Rodrigo Garnica (Ciudad de México, 1942) es médico y escritor, ha sido distinguido con el Premio Nacional de Novela José Rubén Romero (2003), el Premio Bellas Artes de Narrativa Colima para Obra Publicada (2012) y el Premio Ramón López Velarde en los Décimos Juegos Florales de Narrativa 2017 por La Memoria ofendida (Abismos, 2017), libro de relatos abordado en esta entrevista. Ha publicado las novelas Los años y los días (2013), Perfil de la derrota (2014) y Palimpsesto (2015), entre otras, además del ensayo El botánico del manicomio (1997).
En este diálogo, conversamos de temas centrales en los relatos de La memoria ofendida, trasfondos como el abandono, la adolescencia, la alienación, las secuelas de la infancia y la traición en un país de revolucionarios: “somos anarquistas y el sistema que se implante deberá tomar en cuenta este hecho”.
La historia es el único paraíso del que no podemos ser expulsados, solía decir Jean Paul, aquel humorista alemán; ¿parte de ahí el hilo conductor en los relatos de La memoria ofendida?
La Historia (con mayúscula) me rebasa, por tanto, intento reducir el universo de lo posible a un simple anecdotario familiar. Es posible que a partir de la experiencia de unos cuantos personajes se aborde una parte de la condición humana y, con suerte, hasta de su historia.
“Dijo ser republicano y no conoce la democracia”, reza una de las frases en tu libro; un aforismo que bien podría definir el inconsciente de muchos políticos mexicanos. ¿Qué opinión te merece el actual panorama político con rumbo a las elecciones 2018?
Me considero una gente de izquierda, así que votaré por López Obrador (sí, sé que el voto es libre y secreto). De cualquier manera, no me hago muchas ilusiones: el pueblo mexicano es ingobernable en los términos de la democracia occidental. Somos anarquistas y el sistema que se implante deberá tomar en cuenta ese hecho. (Les recomiendo, si se vale, mi novela Los Ácratas, Premio Colima a Obra Publicada 2012, en la que me extiendo sobre el tema). Por lo demás, el panorama de los candidatos es lamentable: sin la televisión no serían nada, su ignorancia histórica es patética.
Un horror incomprensible, uno de los relatos de La memoria ofendida, pareciera, entre otras lecturas, una diatriba contra el periodismo pirulero, ya que como decía Voltaire, los periódicos son los archivos de las bagatelas. Háblame de esa caricaturización del periodista en tu cuento.
No conozco a detalle el mundo del periodismo, pero conocí a un periodista bastante falso, que vivía de la mujer y su producción era mediocre. Sin embargo, se ostentaba con ese título profesional que tal vez no merecía. Esa persona inspiró la creación de ese personaje; es la labor del escritor, usar fragmentos de la realidad para hacer verosímil lo que cuenta; espero haberlo logrado.
“Enfermaba de existir”, dice el narrador dentro del mismo relato (Un horror incomprensible), ¿fue la escritura del libro un tanto existencialista, a la manera de Schopenhauer, en donde la existencia no es más que un episodio de la nada?
Dicen que toda obra es autobiográfica y a la vez que nunca trata de la verdadera vida del autor. Quizá por eso se inventa otro personaje: el narrador. En mi caso, estoy y no en este libro y hago mía la propuesta que se narra: en ocasiones uno enferma de existir.
En La memoria ofendida los pasajes en la vida de los narradores que más se recuerdan son los de la niñez, una vida y una inocencia que pesaba más que la mochila, háblame de tu infancia y de cómo ésta se fue filtrando en tus relatos.
Hace unos treinta años hice el primer intento de tomar como pretexto pasajes de mi vida para escribir una novela. Llegué a casi 450 cuartillas y terminé por desechar el proyecto. Lo retomé hace como un año y medio y lo reduje a unas 170 cuartillas. Rulfo decía que al corregir deben eliminarse dos de cada tres palabras. Es un proceso doloroso. ¿Mi infancia? Niño sin padre (su pérdida a mis seis años de vida), nacido en la CDMX pero criado en provincia, solitario y azorado ante los hechos más triviales.
La memoria ofendida me parece un libro de cuentos redondo, bien construido, estructurado y depuradamente narrado, en el que sobresalen los aforismos, esos credos u oraciones concisas, cargadas de humor e ironía: “Ese era el brillo del falo, donde sea que tuviera el brillo y el falo. El falo y el sometimiento”. ¿Cómo surgen estas declaraciones?
De lo que oigo. El escritor es un gran impostor, hace creer a los lectores que es enormemente culto pero no siempre lo es; con frecuencia roba ideas de otros y frases bellas escuchadas al paso. Lo de “el brillo del falo” es una expresión creada por los psicoanalistas lacanianos que tuve a bien expropiar porque ya es del dominio público, es decir, carece de copy right.
¿Qué representó para Rodrigo Garnica el Premio Ramón López Velarde en Narrativa 2017?
Un gran gusto por llevar el nombre de mi poeta favorito y, como dije la noche de la premiación, el nombre del que considero el poeta nacional. Como sucede con los premios, dan para una noche de celebración, un poco de dinero y nada más. Nadie se cree que un premio es consagratorio (a menos que sea el Nobel, claro).
“Me gusta recordarme que hay textos, películas o canciones que ya trataron el tema del que quiero hablar. Vamos, quizá lo hago para no sentirme tan solo al momento de escribir”, dice el escritor michoacano Darío Zalapa con referente a los epígrafes; convérsame acerca de los dos que inauguran La memoria ofendida, el de Celeste Alabert (Monsieur Proust) y el de María Esther Núñez (Preludio).
El de Celeste Alabert es una curiosidad bibliográfica; la mujer fue la dama de compañía o asistente o sirvienta de Proust durante los últimos años de la vida del escritor y, sospecho, que alguien la convenció de que, muerto el autor, escribiera su experiencia. El epígrafe hace referencia a algo que le habrá dicho Proust en alguna de sus conversaciones y que Celeste transcribió para fortuna de quienes somos admiradores del novelista francés.
El segundo epígrafe está tomado de un hermoso poema de una finísima escritora mexicana y, para mi fortuna, gran amiga mía, que sugiere la tragedia del fin de una relación apasionada, cuando del amor sólo nos quedan los restos del naufragio.
Haciendo referencia a tu relato Lidia, ¿qué prefieres, la poesía o el béisbol?
El béisbol, desde luego, lo jugué hasta la adolescencia. Bueno, entre entrada y entrada viene bien la lectura de un poema, sobre todo si es de Ramón López Velarde.
Quizás haya algo de El juguete rabioso (1926) de Roberto Arlt en La memoria ofendida, algo de abandono, adolescencia, alienación, secuelas de infancia y traición, ¿cómo llegaste hasta estos temas?
Después de muchos años. Después de darme cuenta de que ya todo estaba contado. Después de creer que no tenía temas de los cuales escribir. Los temas son inagotables, es cuestión de revisar la propia vida y mentir sobre ella. El escritor debe ser un gran mentiroso (Vargas Llosa dixit).
¿Qué opinas del trabajo de las editoriales independientes en México, y en especial de Casa Editorial Abismos?
Aspiro a que tengan grandes logros y creo que podría crearse un circuito alterno a las grandes editoriales, siempre y cuando se reúnan escritores independientes (sin mafias), editoriales independientes, librerías independientes (sin tanta basura editorial) y lectores independientes (que resistan el impacto de la publicidad desmedida de los Amazon y demás).
¿De qué manera invitarías al lector a leer La memoria ofendida?
Se escribe, entre otras cosas, para ser leído; quien diga lo contrario está haciendo demagogia. Las presentaciones y las conferencias ayudan, las entrevistas como ésta también. Propongo que La memoria ofendida es un libro que puede ayudar a la reflexión, no sólo sobre las situaciones de los personajes, sino acerca de las propias experiencias del lector.
¿Cuáles son los puntos de venta en donde podemos encontrar tu libro?
Abismos Casa Editorial los conoce bien y los difunde. Mencionaré una librería que puede entrar en esa categoría de independiente: Librería Jorge Cuesta, Liverpool 12, Col. Juárez, CDMX.
¿En qué estás trabajando ahora?
Cuando terminó de leer La memoria ofendida una amiga mía, escritora, me dijo: quiero más. Yo, obediente, inicié una especie de continuación de ese libro pseudo-autobiográfico y espero tenerlo listo dentro de no mucho tiempo.
*Foto superior: Flickr/Ashley webb