En la sección de estrenos mexicanos del 19 FICM, Salomón Askenazi presentó su tercer largometraje, El rey de la fiesta (2021). No es la primera vez que lo hace en territorio nacional, ya que formó parte de la programación oficial del Festival de Monterrey en donde se llevó el premio a mejor largometraje mexicano.
La cinta que ahora nos ocupa está cobijada por Cinépolis Distribución, a diferencia de las dos primeras del cineasta y productor mexicano que no contaron con canales de distribución apropiados. Nos referimos a Dos veces tú (2018), en donde dos amigas intercambian esposos durante una boda y Ocean blues (2011), que no despegó aunque llegó a formar parte de la programación de Netflix.
Dos hermanos gemelos tienen personalidades diametralmente opuestas: Héctor dirige una empresa, está enfrascado en un matrimonio infeliz con una hija adolescente a quien no entiende. Rafa, con dos divorcios a cuestas, vive de acuerdo a sus propios términos, fiestero y despreocupado, ha regresado a la casa paterna. Cuando el avión en el que Rafa viajaría a Hawái, se accidenta y mueren todos sus pasajeros. Héctor, que atraviesa una profunda crisis emocional, adquiere paulatinamente y en secreto, tanto la personalidad como la vestimenta del desaparecido, llegando al grado de descuidar a su familia y acostarse con la novia de su gemelo.
Mediante una serie de imágenes inconexas, una voz en off que recita en inglés situaciones sobre las trampas de la mente y cortes abruptos al estilo de videoclip noventero, el director nos muestra la confusión que se apodera del protagonista. Además, su conversión en un hombre de felicidad momentánea, mientras está de juerga y apuesta cantidades industriales en un casino clandestino con la finalidad de impresionar a una mujer que no sabe que está tratando con la persona equivocada.
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Justamente esas transiciones, que son muy atractivas a nivel visual, son uno de los puntos débiles de la narrativa, ya que transmiten la confusión del personaje al espectador y de tanto usarlos se desgastan. No obstante la cinta tiene algunos pasajes interesantes, sobre todo en los primeros momentos, cuando Héctor asume el carácter de su gemelo. Incluso el guion nos reservaría una sorpresa (si no la anunciara la sinopsis), justo cuando se acerca el desenlace.
Aunque se centra en Héctor, en como el entorno familiar lo ha puesto en una situación límite, ansioso por encontrar una válvula de escape, los personajes femeninos podrían haberse desarrollado un poco más, ya que solo acompañan la ira y creciente desconcierto del protagonista.
En ese sentido hay que reconocer el gran desempeño de Giancarlo Ruiz, interpretando a los dos hermanos con un desparpajo contagioso, motivo suficiente para no despegar la vista de la pantalla. Mención aparte lo de Juan Carlos Colombo, quien hace muy buena mancuerna con Giancarlo. Está lejos de ser un trabajo redondo, pero parte de una premisa muy atractiva y es lo suficientemente disfrutable y entretenida como para estar a la altura de algunas de las películas de la sección oficial.