Por Armando Casimiro Guzmán
El pasado mes de Mayo iniciaron los estrenos veraniegos, sin embargo, hubo algunas películas que vale la pena reseñar. Empezaremos con El refugio (Le refuge, 2009), la más reciente producción del realizador francés François Ozon, premiada en el pasado Festival de Cine de San Sebastián, quien parece retomar el buen camino después de un notable tropiezos cinematográficos.
De entrada, debemos decir que El refugio no es el referente más recomendable para empezar a conocer la filmografía del director francés. Pero cintas previas como 5×2 (Cinq fois deux, 2004), Gotas de agua sobre piedras calientes (Gouttes d’eau sur pierres brûlantes, 2000) y Swimming pool (2003), avalan la calidad del realizador.
Louis y Mousse forman una joven pareja a quienes la heroína les juega una mala pasada, una noche de juerga él muere de sobredosis, mientras que ella logra salir del coma, sólo para darse cuenta de que está embarazada y que no cuenta con ningún apoyo moral ni económico. Es entonces cuando aparece en escena el hermano homosexual del difunto, con quien formará un vínculo ambiguo y contradictorio, relación sobre la cual girará el resto del argumento.
Según Ozon, todos quieren tocar el vientre de las embarazadas (se dice que la propia Isabelle Carré tenía seis meses de embarazo al iniciar el rodaje), una nueva vida comienza ahí y por eso la película gira en torno a esa figura. “En nuestra sociedad la maternidad está idealizada y es asociada a una imagen positiva de la mujer, pero a veces las cosas son más complicadas”, asegura el director.
A pesar de rondar cierto aire de superficialidad durante toda la cinta, lo cierto es que su militancia ideológica, es decir, su compromiso con la causa homosexual, termina por pesar demasiado. De hecho, su similitud con otra de sus películas previas, El tiempo que resta (Le temps qui reste, 2005), es quizás su mayor desacierto.
Aun así, El refugio cuenta con varios elementos que lo hacen muy recomendable, es un drama angosto, intimista y no hay un uso excesivo de la música. La fotografía baña de luz los parajes de la campiña francesa, así como el cuerpo de la bellísima Isabelle Carré, quien es una mujer embarazada en su estado real, dotada de sensualidad y desparpajo, en un retrato muy humano y sin artificios.
Seguramente habrá quien ya la haya visto en la pasada edición del Festival de Cine de Morelia o durante el Tour de Cine Francés, después de eso ha tenido una distribución muy limitada pero no habrá que perdérsela en video.
Michael Connelly es uno de esos autores muy leídos en los Estados Unidos, un productor de best sellers, que tarde o temprano llegarán a las pantallas (como ejemplo está la inefable serie policíaca Castle). Este ha sido el caso de El defensor (The Lincoln lawyer, 2010), cinta para la cual, el propio Connelly pidió específicamente al actor Matthew McConaughey. Cosa rara, ya que más bien lo recordamos como un habitual en innumerables e inofensivas comedias románticas. La dirección de este trabajo recayó en el californiano Brad Furman, un novato, que con El defensor apenas sumó su segundo largometraje (el primero fue una cinta de acción que pasó directamente a video).
El protagonista es un abogado criminalista que dirige su negocio de abogacía prácticamente desde el asiento trasero de un automóvil Lincoln. La acción transcurre en la ciudad de Los Angeles, donde nuestro inescrupuloso y excéntrico leguleyo, se involucra en lo que parece ser un jugoso negocio, que como suele suceder, muy pronto se sale de control. La verdad es que al principio no parece ser más que un melodrama de abogados del montón, pero poco a poco va tornándose en una cinta entretenida, y si uno no se la toma muy en serio, empieza a funcionar.
El reparto es sólido y luce bien: McConaughey logra sacudirse el estigma de galán de medio pelo, mientras que el resto del elenco (la siempre bella Marisa Tomei, William H. Macy) hace valer su oficio. La banda sonora se da el lujo de incluir por ahí algún tema de Marvin Gaye y ya con eso ganaron puntos extras. Lo cierto es que la película no cuenta con un argumento muy sólido, pero tiene sus detalles, además está rodada con estilo y por supuesto que eso ayuda.
Pero ojo, para disfrutarla no hay que esperar mucho de ella, ya que si lo vemos con detenimiento El defensor es un thriller convencional, repleto de lugares comunes, con un final que se alarga y enreda de manera innecesaria (aunque es de suponer que estas fallas ya venían desde la novela, así que no se debe culpar de todo al joven director). Sin embargo, si checamos lo que hay en la cartelera, repleta de secuelas de piratas y superhéroes, la verdad es que no es una mala opción para ver en estos días.
Con el horrendo título de En un rincón del corazón (Somewhere, 2010), fue estrenado en nuestro país el más reciente filme de la norteamericana Sofia Coppola, cuya exhibición en la pasada edición del Festival de Cine de Morelia dividió opiniones, por decir lo menos. Tal parece que fue igual en el resto del mundo, ya que por una parte ganó el León de Oro en el Festival de Cine de Venecia, pero por otra parte, pocas distribuidoras estuvieron interesadas en ella y las críticas, han sido hasta ahora, mayoritariamente negativas.
El aislamiento es una constante en la filmografía de Sofia Coppola, lo vimos en diferentes épocas y lugares: en Las vírgenes suicidas (The virgin suicides, 1999), Perdidos en Tokio (Lost in translation, 2003) y por último en María Antonieta (Marie Antoinette, 2006). Ahora en Somewhere (prefiero el título en inglés), nos muestra a Johnny Marco, un inmaduro actor de Hollywood, que vive su soledad entre un torrente de chicas, drogas y estupidez. Pero las cosas cambian y por azares del destino debe hacerse cargo de su hija a la que apenas conoce.
De nuevo, la vena autobiográfica de Sofia Coppola es una característica en esta producción, muestra cómo se ven las cosas desde la burbuja del privilegio (que sin duda ella conoce muy bien), consigue retratar con pasmosa profundidad el aburrimiento y la soledad en un ambiente de desahogo económico. Al protagonista le da lo mismo que dos bailarinas se desnuden frente a él, que recibir un premio en un festival o dar entrevistas después de una rueda de prensa. La directora se nota más madura y se ve que no se presiona con el tiempo, deja que las escenas fluyan a su propio ritmo. Abundan las tomas largas y, para quienes gusten de la agilidad narrativa seguramente serán un suplicio.
Somewhere también tiene sus contrastes, mientras destacan las actuaciones de los protagonistas (Stephen Dorff, pero sobre todo la adolescente Elle Fanning), debemos decir que el guión se nota improvisado, insustancial y por momentos el filme resulta soporífero (aunque debemos aclarar que, efectivamente, muchas de las escenas fueron improvisadas a propósito). Por si fuera poco, la música, otro de los sellos personales de Coppola, en esta ocasión queda a deber, no obstante por ahí se escuchan escuetamente temas de bandas como Phoenix, Foo Fighters y los Strokes.
Somewhere tuvo una distribución muy limitada en nuestro país, y aunque quizás es la película menos interesante de la directora, es preferible al resto de la reciente oleada de cine minimalista que está tan de moda en los más recientes festivales de cine.
Con cierto retraso llega por fin a las pantallas morelianas Juego de traiciones (Fair game, 2010), la más reciente producción del norteamericano Doug Liman, a quien conocemos sobre todo por su experiencia dirigiendo thrillers de espionaje y por su habilidad para las escenas de acción. Juego de traiciones fue única película norteamericana que participó en la edición 63 del Festival de Cannes, y está basada parcialmente en los libros The politics of truth del periodista Joseph Wilson y Fair game: My life as a spy, my betrayal by the White House, de la ex agente de la CIA Valerie Plame, quienes en la vida real son marido y mujer respectivamente.
Gran parte de la historia está basada en hechos reales ocurridos en los meses previos a la invasión norteamericana a Irak: la experimentada agente Valerie Plame, ve como su carrera y su matrimonio son puestos en peligro cuando su identidad secreta es expuesta por una filtración de la Casa Blanca. Esto en represalia porque su marido, un influyente periodista, sostiene que el país asiático carece de un programa activo de armas nucleares, a diferencia de lo que en ese momento quería difundir el gobierno norteamericano.
Armar un guión con un tema tan delicado fue realmente difícil, ya que gran parte de la información era confidencial en el momento de su realización. Pero a pesar de la gran cantidad de información que contiene Juego de traiciones, no está destinada a ser un documento puramente histórico, sino que da mucha más importancia al retrato emocional de la pareja, interpretada de buena manera por Naomi Watts y Sean Penn.
Hay que mencionar que, Doug Liman fue director de los anuncios televisivos de la campaña de Barack Obama, y se nota, ya que en cuando tiene oportunidad arremete con todo contra el gobierno de George Bush. Aunque en sus propias palabras “el filme apunta más hacia demostrar el poder del individuo frente al Estado”.
A pesar de ofrecer algunas anécdotas interesantes, el resultado final de la película es irregular. Ni es un drama político decididamente comprometido ni tampoco es una gran película de acción. Además la trama es especialmente densa y seguramente resultará confusa para quienes tengan poco conocimiento o interés en el tema. De esta manera Juego de traiciones se suma a la serie de filmes que a últimas fechas retratan los últimos errores y engaños de la administración Bush, así es, Hollywood no olvida, lástima que ya sea demasiado tarde.