen, Montreal, derrotado, por ahí del 2004. Al final de la charla, le pido que me deje fotografiarlo y él alza dos veladoras que se encuentran en la mesa y que parecen dos bebidas de fuego sagrado.
David Dávila advierte que cuando Pascal viajó a Yucatán para tocar se vio una buena respuesta de la gente. Pascal empezó a tocar en Mérida y la gente fue llegando. De pronto llegó alguien de seguridad preguntando qué están haciendo y luego agregó: “Te traigo un recado de la señora desde el Palenque, mi patrona, la Diosa de la cumbia: que por qué le están quitando el público si su público pagó 250 por estar ahí”. Yo le dije: “Mira, yo respeto mucho a la señora Margarita, la diosa de la cumbia, pero él es Pascal, el dios del High Energy”. Sin embargo explica que han estado en más de diez estados de la República y el High Energy es totalmente desconocido. Aunque el movimiento musical tiene registro desde mediados de los años setenta en México, y han habido cerca de 950 equipos de Luz y sonido en estos primeros 30 años de sonar en nuestro país.
Al final comenta David Dávila que: “quien no sabe bailar, no sabe pensar, para disfrutar esta música hay que bailarla”.
La ley del monte
Para el siguiente domingo fui a “Punto Gozadera”, un restorán-centro cultural dedicado al feminismo, ubicado en la Plaza San Juan, en el centro de la Ciudad de México. Vi cortos cuir / queer y posporno, sin embargo en una reducida pantalla sólo alcancé a descifrar algunos desnudos muy artísticos. No fue mucho, pues.
Al terminar los cortos, cerca de las diez de la noche, me pasé a comer un caldo de gallina. En ese restorán, cercano al Punto Gozadera, vi el final de la emblemática película La ley del monte, dirigida por Alberto Mariscal, el que el investigador de cine Jorge Grajales llamara “el Tarantino de su época”, por darles papeles elaborados a Antonio Aguilar o a Julio Alemán. Esta película lleva la actuación estelar de Vicente Fernández, quien canta: “Grabé en la penca de un maguey tu nombre unido al mío, entrelazadoooosss, como una prueba ante la ley del monte que ahí estuvimos enamoradoooosss”. Esta película fue proyectada en 1976, prácticamente ese filme lleva el mismo tiempo que el movimiento High Energy en México. Y aunque uno y otro en apariencia no tienen nada que ver, cohabitan en la misma ciudad y son bien mexicanos.