Carlos Underwood
“España es un país que se encuentra en una encrucijada ambiental, durante mucho tiempo ha habido recursos, sobre todo paisajísticos, sobre todo costeros y ahora tiene que entender que no puede explotarlos de la forma como lo ha hecho, de forma indefinida en el tiempo”, lapida Andreu Escrivá, integrante del comité de expertos en Cambio Climático de la Comunidad Valenciana y también Premio Europeo de Divulgación Científica Estudi General, tras reflexionar sobre las consecuencias del modelo turístico español que, prácticamente, “ha destrozado gran parte de los recursos naturales” del país ibérico y alcanzado negativamente a Latinoamérica, sobre todo al Caribe mexicano.
La cita es en el Jardín Botánico, en la calle Quart. Andreu llega puntual, ingresamos al recinto y entre una extensa colección de plantas comenzamos el diálogo. Días antes, también en Valencia, Andreu presentó su libro Encara no és tard: claus per a entendre i aturar el canvi climàtic (Bromera/PUV, 2017), y en su presentación empleó términos que actualmente no son comunes entre la sociedad ni en los gobiernos pero, sin duda, son clave para entender por qué los actuales modelos de producción, económicos y turísticos han sumado al vertiginoso avance del cambio climático y a la afectación de los ecosistemas en el mundo.
El también ambientólogo y doctor en Biodiversidad es claro, “tenemos que alfabetizarnos climáticamente, tenemos una serie de carencias muy serias a la hora de entender por qué el cambio climático es importante; alguna gente lo tiene muy claro, pero no todo el mundo porque no se le ha explicado o no se le ha explicado bien”.
España, señala Andreu, “parte de una visión regeneracionista, una visión de transformación de la naturaleza para que sea productiva. Algunos autores lo ligan mucho, incluso, con el Génesis, ‘dominarás la tierra, tal’. Una visión casi muy bíblica. Aquí está la naturaleza y nosotros tenemos que dominarla”. Es decir, para Escrivá, España, a través de su historia, no ha buscado convivir con la naturaleza, al contrario, “ha habido ese impulso para dominarla”.
“En España, que ha sido un país bastante subdesarrollado durante gran parte de su historia, ha existido, digamos, ese impulso para dominar la naturaleza; por ejemplo, los pantanos, los bosques, gestionarlos y nosotros servirnos…, y ahí es donde debemos hacer el gran cambio, no dominar la naturaleza sino convivir con la naturaleza”.
El país ibérico es ejemplo de cómo ciertos modelos instaurados están rebasados y han provocado daños socioambientales muy agudos, como en México, donde en Cancún y Riviera Maya predominan, desde hace 25 años, las cadenas hoteleras españolas y, trágicamente, encabezan impunemente el número de ecocidios, tanto por construcciones en las dunas, remoción de manglar (especie protegida por artículo 60 TER de la Ley General de Vida Silvestre, de la ley mexicana), vertido de aguas negras al mar y manto freático, hasta cortar el flujo de corredores biológicos de especies endémicas, emblemáticas y en peligro de extinción, como el jaguar.
En el modelo turístico español se pueden advertir agravios tangibles al medio ambiente, tanto en España como en el Caribe mexicano –y en otras partes del mundo donde se replica–. En el Caribe mexicano AMResorts, Grupo Martinón, HM, Hotelera Pollensina, Celuisma, Excellence, Mayakobá (OHL), Valentín, Sirenis, H10, Catalonia, Princess, Blue Bay, Sandos, Occidental, Sandos, Palladium, Bahía Príncipe, Iberostar, Meliá, Oasis, Barceló y RIU son referentes por concentrar casi el 60 por ciento del número de habitaciones existentes. Es decir, de alrededor de las aproximadamente 80 mil habitaciones de hotel en el estado mexicano de Quintana Roo, más de la mitad son españolas.
En un reporte de Greenpeace, publicado en 2009, y titulado “Los nuevos conquistadores: Multinacionales españolas en América Latina. Impactos económicos, sociales y medioambientales”, se detalla ejemplarmente lo que Andreu dirá después.
“Numerosos proyectos de construcción de infraestructuras turísticas en zonas vírgenes, especialmente del Caribe y Brasil, han generado fuerte oposición local por los daños que causarían a ecosistemas como los manglares. En ciertos casos los proyectos han resultado paralizados o cancelados, mientras otros han logrado ponerse en marcha. En este sector, las empresas buscan reproducir un modelo que previamente, en España, les reportó importantes beneficios, pero a costa de la destrucción de innumerables zonas costeras. La crisis actual en España puede llevarlas a intensificar aún más sus actividades en América Latina” (Greenpeace, 2009, p.8).
“Es muy complicado, porque lo que estamos haciendo es externalizar y llevar a otros países lo que aquí ya no queremos hacer, aquí hemos destrozado nuestra costa, hemos destrozado gran parte de los recursos naturales que teníamos y ahora ese modelo depredador lo estamos llevando a otros sitios y, además, con un costo ambiental; que no sólo es el destrozar zonas naturales, el mismo avión que nos está llevando constantemente a playas de Sudamérica o Centroamérica también está teniendo unas emisiones de efecto invernadero tremendas”, refiere Andreu, quien agrega que una de las alternativas a esta situación “es repensar el turismo como tal”, puntualiza Escrivá, para continuar:
“Aprender que el modelo que hemos seguido en este país es insostenible, trasladarlo a todas partes del mundo y de que eso, además, genera una serie de problemas muy serios para la gente que vive ahí, para el medio ambiente, y a largo plazo es insostenible también para los viajeros, porque no es sostenible ni en el tiempo ni económicamente ni a nivel ambiental”.
Para Andreu, “Katrina” –considerado uno de los meteoros más mortíferos en la temporada de huracanes del Atlántico en 2005–, es una muestra de lo que puede hacer un fenómeno cuando se han removido las barreras naturales que disminuyan sus consecuencias.
“No podemos destrozar las zonas húmedas cerca del mar; por ejemplo, eso pasó con Katrina: al destrozar manglares y pantanos los huracanes tuvieron más fuerza y un efecto más devastador. En el caso de la zona del Caribe eso se está empezando a ver y hay que a cambiarlo desde ya”.
En otras palabras, la economía, el dinero, las inversiones y la generación de empleos han orillado a que los modelos existentes exploten los recursos naturales ferozmente sin pensar en la conservación, en el futuro, en los daños ambientales ni en el cambio climático.
“Somos un país muy diverso, somos un país con muchos ecosistemas y tenemos que aprender que esos ecosistemas también son nuestra riqueza, y que la riqueza no es construir un hotel en la playa virgen, sino conservar esa playa virgen por las funciones que realiza y porque, además, a largo plazo es una recurso turístico inigualable si se explota con moderación, con un poco de cabeza”, y agrega:
“El problema es que España ha sido un país muy turístico, es de los tres países más turísticos del mundo. Vienen mucha gente… un turismo específico, que es de sol y playa, que es un gran consumidor de recursos, sobre todo de agua y energía. Hay que empezar a reconvertirlo y a pensar de que cuando hablamos de turismo interior, turismo sostenible o turismo rural, no estamos hablando de trasladar el mismo esquema de sol y playa a las montañas, hay que pensarlo de una forma distintas, hay que darle valor a otras cosas”.
Datos del Ministerio de Energía, Turismo y Agenda Digital subrayan que España recibió 7.3 millones de turistas en 2016. El Caribe mexicano, de acuerdo a datos de la Secretaría de Turismo (Sedetur), recibió 15 millones 310 mil visitantes en 2016, y de ésta cifra, 10 millones 834 mil 822 pernoctaron en alguno de los destinos del Caribe Mexicano, principalmente Cancún y Riviera Maya.
¿Qué hacer?
Andreu se acomoda en la banca. Es directo, no trastabilla. “Creo que nos falta debate, creo que nos falta concienciarnos”. Y especifica: “creo que nos falta entender hasta qué punto todo nuestro día a día… en Valencia, por ejemplo, y en otras ciudades costeras, el régimen de lluvias, el régimen de contaminación que nos afecta a las personas y, sobre todo aquellas con enfermedades, depende de las brisas marinas, depende de la temperatura del mar, depende de la salinidad, creo que nos falta concienciarnos de hasta qué punto nos afecta en todos los días, en todos las horas, en todos los momentos nuestro entorno, porque el medio ambiente es eso: no es la naturaleza en abstracto, no es un valle de los Alpes, es todo aquello que nos rodea. Lo primero es hablar, debatir y empezar hacer cosas”.
Los gobiernos, como la iniciativa privada, han normalizado esquemas productivos insostenibles y agotados. El medio ambiente ha sufrido daños irreversibles y, en muchas ocasiones, aunque existen leyes, marcos legales ejemplares, simplemente no se aplican, no hay apego. En el Caribe mexicano se siguen proyectando complejos turísticos españoles que ponen en jaque al medio ambiente por cuestiones económicas y generación de empleo. Pero hay soluciones, hay alternativas para ejercer el derecho a un ambiente sano.
“Hace falta darnos cuenta de que somos capaces de provocar esos cambios y también de exigir esos cambios a nivel legal, a nivel institucional, a nivel empresarial. Los ciudadanos tenemos mucho poder. Durante mucho tiempo hemos estado hablando del consumidor responsable, ¿por qué consumidor?, antes somos ciudadanos antes que consumidores, y como ciudadanos tenemos derechos, ante las empresas, ante nuestro gobierno, ante la justicia, ante nuestros iguales, tenemos que empezar hacer valer esos derechos, a reclamar aquellos que nos parecen que no están reconocidos hasta el momento y a usar todas las herramientas que tenemos a nuestro alcance, porque algunas no las estábamos usando”…
“Podemos demandar, como se ha hecho en algunos países a empresas y a gobiernos, porque habían ocultado información sobre el cambio climático, podemos empezar a demandar a empresas, también a gobiernos, por haber construido donde no tocaba, por haber tenido un vertido tóxico en algún río y, sobre todo, podemos hacer mucho más para que eso no se vuelva a repetir. Y si no tenemos la herramienta, si no tenemos esa ley, no tenemos ese gobierno, podemos cambiar el gobierno y redactar una nueva ley”.
Es así que llegamos al mismo punto, a la idea principal, como menciona Andreu a los largo de la entrevista y también lo hizo en la presentación de su libro: “para hablar y debatir y actuar sobre el problema que nos va a condicionar más, necesitamos alfabetizarnos; y de la misma forma que aprendimos a leer, también tenemos que aprender a leer el clima y aprender a leer cuáles serán sus impactos en el día a día”.
Medio ambiente, ¿un derecho humano?
El medio ambiente es un derecho humano, pero en España hay un problema cuando se habla de que el medio ambiente es un derecho humano. Aunque el problema es legal, tiene un peso, una traba que impide “una serie de medidas”. Escrivá explica. El problema es legal: se reconoce, pero no es fundamental.
“Tenemos dos problemas. El medio ambiente es un derecho humano… En la Constitución española es el artículo 45, el derecho al medio ambiente y no es un derecho fundamental. Hay varios tipos de derechos; están los fundamentales y después están los derechos de segunda división, vamos a decirlo así, pero tienen un reconocimiento, pero no es un derecho fundamental de las personas, el derecho al medio ambiente sano, un medio ambiente bien conservado”, y concluyó.
“Eso tenemos que cambiarlo. Yo, de hecho propuse hace tiempo… cambiar ese artículo 45 y hacer que sea un derecho fundamental, porque permitiría implementar una serie de medidas y desarrollar una serie de legislaciones increíbles, que ahora no puedes hacer, porque no puedes recurrir, no puedes engancharte al hecho de que sea o no un derecho fundamental, eso es lo primero, cambiar nuestro ordenamiento jurídico”.
Imagen superior: Agustín Ruiz