Ann Decker es una artista comprometida con su entorno artístico y social. Diseñadora gráfica, pintora e ilustradora, cuenta con una carrera que comenzó en Estados Unidos de América y que actualmente continúa en México. En esta amplia entrevista para Revés Online, desde su hermosa casa en Pátzcuaro, Michoacán, nos comparte algunas etapas de su vida y cómo se relacionan con sus diferentes momentos creativos.
Ann es además de una artista que domina muchas técnicas de la plástica, una mujer que irradia alegría y generosidad. Actualmente prepara una exposición retrospectiva que será mostrada en Morelia y en otras ciudades de México titulada “Buscando a la Diosa”.
¿Dónde y cómo fue tu formación en el Arte?
Siempre me encantó dibujar. Fui la menor de tres hermanas. Los libros con imágenes y relatos de personajes femeninos históricos, ficticios y mitológicos eran mi refugio de los conflictos familiares. Esta obsesión por las imágenes, cualidades, historia y otros temas de las mujeres se ha quedado conmigo y ha influido en mi trabajo toda mi vida. A través de mi trabajo he buscado aprender a aceptar el hecho de haber nacido mujer.
De joven hacía historietas y libros humorísticos. La revista Mad, las ilustraciones de modas y de libros fueron de gran influencia para mí. Mi madre adoraba el arte y me impulsó a tomar clases de arte y de escritura extraescolares. Me llevaba a visitar los museos y ahí me enamoré de las pinturas. Las primeras obras de Picasso y Matisse en el Museo de Baltimore me influyeron mucho. En dicho museo, y también en el Instituto de Arte de Maryland, tomé clases de artes mientras estudiaba la preparatoria.
Mi madre era feminista. Ella y sus amigas eran activistas sociales. Yo crecí dentro del judaísmo progresista, mismo que enfocó su imperativo de justicia social en la lucha por los derechos civiles que se dio en los Estados Unidos después del Holocausto Judío en Europa. Estos movimientos sociales fueron mi marco de referencia. La segunda ola del feminismo llegó en la década de 1970, cuando yo alcanzaba la mayoría de edad. Las mujeres de mi generación recibieron el beneficio de contar con mayores oportunidades económicas producidas por este movimiento. Por mi parte, yo no pensaba en casarme y tener hijos, sino más bien en ser una artista.
En 1971 obtuve la licenciatura en bellas artes (BFA) en la Universidad Carnegie Mellon de Pittsburgh. Su programa de estudios se basaba en la Bauhaus, y fue traído por los refugiados de la Segunda Guerra Mundial. Durante este tiempo, recibí una influencia muy importante de uno de sus egresados, Andy Warhol, así como de la cultura pop, la música y las películas de la época, el movimiento contra la Guerra de Vietnam, además del estímulo brindado por mis maestros y compañeros de clase.
Mis habilidades para dibujar se desarrollaron. Recibí la influencia de las imágenes del surrealismo, los Prerrafaelitas, el hinduismo, el budismo y los escritos de Carl Jung. Durante años me volví seguidora de Meher Baba y visité la India. Las miniaturas persas se volvieron una obsesión para mí. Me mudé a la ciudad de Nueva York y trabajé como tejedora de telar en un taller de diseño textil en el Garment District. En esa época, las obras pictóricas que produje fueron pinturas al gouache, con un estilo surrealista, personal, espiritual y narrativo.
En 1975 me fui a vivir a Columbia, Missouri, donde dirigí un estudio de artes y artesanías en la Universidad de Missouri. Hice el diseño gráfico para este programa y conseguí otro trabajo paralelo como ilustradora de libros. Durante esta época, realicé un conjunto de obras al pastel que incluían muchos retratos de mis amigos y, gracias al mismo, obtuve una beca del consejo estatal para las artes. Mis primeras exposiciones fueron en Missouri.
Sin embargo, a medida que comencé a tener éxito como artista, también enfermé de bulimia. A finales de la década de 1970 no se entendían muy bien los desórdenes alimenticios. Yo no comprendía por qué toda mi energía se agotaba en este ciclo de conducta autodestructiva.
Se me daban las oportunidades, pero no podía aprovecharlas. Mi trabajo comenzó a parecerme terrible. Sentía que estaba acabada como artista. Pero al comenzar a buscar ayuda, descubrí que muchas otras mujeres coetáneas mías, sufrían del mismo mal. Resultó ser una epidemia generacional, como en la que se convertiría posteriormente el SIDA. Por fortuna, las mujeres estaban escribiendo sobre nuestras crisis de autoimagen. Comencé a percatarme que los desórdenes alimenticios son problemas tanto sociales como personales. Dejé mi trabajo y comencé a tomar clases de dibujo de la figura humana cinco días por semana, y así recuperé mi equilibrio.
Hubo una gigantesca oleada de estudios y literatura de ficción feministas, que me elevó hacia la comprensión política de las razones detrás de los desórdenes alimenticios, incluyendo la anorexia, que afligió a mi hermana durante su adolescencia. Regresé a vivir a la ciudad de Nueva York en 1980. El estrés y los conflictos dentro de mi familia exacerbaron mi bulimia, que regresó para vengarse. John Lennon fue asesinado. Había gente sin hogar viviendo en las calles. Y yo me preguntaba ¿qué sucedió con los movimientos sociales de los años 60? Y ¿qué iba a hacer yo?
Conseguí empleo como diseñadora gráfica en un negocio de imprenta. Al mismo tiempo, me afilié a una organización marxista cuyo empeño era crear en los Estados Unidos un tercer partido político independiente con dirigentes negros, así como otras organizaciones culturales. Durante los diez años siguientes, dediqué toda mi energía a diseñar los periódicos, revistas y pancartas de este movimiento y en promover nuestros eventos. Durante esta época, produje arte ‘no personal’, y así recuperé mi estabilidad y desarrollé una perspectiva histórica marxista. Me convertí en una diseñadora gráfica muy capaz. Estaba influenciada por el constructivismo ruso, los murales de Diego Rivera las pinturas surrealistas y subjetivas de Frida Kahlo, los foto collages de John Heartfield, y el arte revolucionario ruso y cubano.
En 1990, dejé el movimiento político e inicié una transición del restirador al trabajo gráfico computarizado. En ese tiempo, conocí a mi esposo, Jerry Engelbach, quien había sido director de teatro, músico y artista. Se convirtió en mi indispensable crítico y socio. Ambos trabajamos como diseñadores gráficos independientes, nos ayudamos a encontrar trabajo y, a la larga, comenzamos a vivir juntos en Brooklyn: ahí instalamos nuestros estudios en un dúplex, cada quien en un piso diferente.
Quise volver a producir arte personal después de años de activismo. Comencé a escribir. Tomé la clase que impartía Peter Kuper en la Escuela de Artes Visuales y comencé a realizar historietas autobiográficas.
El proceso de producción de historietas fue transformador. Me dio la oportunidad de dibujar de memoria, poderosa fuente interna de imágenes. Dediqué mucho tiempo a aprender la forma. Publiqué un cuento autobiográfico de 20 páginas titulado First Love (Primer Amor) en Girltalk, un título de Fantagraphics que comencé con Isabella Bannerman y Sabrina Jones. Produje una serie de historietas titulada Hairstories (Relatos de Cabello), basada en los eventos que observaba en mi salón de belleza, donde las mujeres hablaban libremente sobre todos los temas. Esta serie se publicó en Girltalk. Mis influencias de este periodo fueron muchas: Peter Kuper, Lynda Barry y Mark Stamatty, Art Spiegelman, el artista de la revista Raw, Will Eisner, las Hermanas Twisted, R. Crumb, Spy y el diseño de otras revistas, y numerosos artistas del mundo de las historietas, del pasado y del presente.
El trabajo de historietas incluye la investigación, la redacción, el dibujo, las leyendas, el intrincado diseño y la composición de la página. Lleva mucho tiempo y requiere una atención fanática tanto a los detalles, como al diseño gráfico. Hairstories estaba pintado en gouache. Hice otras historietas en esgrafiado y con tinta y pincel. Be careful what you wish for! (Ten cuidado con lo que deseas!) es una mirada satírica a cómo la imagen del cuerpo discapacita el sentido de posibilidad de la mujer y la confianza en sí misma. Don’t agonize, Organize! (¡No agonices, organízate!) se inspira en el ejemplo de las mujeres estadounidenses que lucharon por la justicia social. Ambos trabajos se publicaron en unas antologías para chicas.
En 1996 comencé a trabajar como directora editorial artística de la revista Fortune. Mi trabajo incorporaba el periodismo gráfico y la gráfica de información, así como la tipografía, la configuración y la ilustración. Mis colegas fueron muy estimulantes, tanto creativa como intelectualmente. Mientras estuve ahí, elaboré una página de humor bisemanal durante seis años. Pude contratar a mis ídolos de la historieta y de la ilustración para desarrollar páginas humorísticas en esta revista de negocios, en un periodo nada cómico para los Estados Unidos, desde la era de Clinton hasta la de George W. Bush. Este es el logro de mayor orgullo para mí dentro de mi carrera de diseñadora gráfica.
En busca de nuevas ocupaciones para la siguiente etapa de mi vida, enseñé diseño gráfico en el City College de Nueva York, dirigí proyectos de arte en escuelas públicas de Brooklyn, para el Club de Niñas del Lower East Side, y en la Fundación Eleanor Roosevelt. En todos lados, mis alumnos fueron fuente de inspiración. Tomé clases para hacer cine digital en el Hunter College tratando de visualizar un futuro en el diseño gráfico. Trabajé para ser caricaturista e ilustradora. Realicé pinturas de estilo narrativo en gouache, que abarcaban toda la gama de la historieta, a la ilustración y a la pintura. Escribí una novela autobiográfica, con la esperanza que me fuera publicada. Sin embargo, económicamente hablando, no podía realmente encontrar un camino para avanzar en la ciudad de Nueva York.
En el 2007 me jubilé. Mi esposo y yo nos mudamos a México en el 2010, luego de haber andado buscando por varios años un nuevo hogar. Ambos queríamos dejar de reinventarnos y sentimos como si México nos hubiera escogido. Al irnos adaptando a este nuevo país, idioma y cultura, dibujé el primer capítulo de mi novela gráfica. En ella había una niña de unos 12 años que quería pintar grandes pinturas de diosas sobre la acera. Me di cuenta que el libro no era tan bueno, pero que yo sí lo soy.
Disfruto levantarme y utilizar todo mi cuerpo para dibujar y pintar, alejándome de la computadora y de mi cuello adolorido. Después de largos años de trabajo, estoy donde comencé en el arte. Empleo el carboncillo y las pinturas acrílicas porque son fáciles y económicas para realizar obras de gran formato.
¿Cómo has relacionado tu trabajo como diseñadora y como artista?
Una ventaja que dan los años de diseñar páginas de revistas, es que una aprende a hacerlo de tantas maneras diferentes. Pienso que tantas y tantas veces que he tenido que diseñar dentro de un rectángulo, me han dado una sensación de posibilidad y libertad en la composición. Ahora cuento con nuevas opciones. En México tengo un jardín que se encuentra visible desde las ventanas de mi estudio. Por varios años, lo diseñé en tercera dimensión, como en la vida real, no plano, no en símbolos de cosas. Esto ha sido una revelación que no se puede describir con palabras. Me alegra sobremanera desconectarme de la computadora. Disfruto el poder trabajar en una escala que permite ver mi obra desde el extremo opuesto de la sala, con textura, y que no sea principalmente para ser reproducida. Todavía utilizo muchas de las herramientas del diseño gráfico.
¿Cambió tu relación con el arte al legar a México? ¿Extrañas algo de Nueva York?
La primera vez que vine a México, lo sentí como el centro de la gráfica de nuestro hemisferio. Los códices mayas y todo el arte del Museo de Antropología en la Ciudad de México, me dejaron alucinada. Sentí que mi trabajo se consolidaría al vivir aquí. Y creo que así ha sido. México tenía la vida que habíamos estado buscando.
Extraño formar parte de la comunidad de ilustración e historietas de Nueva York, donde hay tantas personas talentosas y maravillosas para conocerlas y trabajar con ellas. No me siento atraída a los medios sociales, lo que me hace muy difícil permanecer conectada. Extraño al mundo del periodismo impreso y a mis colegas. Era muy emocionante hacer revistas. Resultaba fabuloso tener una oficina en el centro de Manhattan y una cuenta de gastos: los buenos tiempos. El negocio de las revistas actualmente ha sido más o menos desmantelado.
Has apoyado a muchos artistas en Pátzcuaro ¿qué te lleva a hacerlo?
Cuando nos mudamos a Pátzcuaro en 2010, la ciudad se encontraba económicamente deprimida. No había clases de arte para los niños en el verano y venían muy pocos turistas. Eran tiempos nada prósperos para los artesanos tradicionales y los artistas contemporáneos jóvenes de esta región.
Sentí que lo más importante que podía hacer yo aquí era ayudar a educar e inspirar a una nueva generación de mujeres. Un grupo de 12 mujeres estadounidenses y mexicanas nos unimos para formar ALAS, Hermanas por el Arte. Decidimos rentar una galería que se encontraba disponible y hacer un centro cultural para beneficiar a las mujeres y niñas de esta región y para impulsar las actividades artísticas. Sabíamos que como profesionistas con experiencia, podíamos ayudar a que Pátzcuaro creciera. Nos unimos en esta tarea y duramos cinco años realizando exposiciones y talleres, llevando el arte a los niños y acercando a los coleccionistas locales con los artesanos de la localidad. Muchos patzcuarenses de todas las nacionalidades nos integramos en forma creativa. Estamos muy orgullosas que este esfuerzo haya tenido éxito. Nos hizo sentir poderosas.
En esta exposición, la obra titulada El Círculo se basa en una foto de mis alumnas del primer taller artístico que impartí en México. No me sentiría bien de vivir en Pátzcuaro sin hacer una contribución. Cuando veo tanto sufrimiento humano en todo el mundo, me cuesta trabajo lidiar con el sentimiento de culpa que me provoca mi buena suerte.
Ha sido muy gratificante, desde el punto de vista creativo, utilizar lo que aprendí como activista y diseñadora para crear oportunidades y trabajo para los demás. Nunca podría haberme desarrollado como artista si nadie me hubiera dado una oportunidad. Así que esto ha sido mi retribución. Además hemos hecho amistades maravillosas. Al final, impartí una clase de dibujo de la figura humana en nuestra galería. Eso me motivó a retomar seriamente la pintura.
Luego que cedimos la galería de Alas en Dr. Coss, sentí que era el momento apropiado para que Crefal pudiera utilizar el edificio completo para transformar nuestra pequeña galería en la librería de un hermoso centro cultural.
Dominas muchas técnicas de la plástica ¿cuál te llama más ahora?
Lo siguiente es que quiero hacer un grupo de retratos al pastel de personas de la localidad y continuaré trabajando en pintura acrílica. Me gustaría hacer una serie de pinturas que relaten alguna historia sobre México.
¿Cuáles han sido tus mayores inspiraciones en la vida y qué artistas influencian tu trabajo?
Jerónimo Bosch, Rembrandt, Van Gogh, Degas, Matisse, Diego, Frida y los Surrealistas, Edward Hopper, David Hockney. Las miniaturas persas, el arte clásico griego, los ilustradores editoriales, los diseñadores gráficos, los ilustradores, los revolucionarios, los artistas de historietas, los historiadores del arte feminista, incluyendo las películas y la literatura de este género.