Sus primeros pasos los dio en Morelia Lab, ya terminada se estrenó en Sundance y fue contendiente en el Festival Internacional de Cine de Morelia. Después de todo eso, por fin llegó a salas comerciales Esto no es Berlín, la nueva cinta de Hari Sama. En ella, se aborda la historia de una familia mexicana en plena época de los 80, cuando el postpunk sonaba en circuitos subterráneos del entonces Distrito Federal, ese que es capaz de soportar terremotos y luego organizar mundiales.
Los protagonistas de la cinta son Xabiani Ponce de León, José Antonio Toledano, Mauro Sanchez Navarro y Ximena Romo. Esto no es Berlín se centra en las pretensiones de un grupo de jóvenes que se sienten ajenos a un país en proceso de reconstrucción, por lo que buscan refugio literalmente en el underground. Las brechas generacionales, la aceptación entre tribus y sobre todo los movimientos LGBTI son parte fundamental de este relato que se enriquece con una banda sonora exquisita.
Para tener más detalles de la película que todavía se mantiene en cartelera, platicamos con Hari Sama, que con este acumula seis largometrajes en su carrera.
¿Qué tanto los personajes están inspirados en gente cercana a ti, o en ti mismo?
Son personajes con los que yo conviví. Carlos es un poco yo, digamos, simbólicamente soy yo despertando a un montón de cosas en aquel tiempo. Pero hay muchos personajes que están inspirados, desde Nico que es una inspiración remota, en Illy Bleeding y en otras personas que me ha tocado conocer en la vida. Rita está inspirada en alguien de quien estuve semi enamorado en los 80, pero lamentablemente no pude conseguir rolas suyas. Está lleno de guiños, por supuesto hay personajes que están inspirados por artistas que conocí en aquel tiempo, por lo menos de lejos, porque yo tenía momentos de mucha timidez y que respeto enormemente desde entonces: los Quiñones, al Taka y banda que sí conocía de aquel tiempo.
En la película no se nota un acento que vaya con la época. ¿Por qué esta decisión?
No trabajé ningún acento, decidí dejar el acento a un lado y más bien abrir la puerta a la naturalidad, quería que los actores sintieran muy propios los diálogos, y en ese sentido quité palabras muy millenials.
Hacer cine en México es complicado, sobre todo para que una cinta llegue a salas comerciales. ¿Cómo te sientes con este final de ruta?
El sentimiento de que después de tanto trabajo, y luego del circuito por festivales, ahora por fin la película está en salas, es inverosímil, algo muy bello. No esperaba nada, no sabía que esperar, estaba muy excitado por el estreno en México. El estreno ha superado mis expectativas en todos los sentidos, y siento que es un mensaje del universo de que vamos en el camino correcto, haciendo un trabajo honesto, fuerte, vivencial, con el corazón en la mano. Desde el hecho de que supe que íbamos a poder estrenar en diciembre todo me pareció como muy cósmico, muy favorable. Y la verdad es que los comentarios han sido preciosos, y cuando no lo son, son súper violentos, cosa que me encanta también. Pero en general la gente está muy conmovida y muy atrapada por la película.
En términos de producción, ¿qué fue lo más complejo?
El reto mayor de situarla en los años 80 fue el presupuesto. Cada vez que decidía que una secuencia necesitaba más extras la respuesta era no, porque se multiplicaba por mil como consecuencia de vestuarios de época. Eso fue una enorme complicación siempre: el presupuesto. Lo demás fue un trabajo serio, puntilloso, de buscar las locaciones correctas.
Tuve la fortuna de poder trabajar en La Quiñonera, de recrear el antro, de trabajar en La Alteña, que es una colonia cercana a Lomas Verdes, que la verdad está detenida en el tiempo, lo mismo que la Cristobal Colón. Creo que fue un trabajo muy minucioso de elegir las cosas correctas, de elegir que Diana Quiroz fuera quien hiciera el arte, que Gaby Fernández hiciera el vestuario porque sabía que habría una relación de mucha cercanía, y de gente que entendía muy bien lo que yo necesitaba. Y mucho entendernos y saber qué tipo de recreación queríamos hacer, porque no son los 80, son unos 80 muy específicos.
¿Cómo ha sido la recepción en cuanto a generaciones que se encuentran con la película?
Sí hay gente que la ve con nostalgia entre los 40 y los 50, gente que le tocó vivir cosas semejantes o que lo vio pasar por ahí alrededor. Pero la verdad quienes han recibido entre sus brazos la película ha sido la comunidad LGBTQ, en su mayoría más jóvenes, y la generación millenial en su gran totalidad, gente que ha estado muy presente. Yo siento que hay un paralelismo muy extraño entre la generación X y los millenial, lo he estado reconociendo. Hay un espejo, somos un espejo, los mensajes, la estética y los intereses que había en los 80, siento que ahora los millenial lo han reasumido como propio y lo han expandido. Ha sido bien interesante que ven la película y entienden un montón de cosas de ellos mismos y les prende un montón, porque esa estética les hace mucho sentido y les encanta.
¿Cómo decidiste la banda sonora?
Desde que estaba filmando les ponía rolas de mi época, incluso desde antes de filmar yo hice un playlist que se llama This is not Berlín Film. Desde que no estábamos preparando con los actores yo les compartí es playlist que iba alimentando día con día y ellos tenían la obligación de escucharlo diario. Luego, durante la filmación, cuando había escenas de antro, que la gente está bailando, yo les iba poniendo música, yo me volví el dj oficial de la película porque este es el soundtrack de mi vida. Entonces ahí íbamos decidiendo qué rola jalaba, y ya en la edición pasó lo mismo. Fui jugando y decidiendo qué canciones meter; claro, parecía imposible, pero a la hora de la hora yo cedí todos mis sueldos de la película y me endeudé para tener la música con la que fui editando, eso se volvió algo muy importante para mí.
Imagen: Cortesía Cinépolis Distribución
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