Por Alejandra Quintero
La casa Emak Bakia es un rastreo de los lugares donde Man Ray filmó su segunda producción cinematográfica: Emak Bakia, que en vasco significa déjame en paz. Una búsqueda incansable del director Oskar Alegría por acercarse a través de su propio discurso poético a la obra de uno de los artistas más importantes del mundo.
Ópera prima de Oskar Alegría, quien además es periodista, guionista y cineasta, el documental intenta encontrar el refugio donde Man Ray grabó una de sus mayores obras, y aunque no se dan grandes indicios para saber dónde se realizó, el director comienza este viaje en la tumba del fotógrafo y pintor.
Man Ray, quien en realidad se llamaba Emmanuel Rudzitsky, fue un artista surrealista y gran impulsor del dadaísmo en París en los años veinte, resultado de un acercamiento muy estrecho con el arte durante toda su vida. Un artista que siempre experimentaba con técnicas a través de su visión extraordinaria.
Coincidencias que llevan a Alegría a crear su propia historia en imágenes, para conectarse con el cinepoema de Ray; casi puede sentirse esa necesidad imprescindible del director por encontrar el origen del nombre de la cinta grabada en 1926 en una mansión cerca de Biarritz, a unos pasos del mar.
Un camino que al recorrerlo lo lleva a descubrir otras historias que podrían ser lazos que lo ayudan a reconstruirse a sí mismo, a través de la visión de los otros, de la obra de Man Ray. Una cinta dedicada al azar, como el mismo director describe, grabada de la misma manera, intentando imitar las huellas que el artista dejó incluso a través del viento. Una cinta que además de un homenaje a ese gran artista, nos recuerda la importancia de la memoria inmortal que nos provee el arte, el bueno.