Hace más de un año que lo más reciente de Woody Allen, Un día lluvioso en Nueva York (A rainy day in New York, 2019), debió llegar a las pantallas de cine. La tradicional cita anual, que desde principios de los años ochenta había tenido el cineasta neoyorquino con los cinéfilos del mundo, se vio truncada por el resurgimiento de unas acusaciones de abuso sexual que habían sido desestimadas desde 1993. Para ponernos en contexto, el escándalo se destapó en el marco de un amargo pleito por la custodia de los tres hijos que compartía con Mia Farrow (de los catorce que tuvo en total la actriz y activista). Así como meses después de que se conociera la relación entre Allen y Soon-Yi Previn, hija adoptiva de un matrimonio previo de Farrow (curiosamente Allen y Farrow nunca estuvieron casados ni vivieron juntos).
Amazon Studios produjo dos filmes previos de Allen, La rueda de la maravilla (Wonder Wheel, 2107), y Café Society (2016). Después de ello, llegaron a un acuerdo con el cineasta para producir cuatro filmes más. Sin embargo, la postura de Hollywood sobre las acusaciones de abuso sexual al interior de la industria ha cambiado radicalmente en los últimos años (al menos en apariencia), por lo que decidieron renegar del contrato. La consecuencia inmediata fue el congelamiento del estreno de Un día lluvioso en Nueva York, seguido de un pleito legal que terminó con un acuerdo no especificado entre ambas partes. Finalmente, la película ha ido estrenándose en algunos países de Europa y Latinoamérica, aunque no queda claro en que fecha lo hará en Estados Unidos.
La complejidad que rodea al filme no casa con su contenido: una comedia romántica sobre un par de jóvenes universitarios que pasan un fin de semana en la Gran Manzana. Gatsby y Ashleigh dejan su campus universitario en algún lugar del noreste estadounidense para que Ashleigh, aspirante a periodista, haga una entrevista a un famoso cineasta. El viaje será aprovechado por ambos para fortalecer su relación y visitar algunos lugares emblemáticos de la ciudad. Pero como posteriormente lo constata el propio Gatsby: “Nueva York tiene su propia agenda”.
Una serie de imprevistos provoca que la pareja tome rumbos distintos. Él se encuentra con la hermana de una exnovia, con la que inicia un flirteo, al tiempo que busca evitar la fiesta que ofrecen sus acaudalados padres. Mientras que ella cautiva con su encanto e ingenuidad a todos los hombres que se cruzan en su camino: un cineasta en crisis, un guionista que recién descubre la infidelidad de su esposa y el actor latino de moda. La situación es claramente descabellada, pero lo cierto es que en ningún momento la cinta se toma demasiado en serio.
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Como suele suceder, los jóvenes de Allen son viejos por dentro: aman el jazz, hacen citas y referencias literarias, visitan sitios de la ciudad que no están de moda y pueden prescindir de los teléfonos celulares. Parece ser un retrato nostálgico de la urbe que tanto ama el cineasta octogenario, sin que por ello resulte menos entretenida.
Fuera de una peculiar revelación materna no hay muchas sorpresas en Un día lluvioso en Nueva York, que anuncia desde el póster su inevitable desenlace. Se puede decir también que Selena Gomez no da el ancho y que el personaje de Elle Fanning es una poco imaginativa versión de la rubia sureña, en contraste con el atildado y culto neoyorquino de Timothée Chalamet (dicho sea de paso, todos ellos donaron los ingresos que obtuvieron por esta película a organizaciones que apoyan a víctimas de abuso sexual). Claramente no es una de los mejores trabajos de Woody Allen, pero no se puede negar que transmite cierto encanto desde su ligereza.
Ahora que la mitad de Hollywood le ha dado la espalda, el neoyorquino volvió a Europa para rodar Rifkin’s festival con un elenco conformado casi en su totalidad por actores del Viejo Continente. En términos cinematográficos es muy difícil esperar una nueva obra maestra, en lo demás, el tiempo dirá como terminan las cosas.