Noche fría, sin llegar a gélida, en el 35 Festival de Música de Morelia (FMM) para la presentación de Tambuco, el ensamble de percusiones más conocido de México. La cita fue en el teatro al aire libre de la Casa de la Cultura en el centro de la capital michoacana.
Tambuco, ensamble fundado en 1993 por cuatro percusionistas mexicanos dirigido por Ricardo Gallardo, celebró en este concierto tres décadas de existencia. La noche incluyó un homenaje a Miguel Bernal Jiménez, con una adaptación de su conocido Cuarteto virreinal, y al maestro Javier Álvarez con su conocido Metro Chabacano (en una versión de cuatro marimbas). Así, el cuarteto sacó adelante un concierto pasado por humo y un viento frío.
El resto del programa estuvo integrado por piezas de compositores contemporáneos, Mario Lavista (1943-2021), con Músicas de Cristal y el ánimo minimalista del Mallet Quartet, del estadounidense Steve Reich.
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Mención aparte merece la interpretación de la pieza Liquid city de la mexicana Gabriela Ortiz, la cual forma parte de una serie de composiciones que aluden al carácter ambiguo, injusto y doloroso de las fronteras físicas o sociales. Es una obra que se vuelve literalmente líquida, cuando en sus momentos finales se sumerge un gong en un recipiente con agua, con un resultado particularmente difuso.
También escuchamos Sculpture in woods, del alemán Rüdiger Pawassar, en donde el compositor aborda la pieza como lo haría un artista plástico, inspirándose en el material para darle forma a su obra. Mientras que del neozelandés de origen griego John Psathas, se presentó el tema Kyoto, que no está inspirado como cabría esperarse en la ciudad japonesa, sino en un par de discos de jazz grabados en vivo en dicho lugar. Para esta interpretación estuvieron acompañados del percusionista Diego Espinoza.
A pesar del gran desempeño del cuarteto, una tercera parte del público abandonó el recinto conforme avanzaba la noche. Fueron varias las causas: la baja temperatura, la mala visibilidad que se tenía desde algunas zonas debido a la ubicación de la consola de controles y las cámaras que grababan el concierto. Aunque lo peor fue el monótono zumbido de la planta de luz con el desagradable olor de sus emanaciones (Ricardo Gallardo llegó a bromear sobre el asunto: “ya llevo fumados como cuatro litros de diésel”). En fin, detalles que hay que mejorar en el festival.