Sucedió durante el pasado festival de cine, hará menos de un mes, cuando Chema Yazpik declaró: «Me parece un detallazo que las autoridades nos tienen en esta situación, nos digan que ya no podemos hablar de ella, se chingan, este es el contexto en el que estamos viviendo, si fuera otro contexto, entonces hablaríamos otras cosas, parte de la responsabilidad del cine y del teatro es precisamente plasmar lo que se está viviendo en ese momento, entonces arreglemos el problema y ya podemos hablar de otras cosas.»
En relación a esta declaración que pareciera tardía, considero conveniente traerla de vuelta puesto que su película Polvo (2019) está actualmente en cartelera. En este sentido, haremos varias consideraciones a partir de esta declaración, antes de una breve revisión crítica sobre la película.
1. Las autoridades que nos tienen en esta situación
Sin afán de defender a la 4T, pareciera que es muy fácil hacer saltos cuánticos en el tiempo para hablar de «las autoridades que nos tienen en esta situación». Tendríamos que hacer muchas revisiones para definir qué autoridades exactamente nos tienen en esta situación. ¿Será los de la Dirección Federal de Seguridad que compró Caro Quintero a mediados de los años 80? ¿O Santiago Creel y Macedo de la Concha, que fueron secretarios de Gobernación y procurador, respectivamente, durante el inicio de mandato de Fox, que fue cuando el Chapo Guzmán se escapó por primera vez? ¿O Felipe Calderón y su ya tristemente famosa guerra contra el narco? ¿O al gabinete de seguridad de Peña Nieto? ¿A cuál de todas estas autoridades se referirá? Y cuando dice «esta situación», ¿se refiere a los últimos meses, años, décadas?
2. Si fuera otro contexto, entonces hablaríamos de otras cosas
Curiosamente, en el mismo contexto, sí habían otras películas que hablaban de otras cosas. Si lo ceñimos a las películas mexicanas que competían contra Yazpik en el FICM 19, por ejemplo, estaban Esto no es Berlín (Hari Sama) que trata sobre la juventud en los años 80 en la Ciudad de México y el despertar artístico, sexual y a la adultez. Muerte al Verano (Sebastián Padilla), sobre un joven que tiene un hermano en coma y un conjunto de rivalidades musicales, familiares y el descubrimiento de la personalidad. Mano de Obra (David Zonana): un grupo de trabajadores de la construcción que se apropian de una casa en la que trabajan. La paloma y el lobo (Carlos Lenin) aborda una historia de amor en un pueblo de Linares, luchando por mejorar dentro de la violencia.
El paraíso de la serpiente (Bernardo Arellano) cuenta la fábula de un hombre que se convierte en profeta en una comunidad alejada de «todo». Sanctorum (Joshua Gil), narra el fin del mundo y una comunidad asediada por el narco, pero al final nos olvidamos del narco porque invaden los perros xolozcuincle y los hombres en llamas y el fin del mundo. Territorio (Andrés Clariond) se acerca a los problemas de una pareja de la «clase trabajadora». Ya no estoy aquí (Fernando Frías) cuenta sobre un chico que habita en un barrio bravo en Monterrey y tiene que huir al otro lado para salvar a su familia. Por tanto, el contexto es el mismo, pero sí se puede hablar de otras cosas.
3. Parte de la responsabilidad del cine y del teatro es precisamente plasmar lo que se está viviendo en ese momento
Esta cantaleta se ha escuchado muchísimas veces para justificar este tipo de temas en el cine (o teatro o literatura o artes plásticas o memes o loquesea). Lo que nadie dice, explica o desarrolla es por qué es parte de la responsabilidad del cine plasmar lo que se está viviendo en ese (este) momento. Que sea una necesidad personal es una cosa. El autor puede tener o no su propio acercamiento a la realidad y él sabrá si hace una copia fiel, una apropiación, una ilusión o si simplemente inventa otra realidad. Lo interesante es que es un tema cuya narrativa compartió Diego Luna, cuando habló de su participación en Narcos.
Esa narrativa es la que no termina de cuadrar. Explicar minuciosamente por qué el cine debe hablar del narco, más allá de ser un intento de mimesis social. Por otro lado, ¿qué entendemos como responsabilidad? Si la responsabilidad estriba en que un autor alce la voz por una problemática, podríamos responder que ya muchos autores lo han hecho. Entonces sí, aunque el acercamiento sea distinto, seguiríamos hablando de lo mismo. Si por responsabilidad entendemos que buscamos que la población haga una reflexión sobre el tema, habría que preguntarle que para qué, porque no creo que la población realmente tenga la necesidad de reflexión sobre el tema, si lo que en muchos años ha aprendido es a estar hasta la madre de este tema.
4. Arreglemos el problema y ya podemos hablar de otras cosas
Muy bien. ¿Cómo lo arreglamos? Va a manera de diálogo:
—Si quieres, Chema, tú te vas a Jalisco y hablas con los del cartel. Que alguien de tu crew vaya a Sinaloa, otro a Tamaulipas y así.
—N’ombre, ¿cómo crees? Nosotros hacemos cine.
—Bueno, vale, es que para mi, «arreglemos» implica «nosotros», es decir sociedad y autoridades. ¿O cómo sugieres que lo arreglemos?
—Yo soy actor y director, eso no está en mí.
—Ah claro, eso no está en ti. Te entiendo y no tienes por qué dar la solución. Entonces mejor esperemos a que se arregle el problema.
—¿No’mbre, por qué esperar? Ya esperamos mucho, ¿no?
—Entonces, ¿cómo lo arreglamos?
—Pues ese es su problema.
—Pero tú acabas de decir «arreglemos», plural en el que tú te involucraste. O mejor hubieras dicho «arreglen el problema». Y ya que estamos en esto… ¿mientras no se arregle, entonces no podemos hablar de otras cosas, entonces? ¿Qué hacemos con las películas contra las que competiste? ¿Las enlatamos?
5. La película
Los bienes de siempre: bien fotografiada, bien producida. La factura en el cine mexicano rara vez levanta dudas. Ahora debemos preocuparnos de las historias. Y es que aún cuando el maniqueo de la elaboración del universo (que yo no me atrevería a llamar audaz), utilizando un momento en el que el imaginario sobre cómo era México a principio de los años 80 nos puede llevar a un idilio en que la inconexión, la desolación y el alejamiento pudiera crear una farsa creíble, no deja de percibirse una sensación de superioridad del autor sobre el pueblo retratado.
La inocencia de la provincia es vista, al fin, desde el que viene de lejos, desde el que hizo mundo. Ese que aprovecha la inocencia. Inocencia podría sustituirse por «necesidad de creer». Entonces, estamos ante un abuso. Y nos reímos de ello. Abuso de confianza, aunque no en la acepción jurídica, sino en el sentido ético/moral. Una tierra baldía de humor con algunos atisbos de buenos chistes y un acercamiento actoral que se aleja de la organicidad para mostrar un desfile de actores (algunos muy buenos y desperdiciados) que solamente se detienen a decir sus diálogos. Empero, un acierto es el intento (solo intento) de ver una comunidad transformarse, pues la burbuja económica que muestra la película, tarde o temprano tardaría en reventarse.
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