En los países industrializados los automóviles ya eran un medio de transporte común en las primeras décadas del siglo XX, mientras la motocicleta empezó a cobrar fuerza apenas a partir de los años treinta, cuando las mejoras en la suspensión, los frenos y la transmisión, permitieron el surgimiento de algunas de las marcas más conocidas en la actualidad. Sin embargo, fue hasta después de la Segunda Guerra Mundial, cuando los motociclistas comenzaron a formar clubes o comunidades con características propias, como la vestimenta y un cierto estilo de vida.
El club de los vándalos (The bikeriders, 2023), quinto largometraje que escribe y dirige Jeff Nichols, ofrece una visión de esta subcultura. La película, que ya se pudo ver hace un par de semanas en el FICG, atravesó una serie de dificultades debido a problemas contractuales entre productores y distribuidores. Corrió el rumor de que la filial de Disney que adquirió los derechos de distribución no le encontró gran atractivo comercial, por lo que decidió deshacerse de ella, lo que se tradujo en un retraso de más de seis meses en su fecha de estreno.
El club de los vándalos cuenta la historia de una agrupación ficticia de motociclistas de Chicago que operó entre las décadas sesenta y setenta. Se centra en dos personajes, Johnny (Tom Hardy), un padre de familia aburrido, a quien un día se le ocurre fundar un club de motociclistas y su mano derecha, Benny (Austin Butler), un joven que haría todo lo necesario para proteger a los de su grupo. El hilo conductor de esta historia es la pareja de Benny, Kathy (Jodie Comer), quien a modo de narradora, cuenta la historia del club y las tensas relaciones existentes entre sus miembros.
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El origen del filme es el libro de fotografías y entrevistas The bikeriders, del gran fotógrafo neoyorquino Danny Lyon (todavía sin edición disponible en español). Durante cinco años, Lyon, quien actualmente vive retirado en Nuevo México, estuvo entrevistando y fotografiando a diferentes grupos de motociclistas del Medio Oeste, el resultado de este esfuerzo se publicó en 1968. El director Jeff Nichols cuenta que guardaba en casa una copia del libro y que siempre quiso contar una historia a partir de su contenido.
A diferencia de lo que sugiere el tráiler, la visión de Nichols no cuenta la historia de un par de personas, sino la de toda una comunidad. Es verdad que también hay desquiciantes peleas en bares, persecuciones policiales y un gran rugir de motores, pero después de las secuencias iniciales, queda claro que eso no es la prioridad del cineasta, incluso, contrarresta el machismo rampante de sus personajes con la voz conductora de Kathy, que combina el doble papel de pareja leal con el de una mujer fuerte e independiente.
Jeff Nichols es un cineasta experimentado, a quien le gusta tener un gran control sobre sus producciones sin afanarse en la búsqueda de la complacencia taquillera. Así lo demuestran dos de sus mejores trabajos: el melodrama pantanoso El niño y el fugitivo (Mud, 2012), con un gran Matthew McConaughey; al igual que la poco conocida visión apocalíptica de Atormentado (Take shelter, 2011), que lanzó al estrellato al actor Michael Shannon. El director nacido en Arkansas logra a base de un guion sólido, crear un ente con vida propia combinando el desparpajo de Buenos muchachos (Goodfellas, 1990), en donde se describe minuciosamente la comunidad gansteril con las bandas de motociclistas de El salvaje (The wild one, 1953), estelarizada por Marlon Brando.
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Quizás el único problema significativo de la película es que no logra explicar la verdadera naturaleza de la relación entre sus dos protagonistas masculinos. Es verdad que hay algo de admiración y apego fraterno, pero no queda claro por qué que uno de los hombres insiste en dejar un legado en manos de su compinche más joven, cuando claramente todo se ha perdido.
Adornándolo con imágenes y encuadres basados en el libro de Danny Lyon (algunas de sus fotografías se pueden observar en los créditos finales), el cineasta nacido en Arkansas, nos cuenta el final de una época en donde los códigos y las normas todavía eran de uso común. Es el retrato del fin de la inocencia estadounidense, antes del Watergate, somos testigos del momento en que los motociclistas de antaño observan impotentes el ascenso de una generación sin escrúpulos que ha crecido con las drogas duras y la Guerra de Vietnam.