Para cerrar la segunda jornada de actividades de la sección de largometrajes mexicanos en competencia del Festival Internacional de Cine de Morelia (FICM), se presentó Las niñas bien (2018). La cinta se estrenó con críticas mixtas en el Festival de Cine de Toronto y su salida a la cartelera nacional está prevista para marzo del próximo año de la mano de Cinépolis Distribución.
La obra escrita y dirigida por Alejandra Márquez se inspiró en los personajes creados por la escritora Guadalupe Loaeza hace más de treinta años (el libro, primero de la autora, acaba de ser reeditado por Océano), un texto que aún sigue dando mucho de que hablar. El tono anti académico de Loaeza, más cercano al cotilleo malicioso que de la crónica social, lo convirtieron en un éxito de ventas desde que el primer momento.
Hace unos años, Alejandra Márquez presentó su ópera prima Semana Santa (2015), un drama que se desarrolla durante las vacaciones playeras de una pequeña familia. Es evidente que hay una gran diferencia entre el tema de su largometraje debut y el material que sirve de punto de partida de Las niñas bien. Aunque desde un primer momento, se hace evidente que Márquez no se decanta por la comedia ligera ni pensó ofrecer una visión superficial de sus personajes.
La historia tiene lugar en la Ciudad de México durante los primeros años de la década de 1980. Sofía es una madre frívola que pasa sus días haciendo compras, jugando tenis en el club y soñando con Julio Iglesias en su mejor momento. En suma, la matriarca de una familia adinerada típica de la época. Hasta que llegó la crisis de la devaluación del peso, la caída de los precios del petróleo y la nacionalización de la banca, situaciones que la hacen encarar por primera vez, la posibilidad de perder algunos de sus privilegios.
Las crisis económicas suelen afectar con más severidad a los estratos más pobres de la población, quienes pueden perderlo todo ante una eventualidad de este tipo. Aunque en este caso, la historia se cuenta desde el punto de vista de una familia que puede seguir viviendo sin un auto del año, despidiendo a parte del personal doméstico, cambiando a sus hijos de colegio y dejando de comprar vestidos en Nueva York. Y es que ¿qué pierden realmente las familias ricas cuando pierden su dinero?
Los hilos son movidos por el sistema y los títeres son una serie de personajes a cada cual más odioso. Parecería difícil encontrar un aliciente para mantenerse inamovible en la butaca. Sin embargo, el ritmo pausado y la antipatía autoinflingida de sus protagonistas, pueden sin mucha dificultad sortear los recelos del espectador más dispuesto.
La migración y el clasismo han sido los dos grandes ejes alrededor de los cuales giran las temáticas de las películas presentadas hasta ahora en el FICM. La desigualdad económica y social es un tema que se debe abordar desde diferentes puntos de vista y la obra de Márquez ofrece su propia mirada sobre algunos de los peores vicios de la estratificación social. No parece estar entre las favoritas para llevarse el premio principal del certamen, pero es una cinta cumplidora y sumamente entretenida.