Cada vez que me topo con alguien que escribe o lee obsesivamente nace en mí una sensación como si estuviera en una conferencia de una secta. El sintagma «la gente» es recurrente para mencionar a los otros, a aquellos que están fuera, los que no somos nosotros y actúan como un virus altamente peligroso.
Pareciera que ese ente que «no lee» es un enemigo potencialmente dañino: una plaga.
Un escritor que no vende libros encuentra la excusa perfecta en «es que la gente no lee». Un investigador que no obtiene reconocimiento afirma «el problema es que la gente no lee». Incluso, un maestro universitario no duda en decirlo cuando el índice de reprobación crece.
Mi espíritu de «contreras» me impide no dudar de este presunto axioma. Por lo que me di a la tarea de investigar un poco sobre el tema.
Cómo todo humano creyente de las instituciones, recurrí primero al reporte anual del INEGI. Ahí se informa que en el 2023 ya leemos menos. Pero hay muchas aristas que observar aquí.
En 2023 la población lectora fue de 68.5 por ciento, mientras que en el 2022 fue de 71.8 por cineto. Bajo esos términos, en efecto, la gente no lee, o lee cada vez menos. Pero agreguemos algunas notas. Estas estadísticas se basan en los contenidos considerados Molec, es decir, libros que hayas leído en el último año y revistas, en los últimos tres meses. También cuentan los periódicos en la última semana, las páginas de internet, foros o blogs en los recientes siete días, e historietas leídas en el último mes. No hay lugar, desde luego, para Facebook.
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Aquí es donde la espinita del escepticismo me da comezón. Es cierto que la lectura de periódicos disminuyó y no se necesitan estadísticas para saberlo. Pero ahí les va una: en 2018 se calculó que el 57.6 por ciento de la población leía periódicos, mientras que en el 2023 disminuyó a un 18.5 por ciento. Hay que considerar que el mercado de periódicos ha migrado a las páginas de internet, por lo que no es que “la gente” deje de consumir noticias. Lo que ocurre es que ahora las consumen en páginas web… y en redes sociales como Facebook.
Si pensamos en literatura, la cantidad de personas que afirmó leer un libro decreció de un 43.2 por ciento en el 2022 a un 40.8 en 2023. Pero esto deja fuera a una plataforma interesante: Wattpad. Para aquellos que aún no lo conocen, es una plataforma en la que cualquier persona puede escribir textos y el éxito de la historia se medirá, como no podría ser de otra forma, con la cantidad de lectores.
Para quien considere a esta red social una ficción que debería sacarse de toda medición sobre la lectura, es importante recordarle algo. De aquí han salido bets seller y libros que, si bien no son considerados de alta calidad, sí son muy leídos, por ejemplo, After y Cincuenta sombras de Gray. El caso de Wattpad no es único, así como Amazon no monopoliza el mercado de los libros, Wattpad tampoco con las redes sociales para escritores.
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Añadamos otra variable: los audiolibros. Probablemente me digan aquí que un audiolibro no cuenta como lectura. Sin embargo, el tema de “lectura” no sucede a nivel perceptivo, sino de forma abstracta en la interpretación de las ideas. Es decir, leer va más allá de decodificar con la vista, de lo contrario tendríamos prescindir del Braille.
No haré una disertación más amplia sobre el valor del audiolibro para la lectura, porque ya lo hice en otro artículo, pero proporciono aquí datos interesantes. Según la información recopilada por Statista, México se encuentra en el tercer lugar a nivel global de consumidores de audiolibros, con un 29 por ciento de la población encuestada[1].
Por último, al dejar de lado las redes sociales, se pierde una gran oportunidad de conocer el comportamiento de lectura por parte de los mexicanos. A la fecha, varios autores se han decantado por escribir en Facebook y X. Ahí es donde encuentran un nicho de lectores fieles, ya sea en sus perfiles, fan page o incluso en grupos. Ni siquiera los autores fallecidos se salvan de esto, pues las páginas administradas por los dueños de los derechos de los textos publican con regularidad artículos o discursos en esta red.
Habrá quien pueda creer que la literatura compartida en redes sociales carece de validez porque su revisión es poco rigurosa, y probablemente se esté olvidando de los mecanismos de autopublicación de Amazon, los cuales en formato digital son, por demás, sencillos.
“La gente” sí lee, queda claro. Pero quizás el problema no dependa de si la comunidad lee o no, sino de qué es lo que lee.
Diríamos entonces que “la gente lee”, pero no lee a Borges, a Cervantes o a Vargas Llosa. Ese es un problema que se debe resolver aparte.
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¿De quién es la culpa? ¿Son los maestros que no estimulan la curiosidad? ¿Es culpa de los videojuegos? ¿Los padres que no inculcan en sus hijos la pasión por la literatura?… Prefiero irme por otro camino. La culpa, o por lo menos en gran medida, es del Estado.
Haré una comparación, guardando las proporciones adecuadas, claro… ¿recuerdan cuando quitaron las caricaturas de las cajas de comida chatarra para colocarles espantosos sellos informativos sobre el contenido de sales, azúcares y grasas saturadas? Bueno, pues es muy parecido este asunto. El Estado, específicamente la Secretaría de Salud, libró una batalla no por prohibir los alimentos dañinos, sino por obligar a las compañías a que brindasen información sobre su posible daño a la salud.
El argumento inicial se basaba en la idea de que la mala alimentación no se debía de forma directa a una mala cultura alimenticia, sino al desconocimiento de las sustancias y la oferta de productos con poco valor nutrimental. Hace algunos años se decía que la obesidad era un problema de clases altas en países en vías de desarrollo y de clases bajas en países desarrollados, pero en la actualidad la obesidad es un problema generalizado. Sucede algo similar con la lectura, ya no es un problema de alfabetización o de clases sociales como lo fue en el siglo pasado; ahora, igual que la alimentación, es un problema de toda la población derivado de la sobre oferta de literatura chatarra.
Propuestas
Y escribo este nombre solo para que lleve subtítulo esta sección, pero en realidad son solo ideas al aíre sobre algunas medidas necesarias para resolver el problema de la lectura.
1. Accesibilidad
Quizá este no sea un gran conflicto actualmente, pero sí resulta importante revisarlo. La literatura debe ser accesible tanto económicamente como en sus procesos de adquisición, si un adolescente tiene que llenar una serie de formularios para obtener un libro que le interesa, probablemente ya no le interese.
Declaré que no era un gran problema porque, gracias a las leyes internacionales de derecho de autor, hay una enorme cantidad de clásicos que son de dominio público, además, El Fondo de Cultura Económica ha dado varios pasos en este punto.
2. Sin nostalgia ni pedantería
Sí, sí… el libro en papel huele más bonito, pero, igual que el amor a la antigua, tiene más desventajas que ventajas. Mientras un dispositivo electrónico puede contener cientos de libros, el libro en pasta blanda o dura se convierte tan solo en un papel tapiz muy caro (los jugadores de Minecraft ya saben lo que es lidiar con esto).
3. Los autores como celebridades
Esta idea ya la han masticado otros más capaces que yo. La premisa de conseguir que los escritores sean figuras públicas ha funcionado en la Ciudad de México, por ejemplo. En una provincia como Morelia el asunto se complica, los autores tienen que invertir dinero e incluso tiempo para conseguir hacerse espacios y llegar a sus públicos. Aquí es donde el Estado podría dar difusión a la cartelera de autoras y autores, vender su imagen como un producto y no como un intelectual inalcanzable que vino a leer sus poemas a un auditorio indiferente. Antes de que me reprochen “no preguntes qué puede hacer tu país por ti…”, aclaro que mi postura no se encamina a que el Estado deba pagar por producir la imagen pública de quienes escriben, pero sí es su responsabilidad brindar facilidades para que esto ocurra.
4. Oferta interesante
No me atrevería a culpar a un adolescente que decidió que la lectura no era lo suyo, si en clase de literatura le asignaron exponer sobre El ingenioso Hidalgo… Hasta le daría la razón. El Quijote es una obra indispensable para la literatura, pero no para los lectores. Podría sí, en cambio, iniciar con pequeñas historias de terror en Facebook, o bien en esas recopilaciones divertidas como La rata con thinner. Espero no se mal interprete, no estoy defendiendo la literatura de baja calidad, eso sería contradictorio, sino que es solo un punto de partida.
Con el tiempo, esa literatura no será suficiente y es donde entra el punto anterior, con una oferta de obras un poco más complejas. Colombia nos lleva la ventaja. En 2017 desarrolló “Lee lo que quieras, pero lee”, un programa creado por el Ministerio de Cultura que pretendía incentivar a los jóvenes a la lectura.
[1] https://es.statista.com/grafico/30959/encuestados-que-consumieron-audiolibros-en-los-ultimos-doce-meses/
Foto de portada: Paul Bence / Flickr