Por Raúl Mejía
Las cosas han evolucionado así: con dos amigos, fifís químicamente puros, coincidimos en nuestro desapego por todo lo vinculado a la 4T y cuando irrumpió Xóchitl brincamos de alegría: “¡Por fin tenemos candidata!” -graznamos felices.
Luego me tocó ver a la Claus en mítines y plazas públicas. Concluí que me despertaba más interés una banqueta o un perro moviendo la cola que las arengas de la doctora en no sé qué. Todo tipo de pasiones, libidos y emociones se marchitaban escuchándola repetir todas las consignas de su valedor… y con una hueva casi poética.
Después leía la andanada de diatribas porque no soltaba una sola idea o comentario emanados de su cerebro privilegiado. “Parece perico”, decían los maledicentes, y ¿qué creen?: ahí empecé a reflexionar profundamente en si no sería una táctica inteligente de esa mujer frente a un jefe caprichoso que si le daba la gana podía desincorporarla de la posición que disfrutaba (la candidatura). ¿Para qué confrontar a un ser tan poderoso, inteligente y veleidoso desde la blandengue postura de candidata (aún) no sancionada por las leyes o reglamentos respectivos?
Aunque la conclusión es machista, patriarcal y chocante, era mejor asumirlo: “calladita te ves más bonita”. Eso hizo.
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En la soledad de mi estudio pensé en lo difícil que debía ser para Claudia mantener todo como si estuviera viviendo el mejor escenario de su vida. Las presiones a las que estaba sometida me hicieron pensar, con sinceridad, en lo complicado que debía ser mantenerse bonita (es decir, calladita) y seguir tragando sapos.
“Esta mujer necesita mi apoyo”, pensé de manera patriarcal y fue cuando empecé a excretar mis opiniones más temerarias en el grupo de WhatsApp de la Liga Fifí. Esos lances de sinceridad lograron lo inconcebible: que me expulsaran sin honores.
Aquí abajo la prueba documental de mi falta de carácter. Vía WhatsApp me puse intenso y empecé a circular, entre mis pares, comentarios como los de abajo:
– Seamos realistas: nada impedirá que gane Claudia.
-A Sheinbaum la tiene “agarrada de salva sea la parte” su valedor. Chance diga algo en las campañas oficiales. No ahora. Como presidenta se moverá en la delgada línea de lo prudente y aprovechará la guerra intestina que se desatará en Morena que se quedará sin AMLO en el poder.
-¿Lo podrá calmar la nueva presidenta? Yo creo sí, pero primero debe esquivar la espada de Damocles hasta que la revocación de mandato no se pueda aplicar a su cabecita rizada.
-La charola de reformas que pretende sojuzgarla y someterla tiene aspectos, artículos y contenidos específicos que la oposición apoya. Pero si se quieren aplicar se tendrán que negociar, y en esa negociación, el país tiene un salvavidas.
-No soy fan de la 4T, pero creo que con AMLO ya tocamos fondo. Claudia no es peor que ese sujeto. Imposible. Mi “apuesta” es que la (casi) mandataria estará tres años casi sometida, pero mejorará la relación con todos los mexicanos. Es por su bien y el nuestro.
-En esta fase electoral, la candidata de la 4T no genera ninguna emoción (y las compañas apelan a las emociones, según dicen los sabios en la materia). Claudia es inteligente y si me apuran, supera en ese rubro a Xóchitl Gálvez (por quien votaré).
-La Claudia no será una Pascuala Ortiz Rubio; tampoco una Plutarca Elías Calles y dudo que sea una Lázara que envíe más allá de su rancho a quien la puso como candidata primero y como presidenta después (con los votos necesarios, claro).
-Claudia está sometida a presiones fuertísimas; no debe ser sencillo lidiar con un tipo como AMLO.
-Claus se rebelará y quizás haga un buen gobierno.
Mi osadía llegó más allá del más allá (lo mencioné en otra entrega en este espacio; búsquenla más abajo) y puse las cosas en modo pragmático y lúdico porque estas cosas, para los ciudadanos comunes y corrientes deben ser algo divertido: aposté un peso a que una vez en campaña, la candidata morena marcaría diferencias con AMLO. Sutiles, claro. Nada estrambóticas y más: que las reformas empaquetadas que le endilgó el presidente, todas, se iban a negociar. De otra manera la tarea de gobernar se iba a poner cañona.
Mis amiguitos, envalentonados, doblaron la apuesta: “¡que sean dos pesos, perro!” -ladraron. Yo acepté, pero sufrí el escarnio de ser expulsado de la Liga Fifí: “no es nada personal, podemos seguir siendo amigos en la vida real, pero en las redes sociales ni lo pienses” -me dijo el otro mientras me daba palmaditas en la espalda.
Mi honor va de por medio.
Por décadas he soportado la etiqueta de panista que me embarró, por primera vez mi amigo Vicente Tapia en el bar de Antonio Monter a principios de siglo (lo recuerdo bien. Fue en La Tertulia).
Nadie recuerda (porque quizás no se los dije) que yo voto por quien me parece menos malo en el mero momento de emitir el sufragio. Así, mi vida de ciudadano ejemplar ha oscilado entre el PRD (voté por Cárdenas en 1988), el PAN y el PRI e incluso Movimiento Ciudadano, pero no creo que algún día vaya a votar por Morena. Tampoco hay que exagerar.
“Más sin embargo”, les confieso: no soy fanático y carezco de convicciones. Yo observo y ejerzo mi derecho a votar y ya con eso me doy por bien servido.
Ante la alta probabilidad del triunfo de Claudia Sheinbaum, “siento” que no sería una mala presidenta…pero no votaré por ella.
Así de veleidoso y convenenciero es mi criterio.
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