Pues verán, superada la “fase de grupos” en donde los milagros ocurren ocasionalmente, la siguiente fase ofrece otro futbol y, la que se avecina, promete partidos no aptos para cardiacos o diabéticos.
Me entusiasmó Japón y Corea, pero su eliminación ya estaba presupuestada. A la ronda exclusiva de los ocho más picudos se coló un equipo a quien pocos le daban crédito: Marruecos. La mitad de los invitados a los cuartos de final ya fueron campeones del mundo y a semifinales sólo pasarán -si la lógica impera- tres, porque Francia e Inglaterra regalarán una final y uno se regresará a su casa bastante enfadado.
José Ramón Fernández Gutiérrez de Quevedo, el hijo del deplorable Joserra, escribió un texto sabroso sobre la fase de cuartos de final y, como ya es mi costumbre, lo parafraseo.
Dice Joserra Junior que los ocho elegidos para pasar a la siguiente fase son a quienes se les recuerda por algo (a todos los demás ni quien los pele). Los “cuartos” son una mesa redonda donde siempre hay campeones, equipos con prosapia (Portugal y Croacia) o con una generación brillante (Croacia)… y Marruecos, el que se coló -vayan ustedes a saber cómo- a la cena de gala. Esos tipos no saben usar los cubiertos, ni limpiarse la boca con clase, sin roce social ni buenas maneras, una pandilla que “juega con la ventaja del olvidado, el menospreciado y el desfavorecido” pero, así y todo, se convirtió en el equipo de todos.
Joserra Jr nos espeta una frase linda: este mundial ya tiene una historia. No la del rival a vencer, sino del amigo a seguir.
¿A poco no está chida esa frase? Está feisbuquera cien por ciento. ¿Qué pasaría si Marruecos resulta campeón? -se pregunta al final el autor. Honestamente, yo no puedo ni imaginarlo. Simplemente no ocurrirá.
Pero bueno, el partido más interesante para mí es el de Francia contra Inglaterra y lo veré con el interés que un entomólogo le dispensa a una cucaracha radioactiva. Los ingleses siempre me han caído bien e invariablemente llegan a los mundiales con la etiqueta de favoritos, pero desde 1966 no dan una. Puras decepciones.
Esta vez no llegaron como favoritos (o no tanto). Han resuelto las instancias con solvencia y de la mano de un señor de apellido Kane, discreto y letal -valga el oxímoron.
Francia trae un equipo de esos que sólo pueden ser aplacados con altas dosis de samba mezclada con lambada. En serio: salvo Brasil, no veo a nadie capaz de mantener sosegada a la banda de Mbappé, adicta a las sinfonías complejas y envenenadas. Pero la mera verdad me gustaría que “la pérfida Albión” mandara a París a los dirigidos por Didier Deschamps.
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No tengo malas vibras con Argentina y me gustaría llegara a la final (no importa el rival) porque Messi me cae muy bien. Nomás por eso quiero a los pibes campeones y sería bueno que el genio Messi ya no tuviera que lidiar con ese mito de hueva que es Maradona (sí ya sé, soy un blasfemo, pero ese sujeto me cae bastante mal, no puedo evitarlo). El duelo contra Holanda no parece ofrecer mucha dificultad.
Volvemos a Marruecos. Van contra Portugal. Lo veo muy cabrón. Sobretodo porque Fernando Manuel Costa (el entrenador) le atinó a la tecla correcta y el relevo del hipermamón de Ronaldo ya emergió y -si Dios existe- éste pasará el resto del mundial entrando cuando el partido esté resuelto. Es el momento de Gonzalo Ramos. 16 años más joven que el adonis Ronaldo.
Todo por servir se acaba y Ronnie ya está listo para hincharse de billetes en algún país árabe. Nadie lo quiere.
Creo hasta ahí llegará Marruecos y todos seguiremos a ese amigo virtuoso y humilde que nos representa desde ya, pero los milagros no se han dado a estas alturas. En ningún mundial de la historia.
Brindo por Inglaterra (sobre todo), Brasil, Argentina y Portugal (sin Ronaldo).
Hagan su quiniela.