Por Emma Monroy
En plena pandemia, con los jardines y las plazas públicas cercadas y sin cerveza, se corre el rumor de que Monarcas Morelia podría convertirse en los Delfines de Mazatlán.
La arquitectura es una rasgo distintivo de las ciudades, sus cocinas una tradición que disfrutan turistas y locales. Ambas, herencias de otra época que se presumen al mundo, pero por mucho que se compartan edificios y platillos, pocas cosas hermanan a los ciudadanos como el amor por un equipo, reconocerse en la camiseta del otro.
Todas las ciudades con equipo de futbol se ufanan de ser la mejor afición, la mayoría tienen títulos de qué enorgullecerse, jugadores memorables o partidos épicos que les hinchan el corazón a sus seguidores. Morelia, o más bien, los morelianos, no son la excepción.
Recuerdo un día en León, un amigo estaba de visita, era sábado, torneo de clausura, jornada 14, se enfrentaban Morelia contra León. Fuimos al centro a ver el partido, en un bar lleno de panzas verdes, C portaba su playera del Monarcas con orgullo, fue el único que celebró el gol de su equipo; lo hizo sin escatimar emoción y con la esperanza de que en los 10 minutos restantes cayera un segundo gol que les diera el empate, pero no ocurrió, y Morelia perdió 2-1.
Pese a la derrota y en la ciudad del equipo contrario, C siguió usando su playera el resto de la tarde, con la convicción del cariño que da seguir a un equipo durante 30 años y yo diría que hasta con valor, considerando las circunstancias, que ya se saben también la pasiones que despierta el futbol.
Morelia entró al siglo XXI con su primer -y único- título de liga. El héroe de aquella tarde fue Ángel Comizzo, el portero que en la serie de penales le atajó 3 a los diablos del Toluca, y quien antes de llegar al Morelia, había jugado para el León. Desde entonces, Morelia ha llegado a 3 finales sin ganar ninguna; y durante ese torneo cuyo partido C vio en León, los Monarcas se jugaba el descenso. Pero la última jornada de ese clausura 2017, jugando contra Monterrey, la monarquía conoció el rostro de su nuevo héroe: Raúl Ruidíaz.
Durante 83 minutos, los michoacanos habían conservado la ventaja de un gol, y con él, su permanencia en la primera división, pero al minuto 84, se marcó un penal que Monterrey cobró bien y heló la sangre de la afición monarca. En el minuto 90, una falta a favor de Morelia mandó a todo el equipo al frente y ahí apareció Ruidíaz para marcar el gol que los salvó del descenso y hasta los coló a la liguilla, que perdieron en cuartos de final frente a los Xolos. Entonces pensaron que sería para la otra. Pero puede que esa otra no llegue; pues de confirmarse el rumor de su venta, los monarcas dejarán de serlo.
Es triste que el dinero se imponga sobre el arraigo de una afición que ha tejido lazos de fraternidad a través de un equipo de futbol. La identidad de una ciudad y su gente no debería ser transferible. No es una franquicia lo que pretenden llevarse, es la historia de un equipo que se ha hecho en esta ciudad, personas que crecieron yendo al estadio, que encontraron en Monarcas una razón para reunirse, un vínculo para hermanarse, o hasta el motivo para enemistarse. La playera no es un pedazo de tela que se cambia como se cambia a diario la ropa. La playera es un símbolo que le dice al otro, no te conozco pero hoy celebramos o nos resignamos juntos.
Es el Fantasma Figueroa con sus 140 goles, la indignación de la afición cuando – otra vez– los dueños le invirtieron todo al Atlas – que ni así remontó-. Es la hija de Carlos Miloc llamándose Morelia por el amor de su padre al equipo. Es Alberto, cumpliendo su promesa de asistir a todos los partidos del equipo después de salvarse del descenso, Carlos celebrando en un bar lleno de playeras contrarias. Dany siguiendo los partidos desde Playa del Carmen, y todos los morelianos que ayer se pararon en la Madero para pedir que no se lleven al equipo.
Qué triste si los Monarcas dejan Morelia, porque uno no aprende a querer a un equipo solo porque lo tiene, uno quiere al equipo por lo que ha compartido con él, por las emociones y decepciones que nos ha dado. Un equipo no solo vive dentro de la cancha, un equipo vive en su ciudad, con su gente, todos los días, cuando afuera de las casas y negocios hay banderas ondeando, cuando los taxis van forrados con las mantas del equipo, y el llavero o la taza te recuerdan que como muchos en Morelia, eres Fuerza Monarca. Qué triste ver como cada vez más las cosas tienen precio y pierden valor.
Imagen: Hefebreo/ Flickr
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