Como lo ofrecí en enero, le dedicaré espacio a las lecturas de escritores michoacanos.
Honestamente, la lectura de los nativos no forma parte de mi cotidianidad como consumidor de libros, pero eso sí, no dejo pasar la ocasión de despotricar ante esa indolencia con “nuestros escritores”. A ver: hállenle.
¿Habrá un momento en donde una parte de la sociedad michoacana espere con algún interés la próxima novela de Juan Colorado y no sólo sus amigos y familiares? Lo veo complicadísimo, porque un acontecimiento de ese calado pasa por autopistas que suelen ocuparse del talento, sí, pero en general son producto de otras habilidades e inteligencias colectivas que sólo por milagro se encuentran en esta zona de la República Mexicana. ¿Existen en Michoacán esos seres superiores que le entienden a este nuevo lenguaje de la promoción, fomento y distribución de los productos editoriales postmodernos de calidad (e incluso sin calidad)? Por supuesto. Los hay, pero casi nadie los pela.
Pasar del pequeño núcleo de amigos lectores para ser leídos más allá de ese reducto, requiere de “habilidades superiores” que no abordaré aquí porque el meollo es otro. El tema lo comentamos, hace unos días y de manera somera, con Víctor Rodríguez en Los Bisquets de Obregón, pero creo es el momento de soltar un nombre de un ser con esas “capacidades superiores” o, para no exagerar, un chamaco a quien sí le sube el agua al tinaco en estas vainas. Es hora de que sepan de su existencia. Se llama Jesús Arroyo Cruz. Debe haber más y lanzo un vaticinio: si Valdo Árciga supera su timidez, terminará siendo uno de esos sujetos. Perderemos a un abogado (de los que hay millones) y ganaremos un profesional del mercadeo cibernético. Por ahora, la mención estelar es para Jesús Arroyo.
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Vuelvo al tema: luego de leer la novela de Sergio Monreal, y de escribir un comentario publicado aquí en Revés en enero de este año, le pedí me recomendara a un escritor local para soltarles un rollo al respecto y excretó un nombre: Luis Miguel Estrada Orozco. ¿Lo conocían? Yo, no.
ADDENDA: Si quieren leer la reseña sobre el libro de Sergio, denle una buscada en el archivo de Revés; si lo quieren leer en mi feis, la fecha de aparición fue el 22 de enero de 2023.
Volvemos al tema: lo siguiente era la pregunta tradicional con respuesta ídem: ¿dónde consigo su libro? -le pregunté y de inmediato me mandó una copia en PDF (muy cansado leer en ese formato, por cierto). Se llama Los tres días del gorrión. Un volumen que fue acreditado con mención honorífica en el XIX Premio Internacional de Narrativa Ignacio Manuel Altamirano el año pasado.
Sergio me dijo que Luis Miguel era de Morelia y residía en algún punto del globo terráqueo. Podía ser en Puebla (eso dijo), en Los Ángeles, California (eso dijo Gustavo Ogarrio) o “ve tú a saber” -eso digo yo. La ficha bibliográfica de este chamaco, consultada en las solapas del libro en PDF, da cuenta de una trayectoria académica de esas que permiten babear de admiración provinciana a todo nativo digno de ese apelativo. También de su gusto, muy desarrollado, por ganar premios en donde se ofrezca.
Creo que concursa en todos y se ha ganado muchos, pero no viene al caso consignarlos. Si los ganó es porque es bueno en el oficio; de su currículum académico no me ocupo porque es irrelevante para este texto y porque me dan una hueva inconmensurable esos papeles.
Tiene varios libros en su haber. Me detengo en dos porque si voy a hablar de un autor, es mejor mencionar textos conseguibles sin problema y la única manera de conseguirlos sin muchos contratiempos es -hasta el momento de escribir estas líneas- en Amazon. Antes de empezar esta entrega compré ambos: sesenta pesos uno; ochenta el otro. Uno se titula Colisiones el otro Alain Prost. No son novelas; son relatos.
Pero se trata de Los tres días del gorrión…
¿Es una novela? Mmh… no. Son cuatro relatos entremezclados.
¿Se pueden leer por separado? No lo recomiendo.
Narra una historia de lo más normal y por eso resulta interesante. Como todos lo sabemos, las crónicas de familia con un archivo de reclamos entre sus miembros son de lo más cotidianas. Alguien graznó algo así: las historias de amor felices no hacen historia. ¿Quién soy yo para desmentir al autor de esa frase? (creo fue Stendhal). A nadie le importa si en el hogar reina la concordia. La carnita está en el conflicto, en los resentimientos acumulados, las expectativas no cumplidas y en la búsqueda de la opción que permita encontrar al culpable de los infortunios (casi siempre los padres).
De eso van los días del gorrión de Luis Miguel. Una familia de cinco miembros con los hijos ya “labregones” y sus vidas ya hechas y deshechas. La historia comienza cuando el hermano mayor, Rubén, recibe asilo en la casa paterna luego de separarse de su esposa en términos poco amistosos. El chavo la está pasando mal y su carácter no le ayuda. Su hermano (el narrador de la historia) lo visita y la conversación gira en torno a la separación, pero Rubén no suelta prenda y sí en cambio reacciona de manera violenta y exagerada a las intenciones de su hermano por ayudarlo -al menos con el recurso más a mano: escucharlo.
Entre una pausa y otra se entretienen con un gorrión que se metió en la recámara y no logra escapar. Luego se da un accidente que pudo tener consecuencias fatales. Queda la duda si fue accidente o algo premeditado. Este hecho permeará los relatos.
El hermano de en medio, el narrador, se queda preocupado por la forma en que a Rubén le cambió el carácter cuando se casó con Renata y eso lo hace recordar cómo fue la cotidianidad familiar, escolar y profesional de los tres hermanos, cuál la relación entre sus padres y detalles de las experiencias de infancia y adolescencia. Nos enteramos del tipo de familia en donde se desenvolvieron: clasemediera, con apuros económicos y esencialmente desestructurada. Todo narrado sin caer en sentimentalismos.
La historia de cuenta de temas actuales y que recientemente se han mostrado en toda su crudeza. El bullying, por ejemplo, se aborda a partir de una conversación entre el narrador y su hermana Nadia, quien está preocupada por un niño en la escuela donde trabaja. La visión que tiene la hermana del problema de Álvaro (el niño abstraído en sí mismo) da pie para que el narrador confiese la verdad de un hecho de su infancia que ha mantenido en secreto toda su vida.
Esta parte del libro, por su tratamiento cuidadoso (pero sin guardarse tramposamente algo) me parece de lo más interesante. Es raro encontrar relatos sobrecogedores sin utilizar el recurso de la violencia explícita. Incluso las experiencias desgarradoras suelen ocurrir “tranquilamente”.
Sobre eso de las “tragedias silenciosas”, me viene a la memoria la fuerte impresión que me causó una parte de la autobiografía de Maya Angelou (Yo sé porqué canta el pájaro enjaulado) cuando narra la violación sistemática de que fue víctima por parte de un sujeto llamado Freeman y cómo transcurrieron las diferentes etapas de ese hecho por la mente de la niña. Nunca tuvo dudas de que el tipo le hacía “cosas sucias”, pero en algunos momentos (y la valentía de Maya para decirlo es perturbadora) la chiquilla incluso buscaba a su violador: “Empecé a echar de menos lo que había sentido estrechada entre los brazos del señor Freeman. Antes, mi mundo había estado compuesto por Bailey, la comida, la tienda, la lectura de libros, el tío Willie (…) Empecé a esperar con impaciencia la llegada del señor Freeman”.
Al final Freeman terminó en la cárcel por una breve temporada y luego asesinado por violador. ¿Quién lo mató? Quizás Bailey, hermano de Maya, pero queda la duda del papel de la abuela en ese asesinato… e incluso de la mismísima Angelou. Si ustedes saben cómo estuvo la cosa me avisan por este medio.
Lo infame también puede transcurrir “tranquilamente”.
El abuso, las expectativas que no se cumplen al convertirnos en adultos son los temas de este libro de Luis Miguel.
La última parte, titulada “Roca” es sobre el encuentro con un par de amigos a quienes dejaron de frecuentar desde la adolescencia. El clásico “lo que creímos que iban a ser y en lo que terminaron”.
A fin de cuentas, siempre hay alguien a quien le va peor en la vida.
En estos relatos encontrarán más temas. La conversación del narrador con su padre en un viaje por carretera no tiene desperdicio.
¿Lo recomiendo?
Si andan con el ánimo bien puesto sí, pero si emprenden la lectura con el ánimo que traía (yo) cuando fui a ver la película The Whale, mejor esperen a que la fortaleza espiritual los cobije. Esa peli me noqueó bien cañón.
No chillaba así desde la muerte de la mamá de Bambi. Imagínense.
Aquí les dejo los links de los dos libros que compré de Luis Miguel.
Si quieren leer el de Los tres días del gorrión, lo pueden bajar gratis aquí.
No hay pretextos para dejar “para después” la lectura de autores michoacanos… la excusa de “¿pos dónde los consigo?” ya no opera.
Imagen superior: Frayle/Flickr