El Premio de Novela José Rubén Romero ha sido vulnerado, corrompido. Según el seguimiento que medios como El Universal y Revés Online le han dado al caso desde el martes pasado por la tarde, los datos de varias decenas de participantes estaban ya contenidos en un fichero de Excel sin que la convocatoria haya cerrado aún. Se incluyeron nombre, folio, referencias biográficas y editoriales. El que es uno de los premios de novela inédita más importante del país, no pudo respetar el proceso natural de todo concurso: mantener las plicas cerradas y sólo abrir, al final, la de la novela ganadora.
El certamen, convocado por el INBAL y la Secretaría de Cultura de Michoacán desde 1978, ofrece la poco despreciable suma de 200 mil pesos, aunque no la publicación. Esa dependerá de las relaciones públicas de quien gane el premio. A final de cuentas y como están las cosas, que un instituto de cultura no te ofrezca la publicación es lo mejor que le puede pasar a tu libro. Entre las escritoras y los escritores premiados desfilan Carlos Ruiz Mejía, Mempo Giardinelli, Ricardo Chávez Castañeda, Cristina Rivera Garza, María Luisa Mendoza, Héctor Alvarado y, en lo que va de la década, César Silva Márquez, Francisco Haghenbeck e Hilario Peña.
A estas alturas del partido el premio tiene el suficiente currículo como para que nos importe lo que está sucediendo con él, ya que lo ocurrido no es ni de lejos la primera irregularidad de la que se tiene conocimiento. Al menos entre el gremio literario y según experiencias que me han contado amigos que lo han obtenido: entre actos de premiación que se postergan y pagos realizados en abonos, la Secretaría de Cultura de Michoacán sólo ha conseguido que el prestigio del premio se convierta en un chiste lastimero, mal contado.
¿Culpables? Tal vez tendríamos que apuntar el dedo al Departamento de Literatura y Fomento a la Lectura de Secum. Hace apenas unos meses, preguntándoles por programas de fomento que pudiera llevar a mi pueblo, tuvieron solamente un par de propuestas que hacerme, las mismas que han manejado desde hace varios años: “Pues tenemos un cuentacuentos, pero ustedes le pagan viáticos, y también está el programa del libro perdido, pero ahorita no sirve la plataforma”, me dijo una de las coordinadoras.
A Julieta Coria, directora del departamento, por más que esperé no la vi cruzar la puerta. Después, al querer revisar su catálogo de publicaciones, me enteré que también siguen ¿promoviendo? los mismos libros de 2010. Desde hace algunos años a duras penas suman dos o tres nuevos títulos publicados. En tanto, los Premios Michoacán de Literatura -el único certamen de mediana categoría en el estado y que al menos lanzaban una decena de libros al año- representan un lejano y difuso recuerdo. Mejor me despedí, salí de la oficina y me fui por unos tacos de birria, lo que me resultó mucho más provechoso.
Este mismo departamento fue el culpable de que se abrieran las plicas del concurso. Es decir, no sólo fallan en la actualización de su catálogo editorial, en la implementación de programas de fomento adecuados y de utilidad, en la emisión de la convocatoria para los Premios Michoacán de Literatura o en la promoción y profesionalización de sus autores locales. No. Además, se dan el lujo de hacer el ridículo a nivel nacional, con bombos y platillos, en un momento en el que la prensa (particularmente El Universal) está más atenta que nunca a los errores del nuevo gobierno. Porque Michoacán será el último estado perredista, pero el INBA ya le responde a AMLO.
Aquí quiero contar una experiencia personal que se empata con este caso y que representa, creo, la realidad de los certámenes celebrados por el Gobierno de Michoacán. El año pasado, días antes de iniciar mi trabajo como asesor de Ayuntamiento en mi natal Paracho, recibí una llamada del músico Javier Bautista. Como contexto, apunto: él también es originario de Paracho y junto a su familia se ha mantenido de los contratos que su grupo de pirekuas, conocido como Los Erandi, firma con la Secum para realizar conciertos públicos o privados.
No me hablaba para otra cosa más que para chantajearme: su hijo Javier, también músico, algunos años menor que yo, era jurado en el Premio al Mérito Juvenil de Michoacán (del Instituto de la Juventud Michoacana) y ya había leído mi postulación. En pocas palabras, Bautista padre me ofreció ayudarme a obtener el premio si yo le abría la puerta para que fuera asesor cultural del Municipio, lo que sea que eso signifique.
“Ya le dije a Javiercito que vote por ti”, fueron sus palabras. No me dio tiempo ni de decirle si aceptaba o no entrarle a su corruptela: “Nos vemos en la toma de protesta”, me dijo y colgó, tal vez seguro de que al fin me había humillado y anulado desde su posición privilegiada dentro de la política cultural de Michoacán, pues llevaba semanas insistiéndome con el tema sin que yo le diera entrada.
Lo que Bautista no sabía es que, en lo referente a mi carrera, hace al menos seis años que no solicito ningún tipo de apoyo al estado de Michoacán ni a sus fallidos aparatos culturales. Por lo tanto no tengo deudas de ningún tipo con ningún funcionario, artista o agente cultural, ni planeo adquirirlas pronto. No me sorprende lo que quiso hacer: dentro del pequeño gremio artístico de la región, su grupo es conocido por prácticas de ese tipo. Me hizo gracia su intento de chapuza y a la fecha no he vuelto a tener noticias suyas. Supongo que a esta hora estará tocando Cara de pingo en alguna comida del gobernador.
A más de la mitad del sexenio de Silvano Aureoles, pareciera que los funcionarios ya están con un pie fuera del campo de juego. Mitad «saco mi trabajo con el esfuerzo mínimo», mitad «esto no es mi pedo y pregúntenle a fulanito«. Los que siguen en pie luego de casi cuatro años, saben que lo que obtengan a partir de 2019 ya es ganancia. Especialmente el Departamento de Literatura -cuya dirección ha recaído en tres personas desde 2015- lucía hasta hace unos días empeñado en pasar desapercibido. Cuentacuentos y donaciones de libros aburridísimos bastaban para llenar su reporte mensual de actividades.
Pero la regaron, metieron la pata en la única tarea que no debían arruinar, y ahora esperan que su hermano mayor, el INBAL, salga a pagar los platos rotos. No, el departamento está obligado a recibir los golpes que le tocan. Resultaron chapuceros y ventajosos como el mismo Pito Pérez, quien tal vez también tenía cara de pingo. ¿Esperamos su comunicado, su justificación? Por supuesto, y ya se tardaron en hacerlo, era para ayer. Porque además de poner en duda la credibilidad de la actual emisión del concurso, afectaron a los 40 nombres publicados en la lista, obligándolos a buscar alternativas para que sus novelas puedan participar en otros concursos.
No esperábamos nada de ustedes, Departamento de Literatura, y aun así lograron decepcionarnos. ¿El lado bueno de las cosas? Al menos hoy y tal vez mañana la literatura de Michoacán aparecerá en los diarios. ¡Pito Pérez no ha muerto!