Un adolescente de trece años asalta un Oxxo; antes, ha inhalado las suficientes líneas de coca y estudiado el lugar para que todo le salga bien. Es un criminal en ciernes que trabaja para su tío, es un chamaco sin miedo a nada, con el alma podrida, lista para crecer entre un mundo descompuesto, con una mano y su muñeca más pequeña que la cacha de su pistola.
Nada puede salir mal, pero todo sale mal. Alguien asesina a ese joven y ese alguien debe de pagarlo, porque no sabe con quién se ha metido.
Es el inicio, el preludio, de Perro de ataque (Ediciones B México), novela negra escrita por Darío Zalapa, quien sitúa la historia durante el sexenio de Felipe Calderón, seis años que saturaron de muertos al país, un territorio donde se inventaron los métodos más macabros para asesinar a alguien. La ciudad no tiene nombre pero se parece a Morelia, esa que vivió atentados terroristas en 2008, la que está a unos kilómetros de Uruapan, donde alguna vez arrojaron cráneos humanos a una pista de baile.
Un viejo lobo del periodismo, una femme fatale atrapada en la mediocridad de un periódico en picada, dos extorsionadores y un hombre en el lugar equivocado son parte de un relato oscuro, perturbador y, lamentablemente, muy realista.
Platicamos con su autor y esto fue lo que nos dijo:
¿Cómo surge la idea de contar una historia tan dura, literalmente oscura?
Fue por mera empatía, es un proyecto que nace hace casi cuatro años cuando me interesó el fenómeno de los ataques contra la prensa. En ese momento el estado más vulnerable era Veracruz, luego vino el asesinato contra Regina Martínez y otros periodistas. Comencé a indagar todo ese espectro, a salir de mi burbuja, y a partir de eso salió la idea de hacer una historia novelada, de narrarlo desde la ficción, de acercarme al género negro para contar esta historia, por las escenas y hechos que se narran. El texto fue madurando en este tiempo, se hizo más sólido conforme avanzaba la escritura.
¿La situación del país está siendo en sí un género negro?
Creo que, como lo afirma Nempo Giardinelli, parece ser que el género negro levanta la mano en situaciones de crisis y tensión social. En lo particular me interesó narrar lo sucedido en el sexenio de Felipe Calderón (2006-2102) y me interesó aterrizarlo en esta ciudad, pero como lo dices, estamos en una realidad a la que no podemos escapar, una realidad que se está comiendo al género. A partir de este libro me será muy difícil abstraerme de lo que vivimos, de estos ambientes de zozobra, porque es algo a lo que estamos atados. Lola Ancira comentaba en su crítica a Perro de ataque que si bien se toca el sexenio de Calderón, la historia podría caber en el actual o en los que siguen, porque como sociedad ya estamos en un escenario de terror absoluto y nos estamos acostumbrando.
No lo dices, pero la historia se desarrolla en Morelia. ¿Por qué elegir a esta ciudad?
Eso fue algo que estuve considerando, y aunque por unos meses me fui a vivir a la Ciudad de México, me di cuenta que este relato tenía que suceder en una ciudad pequeña, en uno de los estados centrales del país. Y a Morelia la conozco muy bien, conozco sus antros, sus tugurios, su vida nocturna, esos lugares proscritos para las alimañas que los visitan. La novela es un mapa de Morelia.
Es una historia de ficción, pero con mucho material documentado…
Los morelianos identificarán que es su ciudad, pues se mencionan calles, lugares, antros y todo lo que conocemos, pero también puede ser cualquier otra, y se juega con cómo era esta capital hace varios años, con un libramiento que no se terminaba, la ciudad que comenzaba a ver cómo crecían sus cinturones de pobreza, esos fraccionamientos que están lejos pero que pertenecen a Morelia. Y en general el estado sufría los inicios del horror: cabezas humanas lanzadas al antro Sol y Sombra de Uruapan, los atentados narcoterroristas del 15 de septiembre en 2008… no iban a ser elementos de primer plano en la novela, pero sí se iban a tocar, a ser una referencia.
¿Cómo fuiste construyendo los personajes de la novela? Hay un niño asesinado, un periodista veterano, una víctima de las circunstancias…
Cuando comencé a escribir la novela quería recoger dos historias: la de una correctora de estilo que empieza a desencantarse del oficio periodístico, y la otra era la de Roque, el tipo que, en términos de Felipe Calderón, aparece como un daño colateral, alguien con mala suerte, el que está en el lugar equivocado, lo que detona todo en Perro de ataque. No soy de los que hacen una escaleta de historia y personajes, prefiero echarlo andar el relato y que este te diga a dónde debe de ir. En este caso hay un preludio y luego adquiere una estructura coral, con personajes que pudieran parecer secundarios pero que traen sus propios conflictos y por lo tanto justifican su presencia. En ese sentido aparecen varios periodistas, tiradores de droga, empresarios y jefes de seguridad.
La novela describe a periodistas como trabajadores que arriesgan su vida, pero lejos de santificarlos, también los retrata como parte de una maquinaria del delito, desde el reportero hasta el dueño de un medio…
Esa fue la intención de poner a los reporteros de nota roja como principales protagonistas de una novela negra. Esto no es nada nuevo, pues desde antes de los 60 ya aparecen en obras como la serie de Chucho Cárdenas creada por Leo D’Olmo, tenemos a Enrique Serna y ahora a Bernardo Esquinca. A mí me servía por el tratamiento a los personajes, donde busqué no poner a gente totalmente buena o mala, porque los seres humanos no somos así, no estamos tan polarizados dentro de nuestras emociones. Ese reportero de nota roja es el personaje clave, porque va a la escena del crimen, tiene sus fuentes exclusivas, es una figura de poder por sí mismo. Pero es un poder invisible, porque arriba de él puede haber un jefe de redacción que le cambie la nota, un departamento de Comunicación Social que lo censure o un grupo del crimen organizado que le pide aumentar el número de muertos en su reporte.
El libro tiene como epicentro de reunión a un antro moreliano que ya no existe: el Memphis, uno de los lugares preferidos por muchos periodistas…
Sí, y ahí se desarrolla una escena que tiene dos guiños: el primero es recuperar a un narrador en tercera persona que aparece al inicio de la novela, en el preludio, esa voz les habla a los protagonistas, les dice dónde están y quiénes son, como si no lo supieran. Además, es una suerte de descanso estratégico en la lectura que antecede a su cierre, el cual es muy violento, con un ritmo muy ágil.
¿Cómo fuiste trabajando los recursos meramente literarios?
Como la novela es coral, de pronto el lector podría no saber cuándo termina un capítulo y cuándo empieza el otro, así que dejé guiños narrativos que le facilitaran al lector el identificarlo. Específicamente, el preludio me costó mucho tiempo y trabajo, porque era una parte esencial de la historia: que yo conociera al niño asesinado en un Oxxo, preguntarme por qué lo habían matado, por qué llevaba su mochila llena de coca, cuál era su presente y su pasado. Eso de alguna manera también ayuda al lector, lo prepara para lo que viene.
¿Y el reto de pasar de escribir cuentos a una novela?
La intención no era necesariamente escribir una novela, sino abordar el acoso contra la prensa desde la ficción. Comencé a escribir sin una idea muy concreta, desarrollando el personaje de Roque y de hecho comenzó como un cuento. Vamos, ha sido una novela de mucho aprendizaje en cuestión de técnicas, estilo, recursos y desarrollo de personajes. Luego comencé a escuchar recomendaciones, a hacer mis propias lecturas hasta que llega a ser una propuesta para el Fonca y todo acaba en más de 300 páginas que están disponibles para los lectores en todo el país.
Lee aquí un fragmento de Perro de ataque
http://revesonline.com/2017/09/16/perro-de-ataque-un-fragmento-de-la-novela-de-dario-zalapa/