¿Quién de nosotros? es la obra de teatro escrita por Rogelio Laguna, inspirada en la novela Quien de nosotros de Mario Benedetti, publicada en 1953. El proyecto fue propuesto por Gustavo Beltrán, quien será el encargado del montaje de la obra. La publicación cuenta con un prólogo de Andrea Motta y ha sido posible gracias a Ediciones El Viaje (Guadalajara) en colaboración con Editorial Mil Mesetas. Este 11 de mayo se presenta en el Centro Cultural Cactux de Morelia, a las 7:00 p.m. Para que sepas de qué se trata, te dejamos un muy buen texto de Gonzalo Valtierra.
Manuel: Estuve pensado algo que tal vez pueda sonarte un
poco extraño…
Helena: …
Manuel: Estuve pensando en que te casarás con Lucas, y pensé,
tan sólo por unos instantes cómo sería que tú y yo
estuviéramos juntos…
Helena: ¿A qué te re?eres?
Manuel: Sí, estuve imaginando qué pasaría si fueras mi esposa.
¿Qué queda entre una novela escrita por un uruguayo a mediados del siglo XX y una obra de teatro (inspirada en dicha novela) escrita por un mexicano en la primera década del siglo XXI? Un enorme vacío que distingue una de otra. Pero también puentes tendidos entre un extremo y otro. Un diálogo que, después de leer tanto la novela como la obra de teatro, se hace evidente, y se antoja inteligente y creativo.
Benedetti, el maestro, y Rogelio Laguna, filósofo y narrador, podrían hacerse mutuamente la pregunta: ¿Quién de nosotros juzga a quién?—No me atrevería a responder. Sin duda la obra de teatro es un proyecto de reescritura, una búsqueda por narrar de otra forma la historia que Benedetti pensó hace sesenta años, en la forma de novela (su primera novela). Pero no es sólo eso, pues el proyecto explora otras posibilidades, los personajes adquieren, por así decirlo, un color diferente, actual, contemporáneo, sin alejarse del proyecto original planteado por Benedetti. Es un homenaje al maestro, y un desafío.
No es la primera vez que se hace esto en la literatura. Las tragedias griegas se han reinterpretado, muchas veces, por poner un ejemplo “clásico”. Pero no sólo en el ámbito de la literatura, las vías narrativas se han multiplicado desde que Ulises se salvara del canto de las sirenas. El cine, por ejemplo, ha aprovechado la literatura. O Pensemos en A. Baricco quien hizo lo impensable, reescribir la Iliada para el público contemporáneo.
Para lograr tales hazañas hay que ser un buen lector, más que eso, hay que ser un ferviente lector. Y un escritor un tanto avezado, sin duda. Quisiéramos conocer más lectores fervientes y escritores avezados.
Esta historia, en palabras de R. Laguna, es la recuperación de un sueño de Benedetti. Una forma de revivir las pasiones. Una búsqueda de vías narrativas nuevas que conduzcan al escritor y al lector a pensar su mundo de otras formas, como posibilidades, como fantasías.
Quisiera comenzar con Alicia, quien ahora conocemos como Helena. Pero no sé con cuál hacerlo. Sin duda son dos mujeres, que en el fondo han sido empujadas por un hombre, llamémoslo pequeño, y hasta pusilánime, a buscar a otro, para cerrar el triángulo amoroso que comienza en los recuerdos de la infancia y la juventud.
Es un juego el que propone Benedetti, y que después recoge R. Laguna. Un juego en el que todos se evaden, a sí mismos, a los otros, a los hijos, sus deseos…Por eso Alicia escribe una carta que comienza con un fatal “Querido”, continúa con la pregunta “¿Hubiera sido mejor discutirlo frente a frente, con la mayor serenidad posible?” y termina la suposición de que no habrá complicaciones. Cuando en realidad todo ha sido una enorme complicación; es complicado entender al otro, amar al otro, vivir deseando a otro, o empujando a una persona a amar a otro.
Miguel / Manuel comete el mismo error, se evade, y al hacerlo evade a su esposa. Escribe un pobre diario, lleno de autocompasión y rencor. Rencor por sí mismo, aunque no lo sepa, o no quiera saberlo.
Lucas, único personaje que no cambia de nombre en la obra de teatro, es un narrador. Benedetti lo convertirá también en un hombre que se evade, pero eso sí, ¿acaso no todo narrador se evade y por eso escribe? Entre los ciegos, el tuerto es rey, como Lucas que vive de esa habilidad para escapar del mundo, de la realidad, de sí mismo y los demás.
R. Laguna propone algo diferente con los personajes. Los enfrenta. Los hace chocar, deja en el siglo XX los diarios, las epístolas y los cuentos y convierte a los personajes en voces activas, que con habilidad, se convierten en seres dotados de vida, de drama, de contradicciones. A manera de monólogo los enfrenta a ellos mismos, y nos refleja en sus vidas, en sus absurdos y sinsentidos.
Nos preguntamos entonces ¿quién de nosotros no podría ser un Manuel, una Helena o un Lucas? No es obligado elegir, porque no hay elecciones, a veces somos todos a la vez, y nos saboteamos maravillosamente la vida, los sueños, los deseos…
Alicia, en la carta que le dirige a Miguel le dice: Querido, nuestro matrimonio no ha sido un fracaso, sino algo mucho más horrible: un éxito malgastado.Lo mismo podríamos pensar de las vidas de los tres, éxitos malgastados, porque viven sin realmente hacerlo.
Lo que uno encuentra al explorar la novela y la obra de teatro es más que un triangulo amoroso, es una trama de hilos subterráneos que se tejen a lo largo del tiempo entre estos seres humanos; es un proceso lúdico de atarse, enredarse, separarse…
En la novela de Benedetti la tensión sexual, rendirse a las torsiones del cuerpo, del espíritu embriagado de cuerpo, se asoma pero no se consuma, no sucumben ante ella Miguel, Alicia y Lucas. Es un triángulo bastante insípido en este aspecto, muy aburguesado y casi decimonónico ¿Benedetti pensaría criticar así la vida aburguesada de los personajes, de la sociedad uruguaya?
En cambio, la obra de teatro propone un minimalismo espacial para acercar los cuerpos de los personajes. Después de todo vivimos una época de masas, de hacinamiento, de contacto con los cuerpos, nos guste o no. Existe esa tensión sexual entre los tres personajes, pero no es un querer, pues este es demasiado voluntario, es una necesidad la que existe entre los tres, y la necesidad empuja. Por eso R. Laguna los imagina, los transporta a una tina de baño donde los tres se embriagan, se desnudan y se besan.
El espacio es como un barco que avanza hacia tierras misteriosas, es una bañera que lleva dentro a los niños, los jóvenes, los adultos, todas las vidas de estos tres amantes. El escenario es un espacio vacío en donde sólo se observan tresbancos y una tina de baño, hay pantallas al centro y a los ladosdel escenario.Es el lugar idóneo para enfrentarse a los otros en su desnudez, para convertirse en personajes muy vivos, humanos, cuerpos que se encuentran.
Hay que vivir el cuerpo. ¿Cómo lo hacemos actualmente? Es la pregunta que trata de responder R. Laguna en ¿Quién de nosotros?
Imposible pensar la relación que tenemos con el cuerpo sin pensar en las cámaras fotográficas, por ejemplo. Cuando Manuel (en la obra de teatro) retrata al desnudo Lucas, este no comprende la actitud del fotógrafo, su amigo, le resulta desesperante, su silencio como de tumba abierta, o sellada para siempre. Lucas es sínico, le gusta Manuel y se acerca para… está de más decir para qué. El resultado es… Manuel y Lucas deben amarse, aunque no lo sepan.
Los hijos aparecen en la novela a manera de testigos, en cambio en la obra de teatro se han vuelto invisibles. Habría que imaginarlos jugando videojuegos, alejados de los padres, o absortos en el internet y el mundo de los celulares. Hijos invisibles, la fantasía de los padres de este siglo.
Sin duda, tanto la novela como la obra de teatro ponen el dedo en la yaga de su tiempo. Con los años el cinismo se esconde bajo el tapete, a manera de polvo, como los recuerdos o tras el cuadro, colgado como prenda del dolor, de la impotencia, de la infelicidad. Sabemos que envejecemos cuando la casa está plagada de triques que esconden tras de sí nuestro paso por el mundo.
El teatro del mundo se oscurece y Manuel, Helena y Lucas quedan sumidos en la noche sin tiempo, sin saber ¿quién de nosotros juzga a quién?