Por Brandon Donnovan
Este fin de semana el llamado equipo más popular de México, las Chivas, ganaron 1-0 al Puebla en un partido tan malo que durante su transmisión por TV a los comentaristas no les quedó otro remedio que pedirle a su audiencia que ya le apagaran y se fueran a la calle para dar la vuelta. Con este resultado, el también equipo con más títulos de liga (empatado con América) rompió una racha de un año de no ganar como visitante. ¡Un año! O lo que es lo mismo, prácticamente dos torneos cortos sin que salieran con tres puntos en cancha ajena. Antes de ese encuentro, los trasnochados nacionalistas y orgullosos mexicanos solo habían obtenido 8 triunfos en 40 encuentros, una cifra que explica el por qué a partir del siguiente torneo estarán muy cerca de los puestos de descenso.
En México los equipos llamados “grandes” no lo son, lo fueron hace varios años. El mencionado rebaño tuvo su época de gloria cuando el futbol apenas se profesionalizaba, y después nada, un campeonato cada 10 años, nada más. Su archirrival, el América, era muy poderoso en la década de los 80, cuando era una máquina de hacer goles, y luego se apagó para también ganar campeonatos muy de vez en cuando.
No sé por qué la necedad de decir que Chivas es grande cuando se trata de un equipo del montón, un relleno en la liga desde hace décadas. Ni siquiera su historia da para tanto. Si lo comparamos con los grandes de Europa, desaparece, no es nada. Veamos: en España el Madrid ha ganado 32 títulos y no 11 como el triste rebaño. Y si de rachas hablamos, el actual y poderoso Barcelona perdió la semana pasada ante Valencia en el Nou Camp, con lo que vio interrumpida una seguidilla de 25 victorias en casa, contra el año que los muchachos de Vergara se aventaron sin ganar como visitantes.
El gran negocio de Chivas se llama nacionalismo mal entendido, pero muy rentable. El pueblo mexicano, tan golpeado por las conquistas extranjeras, por las batallas perdidas, se siente orgulloso de que un equipo tenga como norma solo jugar con nacidos en la tierra de la Virgen de Guadalupe, invento que cada 12 de diciembre mueve a miles de devotos en caminatas absurdas buscando un milagro.
Y qué importa si ese equipo de puro talento nacional nunca gana nada; eso es mejor a darle paso a los extranjeros, los que se llevan el dinero que nos pertenece, lógica tan estúpida como la de cualquier ranchero texano que odia a los latinos.
De ahí aquello de “El rebaño sagrado”, una santificación como la de Juan Diego, como la de la Virgen: puro mito, puro invento, puro ente que no existe.